Faro de Cullera
Señal luminosa: 3 destello cada 20 segundos. Alcance:
13 millas marinas.
El faro de Cullera, está construido en el lugar
conocido como la Punta del Faro, la única zona rocosa del litoral valenciano
desde Sagunto hasta Denia. Es junto al de Canet d’En Berenguer, uno de los dos unicos ejemplares que quedan en la costa de la provincia de Valencia. Ubicado entre la
carretera de la costa que une Valencia y Cullera y el mar tiene muy fácil
acceso desde el paseo que lo bordea, aunque no es visitable.
El faro está formado por un edificio de planta
circular, en cuyo centro se eleva la torre de fábrica de sillería encalada en
blanco, sección troncocónica y de dieciséis metros de altura. Coronada por la
linterna, está cubierta por una cúpula completamente transparente, dispone de dos
balcones a lo largo de todo su perímetro con sus correspondientes barandillas
situados a media altura.
Comienzo mi recorrido tomando el paseo marítimo en la
zona de Santa Marta, aproximadamente en donde termina la playa de San Antonio y
comienza la playa del Raco. Aunque evidentemente nos podemos incorporar al
paseo desde cualquier punto a lo largo
de toda la bahía de Cullera. También llamada Bahía de los Naranjos por los
huertos que antes cubrían todo el terreno entre la montaña y el mar y de los
que sólo quedan algunos naranjos ornamentales entre las torres de edificios que
cubren toda la bahía.
Los primeros metros se realizan corriendo por el paseo
marítimo en dirección al Hotel Sicania, que se encuentra situado en el extremo
norte de la bahía. Es uno de los edificios más antiguos de la bahía, construido
durante los años 60 es un claro exponente de la construcción de la posguerra.
Todavía mantiene mucho de su encanto, dispone de playa semiprivada y pocas
habitaciones por lo que no se masifica ni siquiera en los meses de verano. En
la serie Cuentame apareció como escenario de uno de los capítulos donde
Mercedes viajaba a la costa para la venta de unos apartamentos.
El paseo marítimo tiene un firme muy cómodo para correr, pero en
ciertas épocas del año y a determinadas horas se convierte en una carrera de
obstáculos en donde debemos ir esquivando a los paseantes. Además en ciertos
tramos su anchura se reduce, sobre toda a la altura de la playa del Raco donde
en el primer invierno después de ser construido el mar se comió la mitad de paseo y el ayuntamiento decidió no reconstruirlo.
Las terrazas que colocan los restaurantes o heladerías y los puestos de venta
ambulante, alrededor de los cuales se arremolinan los curiosos, son factores
que reducen el paso puntualmente.
Por supuesto los problemas son mayores si corremos en
el mes de Agosto y a última hora de la tarde cuando el sol calienta menos. Si
hacemos el recorrido en invierno y a primera hora de la mañana dispondremos de
todo el paseo para correr a nuestro antojo, es lo que tiene elegir bien el
momento.
Para evitar este tramo en las horas punta podemos ir
por la carretera que une el pueblo con el faro, aunque yo personalmente no lo
recomiendo ya que en este tramo tiene un gran número de entradas y salidas de la urbanizaciones que
la hacen peligrosa y además los altos edificios nos quitan la vista del mar y
lo que es peor la brisa marina. Otra posibilidad es correr por la playa, esta
opción nos permitirá llegar hasta la zona del faro sin pisar el asfalto, pero
recordaros a todos que corre por la arena no es tan agradable como en principio
pudiera parecer y es mucho más cansado.
El paseo marítimo termina en el hotel Sicania, debemos
rodear el edificio para tomar la carretera. En este tramo los torres de pisos
desaparecen y se cambian por casas unifamiliares literalmente colgadas en la
montaña. Corremos pegados a la playa por la acera estrecha de la carretera,
siempre con mucho movimiento de gente pero con ningún cruce de coches, por lo
que solo tendremos que ir pendientes de no chocar con otros viandantes.
En este tramo pasaremos primero por la playa de Cap
Blanc. En esta playa estaba previsto un gran puerto deportivo que daría
servicio a la urbanización de chales de lujo del mismo nombre que se ha
construido en la montaña. De aquel sueño de grandeza que incluía hasta un
teleférico para unir la parte alta de la montaña con el puerto deportivo, sólo
queda esta playa y un montón de urbanizaciones de chales adosados a medio
construir y deshabitadas, que han quedado como monumento a la burbuja
inmobiliaria.
La playa cada año tiene menos anchura, sobretodo desde
que quitaron el espigón de cierre del puerto y el mar ha ido recuperando lo que
era suyo, aunque mantiene mucho movimiento de windsurfistas y vela ligera.
