viernes, 28 de junio de 2013

Sólo 34 km de los 100 km

Esta prueba de 100 km es la más veterana que se realizar en la comunidad de Madrid. Desde el principio nació como una marcha no competitiva y sigue manteniendo la misma filosofía, de hecho sólo se publica una lista de los participantes que han finalizado el recorrido, ordenados por orden alfabético y sin referencia alguna al tiempo.

En lo que sí ha cambiado en estos años es en la aparición de nuevas modalidades en que se puede participar. Además de las clásicas de corredores y andarines que tienen hasta 24 horas para completar los 100 km, tenemos la posibilidad de realizar únicamente la primera etapa de 34 km, una prueba en bicicleta que transcurre por el mismo recorrido de los 100 km y que cada vez tiene más participantes y la opción de realizar el recorrido corriendo por relevos.

La carrera transcurre por el camino de Santiago madrileño y las vías pecuarias de nuestra comunidad. Se divide en varios tramos o etapas, la primera comienza en Colmenar Viejo para llega hasta Manzanares el Real y regresar al lugar de partida. Luego se continúa hasta Tres Cantos por el camino que transcurre pegado al muro de cierre del Monte del Pardo. Desde Tres Cantos la carrera hace una gran bucle de 32 km que vuelve al punto de partida después de pasara bordeando las urbanizaciones de Ciudalcampo y Fuente el Fresno y dejar lejos Alcobendas. El último de esfuerzo une Tres Cantos con Colmenar Viejo, pero en esta ocasión en línea recta.

Todo el recorrido está perfectamente marcado, con voluntarios en las desviaciones y avituallamientos abundantes de agua y algunos también sólidos. La Organización entrega junto al dorsal un rutómetro que además de instrucciones incluye un plano del recorrido, indicando las distancias y puntos de control, avituallamiento y descanso. Haciendo hincapié en los pasos más confusos, de modo que es difícil perderse. Cada corredor dispone de unas pegatinas con el número de su dorsal para que las entregue en cada punto de control. Una organización excelente fruto de tantos años de experiencia.













He recibido un correo de mi primo para que me anime a correr los 100 km en 24 h que Corricolari organiza por la zona norte de Madrid. Está claro que ha vuelto con las endorfinas disparadas después de correr el maratón de montaña del Soplado y le sobran fuerzas para atacar el reto de la larga distancia. En mi caso estoy todavía al comienzo de mi preparación para el Maratón de Zaragoza que es a finales de septiembre y muy lejos de poder correr una distancia tan larga con ciertas garantías de terminar.

Cuando comencé a correr un poco más en serio y participar en carrera populares, me parecía una locura correr 100 km, teniendo en cuenta que estamos hablando de “correr” durante más de 15 horas. Con el tiempo me he debido volver algo loco porque ahora es uno de mis objetivos para el año que viene. Ya he marcado en el calendario el mes de septiembre del 2014 para realizar los 100 km que separan Madrid de Segovia. Por eso decido apuntarme al primer tramo de 34 km. de la carrera, así podré probar como me desenvuelvo en las largas distancias. Corriendo y andando a partes iguales, y de paso acompaño a mi primo en su reto, algo que seguro agradecerá.

Me levanto el sábado con muchos ánimos, he decidido no cambiar mi rutina de entrenamientos y tomarme la carrera como una tirada larga a ritmos muy bajos. Al contrario que en otras ocasiones tomo un desayuno fuerte, hasta incluyo unos huevos revueltos con beicon. La carrera empieza a las 12:00 y si todo se nos da bien no pararemos a comer antes de las 16:00. El día se ha levantado nublado con previsión de lluvias y una temperatura baja, en nuestro caso ideal para correr por los caminos donde vamos a encontrar poca sombra.

La preparación de la noche anterior ha sido extraña, además de preparar  la ropa como en otras ocasiones he decido cargar con una mochila con algunas cosas. Un chubasquero y una camiseta de manga larga por si llueve o baja demasiado la temperatura, buff y guantes pesan poco y no estorban, un pequeño botiquín con lo indispensable para pequeños accidentes (tiritas, gel frío y vaselina), algo de fruta, frutos secos y queso todo troceado para comer en los avituallamientos y un bidón con isotónico. Estoy convencido de que no voy a utilizar casi nada de lo que llevo, ya que existen avituallamientos de sobra a lo largo del recorrido pero me siento más aventurero equipado con mi mochila.

