viernes, 30 de agosto de 2019

VIII Medio Maratón Santander - La joya del Cantábrico


Domingo 5 de Mayo del 2019

Da la impresión que esta Media Maratón de Santander es una carrera que sigue buscando su identidad a pesar de ser su octava edición. En los últimos años ha cambiado de fechas prácticamente cada edición empezó en Marzo, para retrasarse a Abril a la edición siguiente, dar un salto al mes de Septiembre el año pasado y programarla en el mes de Mayo en esta última edición. Por lo que no sabemos muy bien en que época se correrá el año que viene.

En cuanto a las distancias también ha variado siempre aumentando el número de opciones posibles. Las primeras ediciones solo existía la distancia media maratón, pero en los últimos años ya se incluyó la distancia 10 km para atraer a más corredores y en esta edición ya se han superado y se puede correr también una distancia más corta de 5 km. Evidentemente el aumentar la oferta anima a un mayor número de corredores que a lo mejor comienza en esto de las carreras populares o simplemente quieren correr la carrera de su ciudad. El peligro siempre es que juntar corredores con distintos ritmos y objetivos puede generar roces, aunque siendo la participación reducida y el circuito lo suficientemente ancho en esta edición no ha habido conflicto alguno.

Al menos en todas las ediciones ha repetido la parte más significativa de su recorrido, evitando las cuestas de la ciudad y transcurriendo cerca del mar que es uno de los grandes atractivos de Santander, una ciudad siempre volcada hacia el mar. El Paseo de Pereda flanqueada por sus emblemáticos edificios  y su paseo marítimo, es uno de los grandes alicientes de la carrera, se prolonga por un lado hasta el Ayuntamiento y la Catedral y por el opuesto hasta el Puerto Deportivo y la Playa de los Peligros, formando una larga recta completamente plana.

La subida por la Avenida de la Reina Victoria y su fuerte pendiente es otro de los pasos que se repiten todos los años. Nos lleva hasta a la zona más noble de la ciudad y la entrada a la Península de la Magdalena, lástima que no se corra por su interior lo cual sería un verdadero espectáculo para los corredores. Y por último el tramo de la Playa del Sardinero es otro de los clásicos, se recorre toda la playa hasta el estadio de futbol en una zona de muchos toboganes y bastante exigente.

La carrera consta de varias vueltas y en cada edición además de estos tres tramos fijos se amplía el recorrido para completar los kilómetros de la media maratón. Este año se ha optado por recorrer el tramo del Paseo de Pereda en sentido ida y vuelta en tres ocasiones, con una distancia de cinco kilómetros de modo que en cada vuelta se cubre una de las distancias ofertadas por la Organización e iban finalizando corredores. La última vuelta es la que se prolonga por la subida a la Magdalena hasta la playa, esta zona es muy espectacular pero en esta edición solo reservada para los valientes que se apuntaron a la distancia reina.

En cuanto a la Organización sin fallos pero siempre se espera algo más de las carreras que tienen lugar en grandes ciudades como es este caso. Muy poca animación en las calles y una bolsa de corredor “básica”, ni siquiera una medalla conmemorativa, completan la lista de cosas mejorables de la carrera.

Si encuentra su identidad y mejora en los aspectos que rodean la carrera, manteniendo el recorrido siempre por calles muy emblemáticas podría convertirse en una de esas carreras que cualquier corredor quiere y debe correr.
















Amanece un domingo nublado y con una temperatura fresca, según mi mujer con frío aunque ella tiene el termostato roto desde hace unos años, pero con un invitado sorpresa que me acompañara toda la carrera el viento. Para los corredores el viento es quizás el peor enemigo, yo creo que mas por un tema mental, porque igual que pasa con las cuestas, el viento en unos tramos te dará de frente y sufrirás pero en otros vendrá de espalda y te empujara. Pero si es cierto que la sensación de no avanzar cuando el viento te da de cara y el mayor esfuerzo que realmente necesitas para cada zancada es muy desagradable y hace que te vengas un poco abajo.


No tenemos que madrugar demasiado por que la carrera empieza a las 10 y ya recogí ayer por la tarde el dorsal en la carpa cercana al Centro Botín, por lo que desayunamos todos juntos tranquilamente en la cafetería del hotel y ya con todo preparado nos vamos andando hacia la salida. En esta ocasión solo me acompañan mis dos mujeres, mi hijo mayor se ha quedado en Madrid porque tenía exámenes. Mis mujeres se acomodan en la Plaza Asunción a la altura de la catedral por donde pasare corriendo en cuatro ocasiones, así me podrán ver y animar. Pero la carrera es larga y se aseguran de que haya un bar cercano para tomar algo durante la espera y de hecho una vez que me ven pasar la última vez darán buena cuenta de un segundo desayuno.


