lunes, 26 de mayo de 2014

Sufrir subiendo y sufrir bajando

Segunda edición y segunda participación en esta carrera de montaña tan particular, capaz de sacarle todo el partido al modesto Alto del Telégrafo situado cerca de Becerril y ofrecernos un amplio repertorio de bajadas deslizantes o pedregosas, entre pinos o a campo descubierto, subidas técnicas, por sendas o caminos o simplemente intransitables por el desnivel y tramos de llaneo en donde poder “correr” si las fuerzas te acompañan.

Muy buen ambiente, organización exquisita, manteniendo y aumentando la filosofía solidaria de la carrera. Pero incluyendo mejoras como el control de carrera con un chip de muñeca y cuatro controles a lo largo del recorrido y eliminando algunos puntos negros del recorrido que el año pasado produjeron más de un embotellamiento.













Hacia muchas carreras que no sufría tanto corriendo, casi desde hace un año cuando corrí en Vigo. Llevaba una semana de líos tontos tanto en casa como en el trabajo y la universidad y además no me encontraba físicamente fino por lo que desde que me desperté tenía muy pocas ganas de calzarme las zapatillas. Si a esta semana “rara” añadimos que desde el Maratón sevillano mis entrenamientos han ido decayendo en número e intensidad y mi forma está muy lejos de ser la adecuada para excesos montañeros, se produjo una conjunción de malignos astros que solo podía dar como resultado poco disfrute y mucho sufrimiento.

Me sobrepongo al deseo de quedarme en casa y olvidarme de la carrera y paso a recoger a mi compi y juntos nos vamos para Becerril. Sin colas retiramos el dorsal, para lo que tenemos que entregar un kilo de comida solidario que tuve que comprar ayer a última hora en un VIPS porque se me había olvidado. Con el dorsal recogemos el chip pero cuando ya nos vamos me doy cuenta de que no se corresponde con mi número de dorsal y vuelvo para cambiarlo. Ahora terminada la carrera pienso que hice mal, estoy seguro que el corredor que hubiera portado mi chip por error lo habría hecho con mayor honra.

Calentamos poco y de forma cansina mientras disfrutamos del ambiente trail. A mi compi le sale el gen competidor y se pica con un corredor figurín, de los que lleva lo mejor en equipación y conduce el BMW último modelo. Se ha quedado con su cara y su dorsal con la oculta intención de darle el hachazo en los últimos kilómetros si se presenta la ocasión. En la última subida lo tuvo a tiro aunque la falta de fuerzas no le permitieron atacarle, pero se queda con la satisfacción de ver como arrastraba colgada del brazo su mochila último modelo con la que ya no podía cargar a la espalda.


Control de chips y ya estamos dentro del redil, cuenta atrás y arrancamos, como siempre de los últimos. Ya en los primeros metros de asfalto me despido de mi compi, quiero buscar una posición más adelantada para evitar aglomeraciones en la primera subida, recuerdo del año pasado que es la más asequible y en donde pretendo subir corriendo todo lo que pueda.

Con las fuerzas frescas pero sin buenas sensaciones hago la primera subida a buen ritmo, corriendo en el primer tramo de camino, pero como la mayoría andando en el último tramo de senda. Arranco fuerte la bajada pero empiezo a no encontrarme fino, las piernas empiezan a doler demasiado pronto y siento malestar en el estomago. En el avituallamiento decido no parar, solo cojo un poco de agua aunque prácticamente no bebo temiendo que me siente mal.

Aprovecho el tramo llano para intentar que las sensaciones mejoren pero no recupero lo suficiente antes de atacar la segunda subida. Mi cabeza empieza a jugarme malas pasadas y mis pensamientos se vuelven negativos.

“No recuerdo este tramo de subida del año pasado”

“Esta zona el año pasado la pase corriendo y hoy no puedo ni trotar”

“Y queda todavía el tramo de subida entre los pinos que el año pasado me reventó”

“A lo mejor este año lo han eliminado del recorrido”

Pero este año también está la subida por el Pinar de los Arrastraderos, aunque yo le cambiaría el nombre por Pinar de los Arrastrados a la vista de la procesión de corredores que vamos trepando por la senda casi sin marcar que atraviesa los pinos. Cada paso que doy me cuesta horrores, en alguna ocasión pienso en echarme a un lado para parar y descansar algo pero aguanto con mi escalada cansina mientras algún corredor más fresco me adelanta.


Salimos por fin del pinar, en este tramo hasta el Telégrafo el año pasado corrí persiguiendo a mis liebres pero en esta ocasión subo andando. Al fondo se oyen el sonido de los cencerros con los que algunos espectadores nos animan, yo bajo la cabeza y como buen manso me junto a la manada y sigo el sonido de los cencerros.

