jueves, 26 de febrero de 2015

De Madrid a Segovia, mi primera Ultra

La Madrid-Segovia con sólo cinco ediciones ya se ha convertido en unas de las carreras de ultrafondo más populares de la península. Su gran éxito se basa en un recorrido atrayente, una organización cuidada y familiar y no menos importante un precio muy asequible.

La carrera transcurre por lo que queda del Camino de Santiago y las cañadas reales en las provincias de Madrid y Segovia. No se puede considerar un recorrido realmente de montaña, aunque la mayoría transcurra por caminos de tierra y siempre en suave ascenso hasta cruzar la Sierra de Guadarrama por el Alto de la Fuenfría. Viendo el perfil de la carrera me planteo si no sería mejor hacerlo en sentido contrario, más kilómetros de bajada y menos de subida. Pero aun así se puede considerar un recorrido “asequible” para los populares sino fuera porque son 100 km y muchas horas en movimiento.

El recorrido espectacular, sobre todo a partir de Colmenar cuando ya se abandona el radio de acción de la capital y nos adentramos en la Sierra de Guadarrama. Pasar por los pueblos de la sierra madrileña con su particular encanto y correr por los valles de la Barranca y la Fuenfría, son garantía de éxito para cualquier carrera, pero la guinda del pastel es la meta a los pies del Acueducto de Segovia, esa foto cruzando la meta con la piedras romanas como fondo es algo para enmarcar.
















00:00 / 0 Km Plaza de Castilla – Madrid

8:30  de la mañana y por fin se da la salida, cruzo el arco, enciendo mis dos relojes y empiezo a correr. Atrás quedan todos los nervios, dudas y meses de entrenamiento, por delante me esperan los últimos 100 km de esta locura que ha sido participar en mi primera ultra. A partir de este momento ya sólo queda intentar disfrutar de la carrera y confiar en que las fuerzas y los ánimos me aguanten hasta Segovia. Desde la salida empiezo a correr, sé que es imposible que llegue así hasta Segovia pero al menos mi primera intención es correr todo lo que pueda.

En la salida me he encontrado con un par de padres del colegio de mis hijos y salimos juntos, aunque mi idea es hacer la carrera solo, es algo que quiero disfrutar o sufrir a mi manera sin tener que adaptar mi ritmo a otros corredores, está claro que soy un corredor solitario.


Los primeros metros son caóticos, aunque es el único tramo de todo el recorrido cortado exclusivamente para los participantes, coincidimos corredores y andarines y tengo que ir esquivando gente como en cualquier carrera de menor distancia, pero transcurrido el primer kilómetro ya se puede correr cómodo. Estos primeros kilómetros tienen poco encanto ya que transcurren por las calles de Madrid y Fuencarral hasta llegar a Montecarmelo donde abandonamos el asfalto y cogemos por fin los caminos de tierra.

En este tramo corremos paralelos al monte del Pardo cercanos a las vías del tren y todavía corremos prácticamente en grupo. En algún tramo el camino se empina y la gente empieza a andar, yo me resisto y aguanto trotando en las subidas, puede ser que lo page después pero estoy fresco y con ganas de correr.


Mantengo un ritmo controlado pocos segundos por encima de los 6 minutos el kilómetro pues queda mucha carrera, casi sin darme cuenta estoy en el primer avituallamiento en Tres Cantos, se me ha hecho cortísimo y es una buena señal. Llego solo mis acompañantes se han ido desperdigando y se han quedando atrás. Hay que cruzar la carretera por un paso elevado para llegar al avituallamiento y al control de paso y es la primera vez que ando desde que comencé y ya estoy en el kilómetro 15.

1:40 / 16 Km Tres Cantos

Primer sello en mi impoluta tarjeta, y aunque a lo largo de la carrera tendré que sellar en 10 ocasiones más, ninguna será como la primera vez. Espero a mis compis pero tardan en aparecer y decido continuar, justo cuando arranco llegan, uno de ellos viene con problemas físicos, está claro que va a ser imposible que llegue a Segovia, pero quiere seguir y abandonar más adelante, los demás han decidido acompañarle, me despido de ellos deseándoles suerte.