Las calles ya están cortadas para la carrera y aprovecho para calentar un poco con otros corredores por la calle Calvo Sotelo. En esta ocasión tengo un objetivo claro, bajar de la hora y cuarenta y cinco minutos. En todas las medias anteriores salía sin una marca en la cabeza pero en esta ocasión quiero exigirme un poco más, aunque evidentemente es una marca asequible en la forma en que estoy.

Se acerca la hora de la salida y me despido de mis acompañantes para dirigirme al arco de salida. Al ser tres distancias somos un buen grupo de corredores pero muchos menos de los que esperaba para una ciudad de la importancia de Santander, dan la salida y todos a correr. El circuito al que tenemos que dar las dos primeras vueltas transcurre por avenidas muy anchas, excepto la zona del puerto en donde se estrecha un poco sobre todo porque comparte espacio con el paseo marítimo y el carril bici. Por eso me sorprende que en los primeros metros se formen atascos y sea difícil correr, tengo que esquivar a varios grupos de corredores antes de poder coger un ritmo cómodo.


Poca gente animando y un ambiente un poco tristón ya que el día nublado y gris tampoco acompaña, por lo que prefiero concentrarme solo en la carrera y olvidarme del entorno para intentar avanzar a un ritmo alegre. Cuando llegamos a la zona más abierta que transcurre próxima al mar empezamos a notar la presencia del viento, muy fuerte y de cara hace que tengamos que apretar los dientes. Yo intento coger el rebufo de otros corredores para que me quiten el viento y así ir protegido y gastar menos fuerzas.

Terminamos los dos primeros kilómetros y giramos para volver sobre nuestros pasos, ahora el viento nos da de espaldas y parece que haya desaparecido. El ruido que antes nos atormentaba ahora se convierte en silencio y a pesar del fresco tenemos una sensación de calor extraña, la verdad es que el cambio es radical.

No quiero mirar el reloj e intento guiarme por los globos de las liebres como en otra ocasiones, pero es un poco lioso ya que hay globos de la carrera de 10KM y de la Media y no sé muy bien de cual fiarme. En cualquier caso las sensaciones son buenas y sé que llevo un buen ritmo. Ahora aprovecho para disfrutar del entorno y la fila de edificios santanderinos que miran al mar quizás no sea los más bonitos de la ciudad y de hecho las plazas que se esconde tras ellos son más emblemáticas y concurridas, pero son una buena compañía. Los jardines de Pereda y la cercanía del mar completan un entorno muy bueno para correr.

Ya estamos llegando al arco de salida/meta y lo cruzamos para seguir por la calle Calvo Sotelo hasta el Ayuntamiento. Al pasar a la altura de mis animadoras les grito desde el otro lado de la calle y consigo que me vean, les aviso que se preparen que ahora vuelvo y paso por su lado y es que mi hija se ha comprometido a hacerme una buena foto cada vez que pase. La carrera se ha estirado mucho y ya corremos holgadamente, mientras yo avanzo hacia el centro de la ciudad ya hay muchos corredores que vuelven en sentido contrario. Doy la vuelta a la altura de la Plaza de Ayuntamiento y recorro la calle ahora en sentido contrario. Al llegar a la altura de mis acompañantes poso para la foto y me paro un poco a saludarlas. Mi mujer dice que tiene frio pero aguanta como una valiente solo por animarme y yo se lo agradezco.


Ya terminamos la primera vuelta y algunos corredores finalizan su participación después de recorrer 5 kilómetros. Unos metros delante está el primer avituallamiento, dejo pasar las primeras mesas que están mas colapsadas, pero me doy cuenta tarde que son las primeras y últimas. Acostumbrado en Madrid a largas filas de mesas a ambos lados para atender a tantísimos corredores, aquí me he pasado el avituallamiento y no he cogido botella. Pero como yo un montón de corredores mas se han visto sorprendidos, por suerte en esta ocasión funciona la solidaridad y los corredores que han cogido botella comparten con el resto y hay agua suficiente para todos.

Ataco la segunda vuelta conociendo el recorrido y sabiendo que me tengo que enfrentar al viento de cara, la perspectiva me desanima y se me hace algo más largo pero paso bien el tramo duro y la vuelta se me hace mucho mas llevadera. Me da la impresión de que hay algo más de público animando, a lo mejor es que en Santander son menos madrugadores que en otras ciudades.

Paso por tercera ocasión por la línea de meta y a la altura de mis chicas que aguantan todavía sentaditas esperando a que pase. Ya de vuelta me preparo para la foto de mi enana pero resulta que se ha quedado sin pilas la máquina de fotos, vaya fiasco. Es la última vez que voy a pasar, se despiden y van directas al bar cercano, la verdad es que han cumplido con creces.