Superado el edificio del Telégrafo, por fin puedo vuelvo a trotar en una zona más llana que termina en el segundo avituallamiento. En esta ocasión si que paro para beber, comer e intentar recupérame. Arranco otra vez para comenzar la segunda bajada del recorrido y enseguida me doy cuenta de que hoy no va a ser mi día. Aunque con cuentagotas me van adelantado corredores durante la bajada, mi ritmo es cansino a pesar del desnivel favorable. Decido que hasta aquí he competido y a partir de ahora mi objetivo es llegar, busco un ritmo más relajado y procuro reservar fuerzas.


Como me ocurrió el año pasado en esta bajada pierdo las balizas que marcan el camino. Aunque en esta ocasión soy yo el que abre senda y me doy cuenta enseguida. Lo comento con el corredor que sigue mi rueda, él ni se había dado cuenta porque se fiaba que yo sabía por donde iba. Juntos tardamos muy poco en encontrar la senda marcada que estaban a unos metros a nuestra derecha en una zona más llevadera de la ladera.

Acabada la bajada y tras el segundo control de chips se nos presenta un primer tramo de subida, yo no lo recordaba del año pasado y se me atraganta. Casi todos subimos andando pero también en esto hay distintos ritmos y me siguen adelantado corredores a los que veo más frescos. Por fin llegamos a la parte de llaneo a mitad de ladera que tanto disfrute el año pasado, pero en esta ocasión sólo intento recuperar fuerzas tomando un gel a ver si me ayuda algo. Comienza la última subida con una rampa brutal, hay se quedan mis pocos ánimos y ya el tramo por el cortafuegos lo subo en postura suplicante deseando que se acabe. Aunque al final saco mi orgullo y el último tramo ya con mucho menos desnivel lo corro y me obligo a llegar hasta el avituallamiento.


Por fin llega la última bajada, la recuerdo del año pasado como peligrosa, pero este año todavía es peor. En las últimas semanas ha hecho calor y el terreno está seco, hay verdaderos toboganes de arena suelta y seca que deslizan. De acuerdo al manual del buen corredor de montaña deberíamos bajar deslizando en modo esquiador, pero para eso hay que tener buenas piernas y de eso no estoy sobrado. Al menos consigo mantenerme de pie y no poner el culo en tierra aunque algún susto me llevo.

Cuando ya los toboganes han finalizado y corremos en suave bajada por un bucólico prado verde, la organización nos sorprende incluyendo en el recorrido la única piedra que queda hasta llegar a Becerrril. A ella tenemos que subir trepando con las manos y bajar saltando como cabras.


Esta claro que la experiencia es un grado y a pesar de sufrir en la mayoría del recorrido he conseguido regular bien y todavía me quedan fuerzas para apretar los dientes en el último tramo de asfalto y mantener un ritmo alegre que me permite por fin adelantar a otros corredores. Cruzo la línea de meta 15 minutos más tarde que el año pasado, es cierto que el kilometraje ha aumentado algo y que hoy hacia mucho más calor que el año pasado, pero está claro que hoy no he tenido un buen día.

Espero a mi compi que llega con las mismas sensaciones que yo, ha sido un continuo sufrimiento y el año que viene no nos vuelven a engañar. Pero como nos ocurre siempre en cuanto las piernas dejan de doler y recuperamos el ritmo de nuestro corazón ya estamos pensando en la siguiente carrera y en que el próximo año volvemos por que la carrera es “preciosa”, esta claro que no estamos bien de la cabeza.

Me da la impresión de que he corrido un maratón, esa misma tarde y el día siguiente tengo un dolor de piernas increíble, está claro que no ha sido un gran día. Me quedo con malas sensaciones para el Cross de los 3 Refugios al que estoy apuntado para dentro de un par de semanas. Una carrera también de montaña que sobre el papel es más dura, subiendo a la Bola del Mundo y la Maliciosa para bajar a la Pedriza y volver a subir a la Bola del Mundo. 28 kilómetros con un desnivel acumulado de 3600 m. Prueba de fuego para mi ánimo y mis piernas.

lunes, 19 de mayo de 2014

De liebre al ritmo del Rock & Roll

La media maratón Rock & Roll es la hermana mediana de esta gran familia en que se ha convertido el clásico MAPOMA. Comparte parte de recorrido y el horario con su hermana mayor la Maratón y sus terribles 42 km, y también con su hermana pequeña, una carrera de 10 que antes se denominaba 10km de Madrid, aunque esta madruga algo más y sale un poco antes. Un modo un poco tramposo de aumentar la participación global de la carrera y amortizar el recorrido y que los últimos años ha generado muchas quejas y  problemas de organización.

