viernes, 27 de diciembre de 2013

La Clásica de Canillejas

Si alguien me pregunta los motivos por los que me anime a correr el trofeo José Cano, más conocido como la Carrera de Canillejas, creo que me pondría en un compromiso.

Su recorrido no discurre por los lugares emblemáticos de la capital, sino por zonas residenciales y ajardinadas muy alejadas del recorrido del autobús turístico madrileño. Tampoco es un recorrido muy favorable para realizar una buena marca, es cierto que no hay ninguna subida exigente pero es un continuo sube y baja de tendidos toboganes que no permite coger un ritmo constante.

No puedo decir que destaque por su Organización, que aun siendo correcta no difiere mucho de cualquier otra de las carreras más comerciales. En este caso al menos tienen la excusa de que no tiene el apoyo de las grandes marcas y se basa en el esfuerzo del club de atletismo del barrio.

Tampoco la bolsa del corredor es nada especial, la misma camiseta “técnica” y los cuatro objetos de propaganda, eso sí mucha publicidad. El precio como siempre caro, en este caso algo por encima del euro por kilómetro, lo cual tampoco es un aliciente para apuntarse.

El ambiente en las calles normal. Siendo una carrera de barrio podíamos esperar algo más, pero sólo en la parte final del recorrido nos encontraremos a gente animando. En el resto del recorrido solo los viandantes atrapados por la carrera que nos observan curiosos mientras esperan poder cruzar la calle para volver a sus obligaciones.

Entonces porque correr en Canillejas. Pues simplemente porque es una de las “clásicas” de Madrid, es una de esas pruebas que todo corredor popular veterano conoce.  Un recorrido con 34 ediciones bien merece que nos acerquemos para darle nuestro apoyo e inscribir nuestro nombre en parte de la historia del atletismo popular madrileño.


trofeojosecano.com















En esta ocasión mi equipo de habituales me ha abandonado. Pero he reclutado a un nuevo incauto en la oficina, en esta ocasión se trata de un gran nadador y aficionado a la bicicleta pero al que se le atraganta un poco la carrera a pie para dar la talla en los triatlones. Se ha estado preparando a conciencia los 10 Km, con el objetivo de conseguir buen tiempo para la San Silvestre Vallecana. Eso significa que en esta ocasión no debo despistarme si quiero mantener mi reputación dentro de la oficina, no puedo permitirme que un novato me gane en su estreno.

Ha estado toda la noche lloviendo y no parece que vaya a parar, por lo que el día se presenta de perros para correr. Al menos en esta ocasión la carrera empieza a una hora más normal las 11:30 de la mañana, aunque yo ya me he despertado mucho antes y desde la cama he esperado que los dioses se apiadaran de nosotros y dejara de llover. Pero está claro que no han escuchado mis suplicas y me preparo sabiendo que hoy toca mojarse y tener cuidado con los resbalones en la calzada mojada. No es la primera vez que acabo de morros en el suelo por culpa de una acera húmeda o al pisar unas hojas empapadas. 

Está claro que da igual a la hora que sea la carrera, siempre voy con la hora pegada y salgo con prisa de casa. Durante el viaje en metro sigo confiando en que deje de diluviar, pero a la salida del metro en la parada de Alsacia compruebo que sigue lloviendo. Aunque con menos fuerza, al menos parece que el cielo nos da un respiro durante la carrera.



El guardarropa está mejor organizado que en la última carrera y puedo dejar la bolsa sin problemas. La organización ha dispuesto suficiente camiones militares para todos los corredores y es que contar con el ejército es siempre una garantía de éxito.

Localizo por teléfono a mi acompañante, viene de camino y quedamos cerca de la salida. Le espero calentando un poco, en esta ocasión es muy necesario la lluvia nos va calando poco a poco y el frío se nota. Nos avisan de que vayamos hacia la salida, pero mi compi no aparece. Le vuelvo a llamar y sorpresa por el camino ha perdido el dorsal y el chip, esto sólo le puede pasar a un novatillo. Está cabreado y su primera intención es abandonar, ya no le valdrá para conseguir cajón en la San Silvestre.

Le consigo convencer de que se anime y corra aunque sea sin dorsal. Nos encontramos justo cuando dan la salida, pero como estamos de los últimos todavía tenemos tiempo antes de cruzar la salida. Cuando nos acercamos a la línea de salida me doy cuenta de que llevo el dorsal colgando, se ha mojado con la lluvia y se ha roto. Me lo recoloco mientras cruzo la salida, tengo que pinchar el imperdible mientras a la vez arranco el cronometro del reloj, me faltan manos pero consigo que todo cuadre en el último momento. Preparados y a correr.