Me voy en coche a Colmenar, dejando una vez más a mi familia tirada el fin de semana, creo que un día volveré y me encontraré mis cosas en la calle y una nota de despedida. Tengo que preguntar un par de veces para llegar al polideportivo en donde comienza la carrera, me mandan de un sitio a otro y es que el pueblo dispone de varias instalaciones deportivas municipales, todo un lujo para los tiempos que corren. Por fin llego y hay un ambientazo por lo que tengo que aparcar un poco lejos.

Mientras me estoy preparando me llama mi primo para decirme que ya está en la salida y que me espera. Cuando llego al polideportivo me cuesta un poco localizarle entre tanto jaleo. Le acompaña toda su familia, aunque después de un poco de conversación y hacernos la foto de rigor, nos desean suerte y nos abandona, todavía queda un buen rato para que la salida y la mañana no esta muy agradable para estar en la calle con los niños.


Nos vamos para la pista de atletismo donde será la salida. Nuestra intención es calentar un poco, pero mientras mi primo me pone al día de su odisea en los Soplados se nos pasa el tiempo y arranca la carrera. Salimos prácticamente de los últimos, detrás de los andarines que son mayoría, parece que no hay demasiados corredores. Primera vuelta a la pista andando antes de salir a la calle. Decidimos que nosotros hemos venido a correr y empezamos a trotar suave ahora que hemos dejado la pista y podemos adelantar a la gente.

Los primeros metros son por asfalto pero en seguida lo dejamos para tomar los caminos de tierra. Vamos por el tramo del Camino de Santiago que une Madrid con la capital gallega pasando por Segovia y Valladolid, las flechas amarillas así lo indican. Hemos hecho bien en calzarnos las zapas de montaña, el camino aunque bien trazado y ancho tiene mucha piedra y la suela reforzada nos defiende algo cuando pisamos. El día está fresco y al fondo sobre la sierra nos esperan unas nubes muy negras, algunas ya están descargando sobre las cimas más altas.


Vamos todavía muy frescos y vamos charlando sobre lo humano y lo divino mientras avanzan los kilómetros. En algún tramo de subida nos ponemos a caminar pero casi todo el recorrido vamos trotando. Seguimos “corriendo” hasta el primer avituallamiento en donde aprovechando que hay una buena cuesta nos tomamos el primer descanso, subimos andando y comiendo algo de la fruta que cargo en mi mochila.

Recibo una llamada de teléfono de mi madre, en una carrera normal ni hubiera cargado con el móvil, pero esto es otra cosa y me permito el lujo de contestar la llamada, eso sí paro de correr y me pongo a andar mientras hablo. Mi madre no sabe si colgar cuando le digo que estoy en una carrera, pero la tranquilizo y charlamos un rato. Se despide dándome ánimos para que acabe bien pero que por favor vaya tranquilo, como le pasa a mi mujer no puede entender la locura que me ha dado por correr a los 40 años.


El camino se va haciendo más montañero según nos vamos acercando a la sierra, se estrecha algo y esta menos pisado, la vegetación gana terreno. Tenemos que cruzar algún riachuelo y tramos un poco más trialeros, pero siempre muy llevaderos. Ya corremos juntos los mismos y nos vamos intercambiando nuestras posiciones según corramos o andemos.

Delante nuestro se produce una caída, un chaval se ha despistado y tropezado con algún obstáculo por que ha caído sin control tan largo como es. Le cuesta unos segundos reaccionar hasta que se incorpora, pero se ha dado un buen trompazo además de múltiples arañazos en rodillas y manos lo peor es que se ha abierto un corte en la barbilla que sangra abundantemente. Con nosotros han parado un par de corredores más, uno saca el botiquín para intentar ponerle algún punto mientras mi primo le da un pañuelo para que pare la hemorragia. Creo que la carrera ha acabado para él, tienen que ponerle puntos en ese corte, él lo sabe y tiene un buen cabreo, después de tanta preparación retirarse por una tontería como esta da mucha rabia. Dándole ánimos seguimos corriendo, ya está bien acompañado y poco más podemos hacer.