Mientras corremos bordeándola pasaremos al lado de la Perla Negra, un
chiringuito de copas, siempre muy animado sobre todo los fines de semana con
música en directo. Cuando paso a su altura me dan ganas de sentarme y tomarme
un buen copazo disfrutando de la música y las vistas, pero siempre continuo de
frente sin perder de vista mi objetivo.
Prácticamente a continuación de esta playa sólo
separada por los restos de del espigón está la playa de los Olivos. Es una
playa urbana protegida del mar por la punta del faro, está muy cuidada y
dispone de varios restaurantes y chiringuitos que le dan mucha vida. En este
tramo nuestro camino tiene un repecho fuerte pero corto que castiga las piernas
y que acaba frente a la casa del Maestro Rodrigo, de hecho este tramo de la
carretera toma el nombre del músico valenciano.
Es el momento donde debemos tomar la primera decisión
del recorrido, podemos continuar por la carretera que llevamos o desviarnos a
la derecha por cualquiera de las calles para tomar el paseo marítimo de la
playa.
Si continuamos recto pasaremos por en medio de los
edificios de faro, una zona que en épocas más antiguas pertenecía al mar, de
hecho dejamos a la derecha la isla de los Pensamientos ahora unida a la tierra
y lo que es peor completamente urbanizada por varios edificios monstruosos de
apartamentos.
Si tomamos el paseo, iremos rodeando la isla de los
Pensamientos, hasta un mirador donde
dispondremos de una vista completa de la bahía de los Naranjos. Para
continuar nuestra carrera debemos superar un tramo de escaleras y tomar la calle que rodea toda la isla. En este tramo corremos prácticamente encima
del mar y podemos disfrutar de los acantilados de este lado de la isla siempre
con mucha animación de pescadores. Al final de este tramo veremos por primera
vez el faro de Cullera desde una perspectiva espectacular.
Ambos caminos terminan en la playa del Faro, pequeña y
muy abierta al mar, en los días de invierno las olas golpean fuerte y rompen
espectacularmente sobre las rocas y el paseo marítimo. Tomamos de nuevo la
carretera y llegamos hasta la entrada a la Cueva del Dragut, recibe su nombre
del pirata turco, lugarteniente del famosísimo Barbarroja.
La historia cuenta que Dragut ataco el pueblo de
Cullera entrando por el río Jucar y rapto a varios de sus pobladores
refugiándose con su barco en esta cueva, allí espero a que el señor del pueblo,
bien protegido tras las murallas del castillo de Cullera, pagase un rescate en
oro. Ante el clamor popular el señor tuvo que ceder y pagar para que el
pirata no matara a sus rehenes y
abandonara las costas de Cullera.
Actualmente se ha transformado en un museo visitable.
Curiosas son las maquetas de la antigua villa de Cullera donde se muestra
todavía las murallas de la albacara que rodeaban el castillo y de la que solo
quedan las torres restauradas en los últimos años, la isla de los pensamientos
cuando todavía estaba separada por la lengua de mar y la albufera tras la
montaña de Cullera abierta al mar antes de que fuera cubierta por el actual
marjal de arroz.
Quizás lo más llamativo de la visita, si nos olvidamos
de la sala de torturas de la inquisición, es la reproducción a escala real del
bergantín de Dragut. A los marinos nos sorprende como eran capaces de navegar
todo el mediterráneo en este tipo de “chalupas” con un francobordo tan bajo y
ninguna protección excepto la techumbre de popa que protegía al timonel.
Me recuerda a las naves vikingas
aunque mucho más planas.
Hasta ahora nuestra carrera ha sido placida, por un
recorrido muy plano y disfrutando de la vistas del mar. Pero en este momento nos
encontraremos con el punto negro del recorrido. La carretera se estrecha y se
empina de forma alarmante. Desaparece la acera y hasta el arcén y tenemos que
correr por la calzada. Además dibuja tres curvas seguidas que reducen la
visibilidad. Aunque resulta peligroso y debemos tener cuidado yo personalmente
nunca he tenido ningún problema, la gente conoce el tramo y va con mucha
precaución tanto los coches como corredores, ciclistas y caminantes. Existe la
posibilidad de ir por las calles colindantes y evitar parte del trayecto pero
no podremos evitar el último tramo de este punto negro.
Una vez superado este inconveniente, tomaremos el
paseo de las Farolas, el tramo con diferencia más bonito del recorrido.
Suficientemente ancho y con un firme en buen estado, es menos transitado por
los paseantes, aunque siempre está muy concurrido de corredores.
