miércoles, 12 de septiembre de 2012

Hopper y la realidad americana

Animado por las recomendaciones de varios compañeros de la oficina y también de algunos de mis hermanos, aprovecho que los dos enanos están de vacaciones con los abuelos para acercarme hasta el Paseo del Prado, acompañado por mi mujer y mis cuñados, y cambiar por un día mi carrera nocturna por una visita cultural a la exposición de Hopper en el museo Thyssen.

No soy un experto en arte, ni siquiera un gran aficionado, se puede decir que soy un visitante esporádico de los museos, pero Hopper me ha hecho pasar un rato muy agradable. Desde el punto de vista de un neófito como yo, me gustaría compartir lo que más me ha llamado la atención de la exposición.

La luz en los cuadros, la iluminación artificial en los cuadros nocturnos, pero sobre todo la natural filtrada a través de las ventanas. Su utilización quizás en algunos cuadros resulta exagerada, pero consigue una extraña ambientación de los espacios y nos descubre juegos de sombras.

La composición de alguno de los cuadros, parece que le sobre la mitad del lienzo, los personajes y los objetos se amontona en un lado del cuadro quedando el resto vacío. Esto obliga al espectador a imaginar que es lo que los personajes están observando.

Que la obra de Hopper sea tan americana, sobretodo en la temática de muchos de sus cuadros,  no creo que nadie pueda negar que las gasolineras, las casas y hasta los personajes sean típicamente yankee.

La soledad, todos los cuadros reflejan esa faceta de la sociedad americana que para nosotros nos es tan ajena, como dice mi cuñado lo tienen todo pero siempre lo disfrutan individualmente. Hasta cuando hay varios personajes en el mismo cuadro no existe comunicación entre ellos.

La impresión de que Hopper es un “mirón”, muchos de los cuadros se introducen en las vidas privadas de los personajes a través de las ventanas de sus casas. Nos permite entrar en las habitaciones más íntimas de estas personas, sin que ellos sean conscientes o al menos nos de esa impresión.

Disfrutar de alguno de los cuadros más famosos de Hopper, especialmente “Sol de mañana” y “Casa junto a la vía del tren”, cada uno por distintos motivos, son de los más observados.

Aunque no sea una observación muy “artística” el hecho de que sea una exposición corta nos anima a los que somos menos habituales. Necesitamos sólo una hora para la visita y en tan poco tiempo no nos podemos cansar.

Aquí os dejo algunos de los cuadros que más me gustaron, aunque estoy seguro que no son los que están más arriba en el ranking de los populares.




Tengo también que comentar que a algunos visitantes, entre ellos a mi mujer, no les ha gustado el conjunto y sólo han disfrutado de algunos de los cuadros. Esto coincide con lo que  he leído a algún crítico, comentando que sólo merece la pena una docena de cuadros y el resto de las obras son de relleno.

Como siempre al terminar la exposición echamos un buen rato en la tienda curioseando entre los objetos que ofrece. A la hora de la verdad somos personas de costumbres y acabamos comprando siempre lo mismo, mi mujer varios marcadores de libros y yo el catálogo de la exposición (cada vez más gordos y también más caros). Deberíamos habernos animado por unos imancitos “preciosos” con los cuadros de Hopper, como una de mis compañeras de trabajo.


Entre los libros sobre Hopper que se ofrecían en la tienda, descubrimos uno curioso en donde se muestran fotografías de lo que podían ser los motivo reales que el artista visualizo para realizar sus obras junto a una reproducción del cuadro. Hasta la famosa casa de la vía, en que Hitchcock se inspiro para su película de Psicosis, tiene su replica real en un barrio americano.

Tras terminar la visita y aprovechando que en Agosto el centro madrileño esta más vacío de lo habitual, nos acercamos hasta “La Dolores”, una taberna enfrente de la iglesia del Cristo de Medinaceli, que me recomendaron en la oficina. Se nos ha debido ocurrir lo mismo a los pocos que quedamos en Madrid porque esta llena, acabamos tomando sopa de cocido en un restaurante cercano “La Daniela”, una cena agradable y un lugar muy recomendable.

Un par de días después de estar en la exposición recibí un correo electrónico del museo Thyssen, en donde me agradecían la visita, un buen detalle por parte de la Baronesa.