Corremos unos kilómetros en paralelo a la carretera pero en seguida nos desviamos otra vez a los caminos de tierra que nos alejan de las carreteras, el grupo ya va muy estirado pero siempre corres con gente alrededor. Procuro disfrutar de la carrera y olvidarme de tiempos, kilómetros y lo que me queda todavía, en algunos tramos lo logro y disfruto del recorrido.


Nos acercamos a Colmenar y a la subida por el cementerio, es empinada y prefiero regular los esfuerzos, por lo que toca parar y andar, va a ser el primer tramo largo que hago andando aunque sé que no va a ser el último. En esta zona por primera vez desde la salida hay algunos espectadores que nos animan mientras pasamos, supongo que esperan a conocidos pero yo se lo agradezco igual. Superada la cuesta y ya en las calles de Colmenar arranco de nuevo a correr, estoy todavía fresco y quiero aprovecharlo.

3:02 / 27 Km Colmenar Viejo

Llego hasta el polideportivo corriendo es el momento de descansar algo, aprovecho para cambiarme de zapatillas dejo las de asfalto y me calzo unas más de montaña pero con muchos kilómetros que son como un guante, también me cambio la camiseta, como algo y bebo mucho.

En esta parada se supone que debería esperarme una compañera de trabajo que vive cerca, pero no la encuentro, le mando un mensaje y en seguida me contesta que está en la puerta esperándome que no esperaba que pasara tan pronto. Salgo y nos encontramos, foto de rigor y tengo que repetirla varias veces que voy muy bien a pesar de llevar ya 20 km en las piernas antes de que me deje continuar.


Me despido y arranco a correr otra vez, me cuesta encontrar el camino por las calles de Colmenar, los corredores vamos ya muy separados, hay mucha gente paseando que por supuesto no participan en la carrea y cruces con calles en donde poder equivocarse. En un par de ocasiones pienso que me he perdido pero la presencia de algún corredor al fondo, la marca en una farola o la gente que al pasar me aplaude y me indica la dirección, impiden que haga más kilómetros de los necesarios.

Por fin abandono la ciudad y retomo los caminos de tierra, esta zona me es conocida de los 34 km que hice el año pasado de la carrera de 100 km que transcurre también por estos caminos. Aunque en esta ocasión lo estoy haciendo en sentido contrario, voy por donde volví en aquella ocasión. Es una zona preciosa con sendas estrechas entre monte de encinas y jaras hasta llegar al avituallamiento situado debajo del puente medieval.

3:30 / 34 km Puente Medieval

A la sombra del puente relleno los bidones de agua y como algo, pero no me detengo demasiado voy bien y con ganas de seguir, por ahora son todo buenas sensaciones, no siento ningún cansancio y voy ligero.

Nada más abandonar el puente hay que subir una buena cuesta y aprovecho para andar tranquilamente y mandar algún mensaje a la familia. Pero en cuanto la supero arranco otra vez a correr y hasta llegar a Manzanares no volveré a parar.

Ni en el mejor de mis sueños podía imaginar que a estas alturas de la carrera pudiera correr con tanta soltura. Además las vistas de Madrid y las cuatro torres por este tramo son espectaculares y la bajada hacia Manzanares con el pueblo y su castillo en primer plano y la Pedriza al fondo es para disfrutar, da gusto correr por esta zona del recorrido.

Cruzo el rio por le puente y decido andar un rato en la subida que me lleva hasta Manzanares, es el momento de recuperar piernas y fuerzas, a partir de ahora empieza la verdadera subida a la sierra.  Mucha animación en el último tramo antes del avituallamiento, bromeo con un voluntario que me anima y es que estoy sobrado.


5:20 / 42 Km Manzanares el Real

Es el kilómetro 42 del recorrido, a partir de ahora me meto en un terreno desconocido, nunca he corrido tantos kilómetros seguidos en una tirada y aunque parezca de locos siento más ilusión que miedo, debo estar perdiendo la cabeza.