Seguimos sin ver el faro aunque sabemos que el paseo
nos lleva hasta su base, tras una curva y sin previo aviso nos toparemos de
cara con él. El faro aunque no muy alto es una edificación curiosa que llama la atención y al estar separada de otros edificios luce en todo su esplendor. Esta operativo, por lo
tanto si pasamos más tarde de la puesta del sol nos iluminara con su haz de
luz.
Continuamos por el paseo en un suave descenso dejando
atrás el faro y disfrutando de una vista privilegiada sobre la playa del Dosel.
Esta se extiende hasta donde alcanza la vista, ya que desde este punto hasta
Valencia no hay ninguna barrera excepto la salida de la Albufera. En un día
despejado podemos ver al fondo la ciudad de Valencia y los barcos fondeados en
la entrada de su puerto.
Un poco más adelante el paseo se amplia para forma un
pequeño mirador presidido por una estatua de una ninfa marina observando el
mar. Yo la llamo la sirenita aunque no tenga cola de pez. Lo típico es hacerse
la foro abrazándola o los más osados sentados en su regazo.
El paseo acaba pero no nuestra carrera, seguimos por
la carretera dirección Valencia y tomamos el carril bici que transcurre
paralelo a ella. Ya perdemos de vista el mar y las playas pero disfrutamos de
los huertos de naranjos y ese olor a azahar tan característico. En su primer tramo transcurre separado de la
carretera por una acequia que dispone de varios puentes por donde cruzarla si
preferimos correr por la zona ajardinada que hay pegada a la carretera.
A partir de que crucemos la desviación hacia el Primer
Collado, el carril queda encajonado entre la carretera y la acequia, no hay
ningún problema para correr es ancho y poco transitado por lo que aunque nos
crucemos con algún ciclista que tiene prioridad no tendremos problema en
cederle el paso. Pero tiene un grave inconveniente y es que no se encuentra
iluminado por lo que es necesario que corramos con luz solar.
El recorrido hasta ahora dispone de suficiente
iluminación eléctrica como para poder correr cuando ya ha caído el sol y la
temperatura en verano es más agradable. En este tramo debemos tener cuidado con los mosquitos y libélulas que pueblan la acequia, dependiendo
de la dirección del viento podemos tragárnoslos al respirar, es
recomendable las gafas de sol para evitar que se nos meta en los ojos.
A parte de estos pequeños inconvenientes la carrera es
muy agradable, el recorrido es completamente plano y anima a acelerar el paso,
generalmente corre algo de viento que alivia el calor y siempre nos cruzaremos
con otros corredores. No nos olvidemos de saludarlos, la mayoría nos lo
devolverán, aunque sea en valenciano, no
como en Madrid donde te miran con cara rara cuando les dices un “buenas tardes”
o un “animo”.
El carril bici y el recorrido finaliza en una rotonda,
inconfundible por la escultura que preside su centro. Aquí acaba en general
también mi recorrido, suelo dar la vuelta y volver por donde he venido.
Aproximadamente son unos 5 km de recorrido de ida y otros tantos de vuelta.
Si queremos
continuar haciendo kilómetros podemos seguir por la carretera por dónde
veníamos, aunque es poco recomendable, no tiene prácticamente arcén y en cambio
mucho tráfico. La mejor opción es desviarnos en la rotonda dirección Cullera y
en seguida tomar a la derecha los caminos de los arrozales.
Toda esta zona es un gran marjal, que forma parte del
parque natural de la Albufera. Las plantaciones de arroz forman una zona muy
plana y podemos correr por los caminos que los dividen que son poco transitados
por los coches. En la época veraniega el margal está inundado y el arroz ya
crecido y verde forma un autentico mar verdoso, según avance la temporada
amarilleara.
De vuelta por nuestro camino, desandamos el recorrido
pero en este caso siempre iremos viendo el faro al fondo como punto de
referencia. El paseo de las farolas en esta dirección es una cuesta empinada
que exigirá un esfuerzo extra, pero siempre con la espectacular vista del faro
y el mar al fondo, todo un lujo.
Un recorrido con bonitas vistas de la bahía de los
naranjos, las playas y la zona rocosa del faro. Combina la carrera pegada al
mar, ya sea sobre el asfalto de la carretera o por la arena de la playa, con el
tramo interior siguiendo la acequia entre los huertos de naranjos y los
arrozales.
Debemos tener en cuenta que es un recorrido muy transitado
sobre todo en la época veraniega y a las últimas horas de la tarde, por lo que
debemos compartirlo con los paseantes en el tramo del paseo marítimo y las
bicicletas en el carril bici. Aunque con un poco de buena educación no
tendremos ningún problema para disfrutar de una carrera estupenda.