Aunque el día está desagradable somos bastantes los locos que nos hemos animado. La carrera transcurre por avenidas muy anchas y en general la gente lleva bastante buen ritmo. No hay grandes tapones y podemos corre cómodos sin tener que esquivar a otros corredores. Me pongo a marcar el ritmo, nuestro objetivo es claro bajar de los 50 minutos.



Los primeros metros son de bajada y animan a dejarse llevar, pero después vienen unos cuantos kilómetros en suave subida y optamos por reservar fuerzas. Mi compi resulta de los competitivos y no piensa darme ni un metro de distancia, se pega a mi rueda y hacemos camino. Vamos adelantando a gente y a pesar de la lluvia el cuerpo entra pronto en calor.

Sin darnos cuenta llegamos al kilómetro 3 y corremos por la avenida Arcentales que transcurre por el Parque El Paraíso, para mí el tramo más agradable de la carrera. El recorrido es de ida y vuelta y mientras nosotros vamos los líderes de la carrera ya están de vuelta. Está claro que corren en otra división, pero nosotros en nuestra modestia seguimos apretando los dientes y vamos muy bien.

Llegamos al avituallamiento a mitad de recorrido aunque con la cantidad de agua que cae del cielo en esta ocasión me tengo que obligar a dar un par de tragos por precaución. Viendo que mi compi va bien y me sigue aunque en los repechos siempre pierde algún metro, decido que es el momento de aumentar un poco el ritmo.

Durante toda la carrera hemos corrido a un ritmo por debajo de los 5 min el kilómetro y ya estamos en el último tramo de la carrera. El final es una suave bajada continua hasta la meta, además con más público lo que siempre obliga a alargar la zancada para dar buena imagen. Pasado la marca de los 8 km mi compi se anima comentando que para lo que queda tenemos que echar el resto. Algún corredor más experimentado de alrededor se sonríe y le comento que total por mucho que aceleremos no vamos a ganar.

Pero el gen competitivo está hasta en los corredores populares y cuando pasamos la marca del último kilómetro decido que es el momento del ataque definitivo. Sin mirar hacia atrás subo el ritmo y espero que no me pueda seguir, hago el último kilómetro por debajo de los 4 minutos. Aunque sólo le saco unos segundos en la línea de meta es suficiente para mantener mi estatus de “mejor corredor” en la oficina. Después de la humillación del año pasado, donde pulverizaron mis marcas en 10.000 y media maratón, no puedo permitir que un novato me vuelva a ganar.

Una marca de 46:29 en la meta demuestra que ha sido una buena carrera y mi compi ya está preparado para atacar el triatlón con garantías.



Se produce un poco de atasco para recoger la camiseta, pero al menos los voluntarios de la organización nos van entregando la bolsa de corredor y la bebida isotónica mientras esperamos la cola. Con la humedad del ambiente y tanto corredor “caliente” junto se  forma sobre nosotros una niebla espesa pero al menos no pasamos frío.

Por fin con la camiseta, que regalo a mi compi para compensarle por el disgusto de correr sin dorsal, nos vamos hacia el ropero, empezamos a quedarnos frío y sigue lloviendo. El ropero un caos como siempre, nos apelotonamos reclamando cada uno nuestra bolsa, parece que va para largo.  A uno de los voluntarios se le ocurre ir gritando los números de las bolsas como en el bingo y a la segunda canto línea y me hago con mi mochila.

Nos ponemos ropa seca y estiramos un poco. Todavía nos queda una caminata hasta el metro bajo la lluvia y empiezo a estar destemplado. Me despido de mi compi que se va en autobús y agradezco por fin cuando me siento en el vagón de metro camino de casa.

A pesar de la mañana tan lluviosa, estupenda carrera, rápida, bien organizada y en buena y competitiva compañía. Una sorpresa agradable en la bolsa del corredor una medalla conmemorativa que siempre hace especial ilusión.


Con esta carrera he llegado al ecuador de mis TOP TEN. Ya he tachado de la lista la San Silvestre Vallecana, el Akiles, las carreras del Agua y de la Ciencia y esta de Canillejas. Para terminar mi particular circuito sólo me queda ponerme en las salidas de Aranjuez, Alcalá de Henares, en el Trofeo San Lorenzo, la Intercampus  y volver a Canillejas para el Trofeo Edward.