La Media aun siendo la hermana mediana en distancia es la más joven de las tres, ya que esta es su segunda edición. El recorrido es completamente nuevo con respecto al del año pasado y en mi opinión muchísimo  mejor, un acierto alargar el recorrido por la Castellana hasta las cuatro torres y recuperar la llegada a meta del MAPOMA, por la subida de Alfonso XII, para pasar por la Puerta de Alcalá y sufrir subiendo por la calle Alcalá hasta entrar en el Retiro.

De las tres hermanas ha sido la que ha tenido más novios este año, completando el cupo de inscritos varias semanas antes del cierre oficial. Está claro que la media maratón se está convirtiendo en la distancia más popular.


http://es.competitor.com/madrid/













Esta vez me liaron, esta carrera no estaba dentro de mis planes, pero es cierto que solo hizo falta que mi prima me pidiera que le acompañara en su primer medio maratón para que me animara. Como en las últimas ocasiones la idea era hacerle de liebre, acompañarla e intentar ayudarla con mi experiencia.

Reconozco que mi faceta de “Personal Trainer” cada vez me gusta más, aunque deberían ser mis pupilos los que opinen si la realizo de forma adecuada. Es cierto que les grito y les animo a partes iguales y por supuesto no les dejo que se paren aunque me lo supliquen, pero también les marco y controlo los ritmos, les llevo el avituallamiento y les empujo cuando las fuerzas les fallan. Pero ellos y sus piernas son las que corren, por lo tanto no hay posible reclamación si no cumplen sus objetivos, ni me corresponde especial merito en sus logros.

El día de la carrera quedamos en la Plaza de Cibeles enfrente del Ayuntamiento, lugar de quedada general de muchos corredores. Acudo con mi cuñado al que también han liado, aunque su idea es hacer medio recorrido y quedarse cuando pasemos cerca de su casa.

Animación por todo lo alto, cuando llegamos ya ha salido la carrera de 10 Km y están descendiendo los tradicionales paracaidistas del ejército que marcan el comienzo del maratón desde hace años. Muchísimo extranjero que se anima a correr nuestro maratón y gran cantidad de público ya dispuesto a animar en los primeros kilómetros del recorrido.

Por fin aparece mi prima, en principio había quedado en el Retiro con su club para hacerse la foto oficial, pero como le ocurre siempre llega con la hora pillada y viene directamente sin fichar con su equipo. Al final uno de sus amigos se ha dado de baja y sobra un dorsal que se me adjudica como liebre oficial del grupo.


Nos vamos hacia nuestro cajón de salida aunque ya todo el Paseo del Prado hasta la altura del Jardín Botánico es una marea humana dispuesta para la salida. Foto del grupo, en medio nuestra chica de oro bien rodeada por sus guardaespaldas, que no la dejaremos hasta que atraviese la puerta del Retiro. Nos colocamos a la altura del globo de las 2 horas, aunque con la preparación que lleva y sin correr las últimas semanas creo que iremos a un ritmo más bajo.

No oímos ni el pistoletazo de salida pero cuando la marea se empieza a mover nos arrastra y comenzamos la carrera. Los primeros kilómetros transcurren por el Paseo de Recoletos y el Paseo de la Castellana. Me encanta esta parte del recorrido, a pesar de la multitud es cómodo de correr y todavía vamos con las fuerzas intactas, lo que nos permite disfrutar del entorno como si viajáramos en el autobús turístico. Vamos cruzando las plazas que jalonan la Castellana, Colón y su estatua del descubridor, Emilio Castelar y su monumento a la Republica, Gregorio Marañon y su escultura ecuestre, San Juan de la Cruz y la gorda mano de Botero, los Nuevos Ministerios, Lima y el Estadio Bernabéu, Cuzco y la plaza de Castilla con los edificios gemelos que forma la Puerta de Europa y por último las cuatro torres que dibujan el moderno skyline de la capital.

Todos los madrileños que circulamos diariamente por este paseo en coche pensamos que es llano, pero los corredores sabemos por experiencia que tiene una buena inclinación, sobre todo a partir de la altura de los Nuevos Ministerios. Pero a pesar de la subida continuada estamos frescos de piernas y avanzamos a un buen ritmo siempre controlado. Como buena liebre me he estudiado el recorrido y sé que debemos guardar fuerzas para el tramo final que va a ser el más duro.