La organización hasta ahora perfecta, correcta señalización y los avituallamientos buenos y abundantes. Aunque haya algún corredor que siempre tenga que dar la nota encarándose a los voluntarios que le comenta que deje algo para los demás, está claro que algo estamos haciendo mal cuando hasta en estas cosas fallamos en la educación y las formas.

Arranco andando tranquilamente mientras un voluntario me para el tráfico para que cruce la calle, me siento el rey del mundo. Abandono ya corriendo Manzanares por una zona de chalets, más tarde me enterare que pase por la puerta de la casa de un compi de la oficina y no me pare a saludarle.

Avanzo corriendo paralelo a la carretera y ando algo despistado no sé muy bien hacia donde me dirijo hasta que aparezco en la entrada al parque de la Pedriza, me hace ilusión por que los caminos de la Pedriza y la Hoya de San Blas ha sido mis zonas de entrenamiento durante este verano.

A partir de ese momento la carrera transcurre por caminos estrechos y mucho más exigentes, aunque procuro seguir corriendo ya tengo que ir alternando tramos andando, sobre todo en las subidas. Según nos vamos acercamos a Mataelpino el camino se empina de verdad, en esta zona me junto con un corredor/andarín y en su compañía voy haciendo camino mientras charlamos de nada importante.

Pero la compañía me hace seguir a un ritmo vivo aunque sea andando, el chaval me confiesa que piensa andar más que correr pero en algún momento me cuesta seguirle el ritmo andando. Y paso a paso llegamos juntos a la plaza de Mataelpino


6:28 / 49 Km Mataelpino

El mejor avituallamiento con diferencia de todo el recorrido, montado en la plaza del pueblo tiene una gran animación, es la primera vez que me siento un rato desde que empezó la carrera. Hay mucha gente en las terrazas disfrutando del buen tiempo y creo que riéndose de nuestra locura, me dan ganas de juntarme a ellos y dejar de correr pero todavía no es el momento.

Mi compañero arranca antes que yo, le dejo ir no tengo prisa prefiero comer y descansar algo más. Venzo por fin la pereza y arranco por las calles del pueblo cuesta arriba, la subida la hago andando pero en cuanto puedo comienzo a correr y en un corre/andar avanzo kilómetros por uno de los tramos más técnicos del recorrido, una senda estrecha con piso suelto en donde agradezco el taqueado de las zapatillas de montaña y donde disfruto como un enano.

Supero a mi compi y le animo mientras le cito en el siguiente avituallamiento, aunque ya no volveremos a coincidir en la carrera, espero que llegara a Segovia. El recorrido va bordeando la falda de la sierra sin ganar altura, cruzo riachuelos y los muros que separan los prados. En este tramo recibo la llamada de un amigo que se ha acercado a animarme, nos citamos en el avituallamiento de la Barranca.

La senda que llevábamos termina en la pista forestal que une el pueblo de Navacerrada con el Hospital de la Barranca. Este tramo en cuesta en condiciones normales es muy corrible y de hecho en mis entrenamientos lo he trotado de día y de noche, pero no es el momento de excesos y prefiero subir andando. Me alcanza un andarín al que había adelantado unos metros antes y que se burló de mí comentando que como tenía todavía ganas de correr y aprovecho para seguir su rueda. Está claro que andar no es lo mío, debo subir muy lento ya que por delante la gente se me aleja mientras los que vienen por detrás me adelantan.

Mi amigo me vuelve a llamar al móvil, que donde ando, coño pues subiendo la cuesta que se creerá que voy sobrado de fuerzas. Por fin termina la cuesta y veo a mi colega esperándome, se ha torcido el tobillo al bajarse del coche y cree que se ha hecho un esguince, al menos él no tiene que seguir corriendo hasta Segovia.

7:55 / 58 Km La Barranca

Un rato de conversación mientras recupero fuerzas y a correr. Sobre el papel este tramo hasta Cercedilla es en bajada y aprovecho para correr, primero por la carretera y luego por un camino de montaña muy bonito, pero me encuentro con un tramo en cuesta arriba importante que me obliga a andar de nuevo.