Cruzo por cuarta vez el arco de meta, la próxima vez que lo haga será para acabar la carrera y eso me anima, en esta ocasión sí que se quedan gran parte de los corredores y el grupo de los valientes que continuaremos hasta la media maratón es pequeño. Desde hace unos kilómetros corro con uno de esos locos que se calzan con chanclas para correr en estilo minimalista, hasta algunos de ellos lo hacen descalzos, siempre me llama la atención quizás en alguna ocasión debería probarlo. Además lleva muy buen ritmo y nos vamos relevando en la carrera.

Comienza la última vuelta del recorrido y estoy atento en el avituallamiento para coger mi botella.  Esta vez llegaremos hasta la Playa del Sardinero, la verdad es que apetece cambiar un poco el recorrido que resulta algo monótono aunque eso implique subir y bajar por las empinadas calles santanderinas. Pero antes de eso tengo que recorrer la avenida y el tramo final con el viento en contra. Según ha pasado la mañana la fuerza del viento ha subido y ya somos tan pocos corredores que es imposible aprovecharse de los rebufos, por lo que me toca enfrentarme en solitario a la fuerza del viento.

Procuro ir reservando fuerzas, me quedan bastantes kilómetros y un par de repechos importantes, al menos se que no me van a doblar los primeros de la carrera que aunque difícil era una posibilidad real y humillante. Miro por primera vez el reloj y compruebo que se me está dando muy bien la carrera, mi propósito de bajar de los 45 minutos se me queda corto y ya pienso en bajar de los 40 que sería un subidón pero para eso esperare a ver como llego a los últimos kilómetros.

Nos desviamos por la Avenida de la Reina Victoria y el terreno se empina, es el momento de bajar un poco el ritmo y sufrir en la subida, al menos los edificios nos protegen del viento. Voy superando la cuesta sin gran esfuerzo y dejo unos metros atrás a mi compañero de las chanclas lo que es buena señal. A la izquierda quedan los chalets de lujo de los grandes ricos santanderinos sobre todo el del señor Botin y su fundación y a la derecha la zona ajardinada y las vistas sobre el mar y las playas, un recorrido espectacular.


Llegamos al final de la cuesta a la altura del acceso a la Península de la Magdalena que dejamos a un lado, como ya he comentado es una pena que la carrera no transcurra por dentro del recinto pero supongo que problemas logísticos lo impiden. Continuamos hacia las playas del Sardinero, es una zona de sube y baja y requiere un esfuerzo adicional, sobretodo ahora que las fuerzas empiezan a faltar. Pero el entorno en esta zona es precioso y distrae un poco la cabeza del esfuerzo, me encuentro con fuerzas y mantengo un buen ritmo sobre todo en los tramos mas favorables de bajada desde la Magdalena.

Nos desviamos al comienzo de la segunda playa del sardinero para acercarnos hacia el estadio del mismo nombre donde juega el Racing de Santander, en casi todas las medias maratones el estadio del equipo de futbol local es paso obligado y en esta ocasión no iba a ser menos. Este medio kilómetro de ida para girar y volver por la misma calle se hace bastante aburrido además de que personalmente no contaba con ello por lo que se me atraganta. Pero en este momento de la carrera ya corro por inercia y el muro del kilómetro 18 que para mí es el punto de no retorno está cerca. Por experiencia sé que si supero esta distancia sin sufrir en exceso terminare la media con una buena marca, por eso aguanto y de vuelta a la Avenida Castañeda que va bordeando la playa procuro aguantar el ritmo.

Ahora solo me queda un par de toboganes y la última subida de vuelta por la Avenida de la Reina Victoria para volver a la Península de la Magdalena. A partir de ese punto es todo cuesta abajo o llano hasta la meta y es donde pienso dejarlo todo. En medio esta un avituallamiento que me viene muy bien pues aprovecho para tomar un gel e hidratarme, aunque no hace calor. El viento nos sigue golpeando pero la protección de los edificios y los giros de las calles hace que no sea tan fuerte como el que hemos sufrido en el tramo del Puerto.

Pasamos frente al Gran Hotel Sardinero uno de los más emblemáticos, antiguos y sobre todo caros de Santander. Un lujo que al menos en esta ocasión no ha estado a mi alcance aunque a mi mujer le hubiera encantado y es que lo de ser rico debe molar mucho. Esto lo pienso mas tarde porque en el momento de la carrera solo observo su monumental fachada mientras me concentro en no perder el ritmo y sufrir lo menos posible.