La carrera gira y da la vuelta sin llegar a la altura de las cuatro torres, una lástima creía que pasaríamos por debajo de ellas a través de la zona ajardinada. Lo que antes era subida se convierte en un ligero descenso de vuelta a Plaza de Castilla para coger Bravo Murillo hasta Cuatro Caminos. Esta zona es la más favorable del recorrido con diferencia, tengo que parar un poco a mi prima que se lanza empujada por la bajada y sube el ritmo, sé que las alegrías se pagan en los últimos kilómetros.

En Cuatro Caminos nos espera mi canija y su pancarta con mi hermana mayor, unas asiduas animadoras de nuestras carreras, me paro a saludarlas, en esta ocasión no tengo prisa y dejo que el grupo se adelante un poco.

Ahora viene la parte del recorrido que me parece más rompe piernas, ya vamos maduritos y empieza una zona de toboganes, subidas y bajadas que van minando las fuerzas. Para terminar tomamos la calle Serrano con su tobogán al cruzar Maria de Molina y girar a la izquierda para atacar la subida por Ortega y Gasset que acaba en Príncipe de Vergara. Esta cuesta siempre se atragantan y mi prima empieza a notar los efectos de los kilómetros, debemos bajar el ritmo y regular.

Poco antes, a la altura del puente de Eduardo Dato, nos hemos separado de los corredores del maratón. Como es tradición les despedimos con aplausos y gritos de ánimo campeones. A ellos todavía les queda muchos kilómetros de esfuerzo.

En este tramo deberíamos haber contado con el apoyo de mis tíos que viven en la zona, pero se han ido de fin de semana fuera de Madrid y no están para animar a su hija. Les dedicamos un recuerdo y les ponemos una gran cruz negra.

Llegamos al Retiro, ahora sólo queda rodearlo para entrar en la línea de llegada, se dice pronto pero son 5 largos kilómetros, la primera mitad de bajada pero la última parte es una dura subida. Personalmente es un tramo que me encanta pero en esta ocasión mis obligaciones como liebre me hacen estar más pendientes de dar ánimos a mi prima que de correr. Después del último avituallamiento donde ha tomado un gel y un plátano, se la ve ya cansada pero no piensa reconocerlo y aprieta los dientes. Se viene arriba un poco cuando se cruza con un par de compañeras que están animando.


Pero cuando llegamos a la cuesta de Alfonso XII, llega el silencio, la cabeza gacha y el dolor de piernas. Todo el grupo adecuamos el ritmo a la cuesta y procuro hablarla y darle ánimos para que por su cabeza no pase la opción de pararse. Pero es dura de pelar y a pesar de reflejarse en su cara lo que está sufriendo, en ningún momento de su boca sale una palabra de desánimo ni hace intención de pararse y aguanta el ritmo que le marcamos. Que merito tiene, todo un lujo poder acompañarla.

A pesar de su esfuerzo, le es imposible mantener el ritmo y los tiempos se disparan, sobre todo cuando pasamos por la Puerta de Alcalá y atacamos la última rampa de la calle Alcalá. Sube escoltada por sus guardaespaldas, mientras no paramos de repetirle que ya es el final que sólo queda el último esfuerzo.

Y como todo lo malo en la vida la cuesta también se acaba y atravesamos la entrada del Retiro. Su cara cambia y su zancada se alarga, ya no sufre solo se prepara para disfrutar. Mi labor ha terminado y me retraso unos metros con mi cuñado, mientras mi prima se junta con su grupo de guardaespaldas para entrar gloriosa en la meta.


La marca es lo de menos, el logro es cruzar la meta. Abrazos, felicitaciones y foto de los campeones. Últimamente mi labor como liebre me ha dado muchas alegrías, pero en el caso de mi prima, además de muy bruta es muy disfrutona y su euforia es contagiosa, parece que hayamos logrado un hito histórico.

Les dejo disfrutando de su logro, mientras voy a buscar al ilegal de mi cuñado que sin dorsal no ha podido entrar en el recinto. Las medidas de seguridad, que cada vez son mayores desde el atentado de Boston del 2013, me impiden volver a entrar por lo que nos despedimos desde la valla y me voy a casa contento por una gran mañana corriendo.


Pasados un par de días recibo un correo de mi prima, todavía con la resaca pos carrera citándome para el año que viene, pero en esta ocasión para acabar el maratón completo. Palabras mayores, yo estoy dispuesto pero ella tendrá que presentar un mejor plan de entrenamiento o su cabezonería no será suficiente para vencer el muro y acabar una vez más en el Retiro.

P.D. Comentar que tras las múltiples críticas a la Organización de la prueba el año pasado, en esta edición personalmente no puedo más que felicitarlos, con detalles de gran carrera como el avituallamiento sólido poco habitual en una media maratón y el “medallón” que se entrega a los que terminan.