Alcanzo a un corredor con la camiseta del Atlético y me sale la vena madridista, acelero para dejarle atrás mientras le aviso que le adelanta un madridista, se rehace y me recuerda su última victoria en el derbi, yo se la devuelvo mentándole la victoria de la décima. Al final nos despedimos como amigos y citándonos para el final de temporada.

Ahora sí que empieza la cuesta abajo por en medio de un pinar y arranco a correr, es el tramo donde iré más rápido de todo el recorrido y es que tengo ganas de llegar a Cercedilla, allí me esperan dos de mis sobrinos y una comida “reparadora”.

En la bajada me cruzo con un corredor al que los calambres le impiden casi andar y va cojeando, me paro para ofrecerle mi ayuda, a pesar de los problemas va con buen ánimo y me empuja a que siga que a él le esperan un poco más abajo para retirarse. Se me pasa por la cabeza que también me puede ocurrir a mí, pero en seguida lo olvido, voy sobrado de ánimos que ya no tanto de fuerza y estoy convencido de que voy a llegar a Segovia.

El último tramo para entrar en el pueblo de Cercedilla lo hago volando por debajo de los cinco minutos y medio el kilómetro, voy lanzado hacia Segovia. Unos metros antes del polideportivo ya veo a mis sobrinos con su padre, he tardado en llegar algo más de lo esperado pero me reciben como un héroe.

8:48 / 64 Km Cercedilla

Juntos nos vamos al polideportivo, me acompañan mientras como algo de pasta, me proponen ducharme y descansar en su casa y aunque es muy tentador me temo que si paro no podría volver a arrancar. Cambio la riñonera por la mochila, cojo los bastones, ropa de abrigo y el frontal, me despido de ellos y salgo del polideportivo trotando y dispuesto a atacar la gran subida del recorrido, el Alto de la Fuenfría.


Voy cruzando el pueblo y recuerdo las calles por donde en navidades corrí la Carrera de Cercedilla, pero estoy a punto de perderme en un cruce, por suerte un corredor me avisa y me junto a él para tomar la buena dirección. Llegamos a la carretera que nos subirá al puerto y que se empina desde el primer metro lo que nos obliga a subir andando.

Es un corredor experimentado y me comenta que los primeros kilómetros son los peores, que al final hay un tramo que llanea antes de llegar al puerto y hasta se puede correr. Poco a poco me doy cuenta de que va más fuerte que yo y que no debo seguirle, por lo que le dejo ir y me pongo a mi ritmo.

Es el momento de sacar los bastones que he cogido en Cercedilla e intentar mantener un buen ritmo de subida. Alcanzo a dos corredores que van de conversación y juntos vamos haciendo la subida por una senda de tierra paralela a la carretera asfaltada.

La conversación deriva de nuestras pequeñas hazañas como corredores a como la familia aguanta nuestras locuras y lo difícil que es compaginar nuestra afición con las exigencias familiares. Llegamos a la conclusión de que la única solución es conseguir que nuestra pareja también se aficione a correr, en mi caso imposible pero lo intentare con mis hijos.

Aprovecho un momento en que la conversación decae y me adelanto unos metros, prefiero ir sólo y marcarme mi propio ritmo. Voy subiendo ahora por la Carretera de la Republica, ancha y de tierra en medio de un pinar espectacular. La subida es completamente desconocida para mí y disfruto de ella todavía con luz. Este tramo está muy concurrido y me voy cruzando con paseantes y ciclistas que ya vuelven de bajada hacia Cercedilla, mientras que yo sigo subiendo.

A partir del avituallamiento intermedio la subida se me empieza a hacer pesada y es que ya son 70 kilómetros de carrera. Soy incapaz de coger un ritmo cómodo y constante, me van adelanto más corredores de los que consigo superar, claro indicio de que mis andares no son muy buenos.