Ya somos muy pocos los que continuamos en carrera y voy desde hace unos kilómetros con los mismo compañeros de carrera. La cuesta se me hace mas corta de lo que esperaba y sin demasiado esfuerzo ya estoy en lo más elevado, es cierto que algún corredor me ha adelantado en la subida pero a otros les he pasado yo. Es el momento de mirar el reloj, alcanzo el kilómetro 19 ya en la bajada, mi reloj marca 1:30, eso significa que existe la posibilidad de bajar de la barrera de los 40 minutos.

Decido que hay que intentarlo y me lanzo en la bajada, a mi lado unos de mis compañeros se anima a acompañarme. Nos animamos comentamos que de aquí al final es todo cuesta abajo aunque los dos sabemos que no es verdad, el autoengaño siempre funciona.

Acaba la bajada y volvemos a coger la Calle Castelar, las piernas se resienten ya es una zona plana y cuesta mantener el alto ritmo que traíamos, pero no queda mas remedio que intentarlo. Rodeamos por última vez la plaza de Matías Montero y su bandera de España, ya solo queda menos de un kilómetro hasta la meta, miro el reloj y va a estar muy ajustado. Intento acelerar pero las piernas ya no me responden, mi compi se adelanta unos metros y el chaval de las chanclas que ha ido los últimos kilómetros tras nosotros también me pasa, pero ahora eso ya no me importa solo intento aumentar el ritmo sin mucho éxito.

La recta se me hace eterna, veo el arco de meta al fondo pero no se acerca tan rápido como me gustaría, vuelvo a mirar el reloj, solo tengo un margen de 30 segundos, 20, 15, 10 creo que no lo voy a conseguir pero sigo apretando, 5 segundos y ya sé que no bajare de los 40 minutos. Una lástima cruzo la meta 15 segundos por encima de la 1:40, pero en el fondo si lo pienso mejor es una magnifica marca, sobre todo teniendo en cuenta mis objetivos cuando comencé hace ya seis meses mi aventura de las medias maratones.


Me sorprende que en la meta hay muy poco ambiente, casi hay más gente de la Organización que espectadores. Me pierdo un poco porque no se hacia dónde me toca ir ahora y no hay nadie indicándolo, al final sigo a otros corredores que van hacia la carpa donde ayer recogí el dorsal que es donde está el avituallamiento de meta. Somos pocos en la carpa y no hay prácticamente colas lo cual es de agradecer aunque también un poco triste para una carrera que debería tener mucho más participación.

Recojo a mis mujeres en la cafetería donde se han refugiado y vamos de nuevo andando hasta el hotel para ducharme. Recuperado ya del esfuerzo nos vamos en coche hasta la Playa del Sardinero, donde tenemos previsto dar un paseo y comer antes de volver a Madrid. Pero el vendaval no nos deja pasear a gusto por la playa y decidimos refugiarnos en una marisquería cercana donde damos cuenta de un poco de marisco y un buen lenguado para celebrar el final de nuestro viaje.

Esta carrera santanderina ha sustituido en mi calendario a la Media Maratón de Pamplona, pero es que ha sido el final del periplo que hemos realizado por la costa de Asturias y Cantabria aprovechando los cinco días festivos que este año nos ha regalado el Puente de Mayo.

Comenzamos en Gijón y avanzamos pegados al mar para ir visitando los pueblos de Tazones, Lastre, Ribadesella y Llanes para acabar en Santander. Es cierto que nos saltamos muchos pueblos que bien merecían una parada sobretodo en Cantabria pero es que hubiéramos necesitamos un mes para verlo todo.


Evidentemente no nos olvidamos de alguna visita cultural a lo largo del camino como el Acuario gijonés, la Universidad Laboral y el Jardín Botánico del Atlántico cerca de Gijón, el Museo Jurásico de Asturias o la Cueva de Tito Bustillo y la Ermita de la Virgen de Guía en Ribadesella, la Península de la Magdalena en Santander y por supuesto las paradas para disfrutar de la naturaleza salvaje del norte en la Playa del Guadamía, los Bufones de Prai o la Playa de Oyambre.


Pero sobretodo de lo que más disfrutamos fue de los manjares de estas regiones. No perdonamos una buena comida o cena allí donde nos llevó el viaje y de todas las mesas nos levantamos satisfechos y saciados. Dimos cuenta de una buena fabada y un rico cachopo, pero el pescado y el marisco fueron los reyes en nuestra mesa, desde el pixin, al cabracho o el lenguado, pasando por las gambas, las navajas o las anchoas. Y todo acompañado de buenos vinos y estupenda sidra. Todo un placer para los que nos gusta comer además de correr y hagamos lo primero mucho mejor que lo segundo.