Llego a la zona de falso llano de la subida, el Mirador Vicente Aleixandre, aprovecho para hacer una foto y decido que es el momento de correr un poco en esta zona más favorable. Me pueden más las ganas que el físico y únicamente puede combinar un poco de trote con metros andando. En cuanto la carretera empieza a empinarse de nuevo, retomo los bastones y mi caminar cansino. A pesar de todo este tramo es precioso, el camino va bordeando la ladera y la vista es espectacular sobre el Valle de la Fuenfría. Por fin al fondo empiezo a ver el final del puerto lo que me anima a mantener mi ritmo.


12:08 / 79 Km Alto de la Fuenfría

Subida superada, consigo mi objetivo con las últimas luces del día y bastante recuperado física y mentalmente después de pasar algún tramo de subida con la moral por los suelos. Es el momento de pararse en el avituallamiento y recuperar fuerzas, mientras el grupo de corredores se reagrupa después de haberse estirado mucho en la subida.

Mando el último mensaje a la familia para tenerles informados, hasta Segovia lo llevare apagado el móvil porque se está quedando sin batería y prefiero reservarlo por si tengo algún problema.

Se supone que de aquí en adelante es todo bajada pero correr de noche con el frontal me da un poco de respeto, no estoy muy acostumbrado y temo tropezar por lo que decido ser conservador. Me poco el cortavientos, pues en cuanto se ha ido el sol refresca, el frontal y la luz roja en la parte trasera de la mochila. Cometo mi primer error me doy cuenta de que no he encendido la luz trasera con la mochila ya puesta, me da pereza quitármela y pido ayuda a otro corredor. No sin dificultades consigue encenderla, pues con la oscuridad no encuentra el botón de encendido que por cierto está bastante camuflado.

Por fin perfectamente iluminado, me lanzo a la bajada. Al principio muy lento pero en cuanto voy cogiendo confianza dejo que la zancada se alargue y la carrera se hace más fluida. El grupo baja ahora más compacto y comparto los primeros kilómetros con otros corredores, pero poco a poco nos vamos volviendo a separar y la única referencia que tengo de ellos es sus luces rojas que me marca la dirección.

En este tramo de carrera sólo voy pendiente del suelo, la vista fija en el área que ilumina el frontal, el camino se reduce a un área de poco menos de 4 o 5 metros delante mío donde tengo que dar las siguientes zancadas, únicamente cuando levanto un poco la cabeza la luz ilumina a lo lejos y veo entre sombras el camino que me precede. La iluminación artificial es engañosa y me cuesta unos minutos acostumbrarme e identificar el tamaño real de los obstáculos que me encuentro en mi camino.

Es una forma muy distinta y especial de correr, el mundo alrededor se reduce a unos pocos metros y la sensación de estar solo es real, en algún momento tengo hasta un poco de miedo pero la presencia de otras luces rojas al fondo me tranquiliza y me recuerda que no soy el único loco que corre en dirección a Segovia. El inconveniente es que sería incapaz de reconocer el recorrido si lo hiciera de día.

Voy bajando con un ritmo “alegre” hasta que empiezo a notar dolor en el empeine de mi pie derecho. Es un dolor desconocido, pero tampoco antes había corrido 80 km sin parar. Es el momento de tomarse la carrera con calma y aunque es bajada alterno tramos trotando con tramos andando. El dolor no va ni a mas ni a menos, lo cual me tranquiliza no me va a impedir llegar a Segovia, eso sí lo hare un poco más tarde de lo previsto.

13:45 / 88 Km Corral de la Desesperada

Llego al avituallamiento con el dolor controlado, aprovecho para tomar un caldo calentito, algo de comida y echarme un poco de Reflex en el empeine pero el dolor no desaparece. Nos volvemos a juntar un puñado de corredores entorno a la mesa de las viandas. Casi todos con muchos ánimos aunque alguno llega con frío y pide algo de ropa, los voluntarios sólo le pueden ofrecer una manta con la que correrá hasta Segovia, lo sé porque le vi llegar envuelto en ella.

Paro poco, no necesito comer y prefiero no quedarme demasiado frio. Cada vez ando más y corro menos aunque el recorrido sea en bajada y ayude. Por fin el camino sale del pinar y ya empiezo a ver las luces de Segovia al fondo lo que me hace recuperar ánimos y fuerzas.

En este tramo me pasa un corredor con un frontal que ilumina como si llevara en la cabeza un foco de cine, el tío baja a un ritmo loco, sobretodo para los kilómetros que llevamos en las piernas, una vez más me doy cuenta que soy un aficionado a esto de las carreras.

En el último tramo de bajada se abandona el camino y es campo a través marcado con cintas reflectantes, resulta complicado para los que estamos poco acostumbrados a correr a oscuras.  Decido no arriesgar lo más mínimo y bajo andando con muchas precauciones y ayudándome de los bastones.

Me cruzo con un par de perros sueltos y paso un mal rato, aunque por suerte no me prestan demasiada atención y con un grupo de la Organización que suben buscando las llaves de un corredor y comprobando que no hay ningún corredor en problemas, un buen detalle por su parte. Cruzo la carretera A-11 que lleva a Riofrío y llego al último avituallamiento.

14:40 / 94 Km Riofrio

Es casi el final de la aventura y ni siquiera me sellan la tarjeta, ya no tengo ganas de comer sólo quiero llegar, pero me obligo a tomar unos frutos secos y beber una bebida isotónica.

En ese momento oigo una voz familiar que me llama por mi nombre, que alegrón es mi hermana que ha venido a animarme con una amiga. Han subido por el camino a buscarme pero han desistido y llevan un buen rato esperándome, estaban empezando a ponerse nerviosas.

Se sorprende de encontrarme tan fresco después de 98 km, pero le confieso que es todo postureo, en realidad voy bajo de ánimo y el dolor en mi pie es constante. Desde hace varios kilómetros he decidido que llegaré caminando hasta Segovia y descartar mi objetivo de cruzar antes de medianoche el acueducto. Aun así sigo ilusionado con llegar a Segovia, conseguir cruzar la meta es todo un logro para mi primera ultra.

Vuelvo a ponerme en camino y mi hermana me acompaña un rato caminando, intenta darme conversación pero solo consigue monosílabos por mi parte, estoy concentrado en mantener el ritmo y los pocos ánimos que me quedan.

En ese momento nos alcanza un corredor que viene corriendo, me da mucha envidia. Para mi sorpresa es uno de los padres del cole con los que coincide en la salida y se para a saludarme. Me comenta que al ir más lento los primeros kilómetros, donde se quedó atrás para acompañar al lesionado, todavía tiene fuerzas y baja corriendo desde la Fuenfría.

Me propone que me una a él para llegar juntos, mi hermana me anima ella se queda más tranquila si voy acompañado. Mi cabeza salta del sí al no varias veces, antes de ser capaz de vencer la pereza de mis maltrechas piernas y obligarlas a ponerse a trotar, pero ante mi propia sorpresa ya estoy corriendo otra vez.

A partir de ese momento es una nueva carrera de 6 kilómetros hasta cruzar el acueducto. Aunque el pie no deja de doler es soportable y a un ritmo “digno” avanzamos, a nuestro paso se nos van uniendo corredores a los que alcanzamos, llegamos a formar un grupo de cinco, para ser luego tres y volver a quedarnos en dos cuando el último se adelanta dejándonos descolgados.

Personalmente es un tramo de sufrimiento y disfrute a partes iguales. Una lucha entre caminar un rato o continuar corriendo unos metros más, en donde siempre gana el mantener la carrera, creo que por orgullo de no rendirme frente a mi compañero, pensando siempre que sea él quien pida una tregua.

Mi orgullo y sobre todo el sentirme corredor de nuevo es lo que me lleva corriendo directo a Segovia. En la memoria me recuerdo corriendo por una carretera sin asfaltar por donde no pasan coches, cruzando la circunvalación de Segovia por un túnel subterráneo,  pasando por delante de un cuartel donde un soldado hace guardia y nos anima al pasar, rodeando una plaza para atacar una calle empinada que se me hace interminable, siguiendo las indicaciones de un voluntario que a estas horas aguanta y nos jalea, para acabar por fin entrando en la calle peatonal que nos lleva directos a la meta.

15:23 / 101 Km Acueducto - Segovia


Ya está, ya llegamos, son los metros finales, la gente que toma copas en la calle nos anima mientras pasamos y un reducido grupo nos hace un pasillo antes de cruzar el arco de meta. Mi compañero encuentra a su familia y se queda unos metros atrás mientras yo me adelanto buscando a mi hermana y sobretodo el final de la carrera.

La sensación de cruzar la meta después de 15 horas y 23 minutos es una mezcla entre euforia y satisfacción personal, es el final de muchos meses de trabajo coronado con un final feliz y el reto personal de terminar antes de la medianoche.

Mi compañero entra unos metros detrás con su hija, nos felicitamos mutuamente y le agradezco que me haya hecho correr los últimos kilómetros, si no fuera por nuestro encuentro fortuito hubiera llegado a Segovia caminando y no como un corredor y sobretodo con una sensación de fracaso. Gracias Jorge, espero que en alguna otra ocasión pueda devolverte el favor.

Transcurren unos pocos minutos hasta que aparece mi hermana, sorprendida de verme ya en la meta y tan feliz como si ella hubiera corrido conmigo. Es el momento de las fotos, los mensajes a la familia para darles la noticia de que he llegado vivo, también el momento de parar de correr, tengo la extraña sensación de quedarme vacío, ya no tengo que continuar, aparecen los dolores y las malas sensaciones, de hecho me tengo que tumbar un rato para no marearme, supongo que es el efecto de acabar con la tensión de todo el día.


Despido a mi hermana y su amiga que van a cenar algo mientras yo me dirijo al polideportivo para ducharme. El trayecto bajo el acueducto camino del polideportivo, es una cuesta importante que junto al frio de la noche es el final de fiesta que me deja completamente agotado. Pero no hay nada que una buena ducha y el efecto balsámico de la medalla colgada al cuello no pueda arreglar y salgo “recuperado” y feliz en busca de mi hermana para que me lleve a Madrid.

El camino de regreso a Madrid se hace mucho más corto y relajado. Llego a casa con toda mi familia durmiendo, sólo mi mujer abre un ojo para comprobar que sigo vivo, me da un beso y se da la vuelta para seguir durmiendo. Metido por fin en la cama me cuesta aun un rato coger el sueño y finalizar un día muy largo.

Transcurridos ya muchos meses desde que acabe los 100km Madrid Segovia, sólo puedo recordar buenos momentos, aunque resulte sorprendente no hubo ningún momento en que me arrepintiera, ni siquiera en que el cansancio o los dolores me hicieran pensar en retirarme o dudar de que era capaz de llegar.

Me quedo con muchos buenos recuerdos para guardar, la salida en Madrid con los nervios acumulados de las últimas semanas, la marea de gente corriendo a mí alrededor en los primeros kilómetros de asfalto, la bajada hacia Manzanares con la Pedriza al fondo, el magnífico avituallamiento en Mataelpino y la extraña sensación de sentarme después de 48 km, los tramos de senda y trialeras desde Manzanares a Cercedilla, mis amigos animándome en Colmenar y la Barranca o mis sobrinos en Cercedilla, las conversaciones compartidas con corredores anónimos a los que seguramente sería incapaz de reconocer hoy por la calle, la “sufrida” subida al Alto de la Fuenfría mientras el sol se ponía sobre los pinares, las nuevas sensaciones de correr de noche por el monte, los metros de caminata compartidos con mi hermana, los últimos seis kilómetros corriendo otra vez como si fueran los primeros y la espectacular sensación al cruzar por fin la meta.

El único problema de no haber sufrido en exceso es que ya estoy deseando volver a sentir de nuevo esas sensaciones y eso significa volver a preparar y correr un ultra, quizás el 2016 y los 101 km de Ronda sea una buena ocasión para volver a “disfrutar” de correr.