Segundo avituallamiento, no me ha dado tiempo ni a tirar del botellín de isotónico que llevo en la mochila. En este me encuentro con un entrenador del colegio de mi hijo que esta de voluntario. Ya hemos coincidido en otras ocasiones pero ahora podemos charlar un poco mientras bebo el agua. Me da ánimos y me espera a la vuelta ya que el punto es de ida y vuelta.

Ya nos vamos acercando a la sierra y la Maliciosa que hasta entonces estaba cubierta por nubes empieza a despejarse y nos deja una vista espectacular de la sierra. Parece que hemos tenido suerte y las nubes que nos amenazaban en la salida han girado a nuestro alrededor y ahora las tenemos a nuestra espalda sobre Madrid.

Abandonamos el camino que sigue dirección Becerril y Cercedilla y nos desviamos hacia Manzanares con la Pedriza al fondo. Esta formación rocosa es un de las señas de identidad de nuestra sierra y la verdad es que resulta espectacular. Identifico el Yelmo y por supuesto el pueblo a sus faldas y el castillo de Manzanares.

Comienza una pronunciada bajada hacia el embalse donde aprovechamos para estirar piernas. La bajada acaba en un zona recreativa donde esta el avituallamiento que en esta ocasión además de agua tiene plátanos. Está claro que en la primera parte de la carrera no es necesario cargar con vituallas ni agua. Nos desviamos del camino principal que rodea el embalse y tomamos una senda que transcurre pegada a una valla para volver dirección al camino que hemos abandonado haciendo un bucle.


En este tramo el viento nos entra de espalda y ya no refresca además se ha despejado y aprieta el sol, empezamos a sufrir el calor. Está claro que hemos tenido mucha suerte con el tiempo, esta zona no tiene ni una sombra y cuando aprieta el sol se sufre de verdad. Volvemos a retomar el camino de Santiago y empezamos a cruzarnos con gente que va andando y todavía va en dirección a Manzanares. Seguimos corriendo a ritmos bajos aunque las piernas empiezan a cargarse y es que ya superamos la media maratón.

Vuelven a desviarnos del camino para hacer otro bucle, cruzamos un río y un par de voluntarios nos animan, pero al darse cuenta de que mi dorsal es verde lo que indica que me quedo a los 34 km y no finalizo los 100, comentan que a mi ya no me queda nada que por eso se me ve tan fresco.

Tomamos la vía del tren, supongo que este tramo estará abandonado, aunque mantiene las vías intactas. Corremos por la zona de piedra suelta y tenemos que parar varias veces para vaciar las zapatillas de las chinas que se nos meten dentro. Ya vamos más cascadillos y la conversación no es tan fluida, pero mantenemos el trote ligero. Obligo a mi primo a que andemos en algún tramo, creo que vamos demasiado rápido para completar los 100 km, aunque en apariencia va más fresco que yo.


Abandonamos la vía para tomar una senda entre el monte que nos conduce de vuelta a Colmenar. Tiene alguna subidita en la que andamos mientras nos hacemos alguna foto, parecemos excursionistas. Yo ya me voy fijando en los dorsales de color verde para que no me adelanten, se que mi posición en la carrera no es importante pero no puedo evitar que me traicione mi espíritu competitivo.

Ya estamos de vuelta en el camino de tierra a la salida de Colmenar, la verdad es que las 3 horas y media se nos han pasado muy rápido, entretenidos con la conversación y disfrutando del paisaje. Entramos en la calles asfaltadas y la zona de rotondas, debemos tener cuidado con el tráfico pues no está cortado. Mi primo se para en cuanto la calle se empina y se va quedando atrás. Yo ya no quiero parar me quedan un par de kilómetros y puedo agotar mis fuerzas, ya se que llego.

En la entrada a la pista de atletismo me está esperando una compañera de trabajo que vive en Colmenar y a la que he avisado de mi hora de llegada para que me fuera a animar. Me paro con ella y su marido a agradecerles el apoyo, me ven muy fresco y eso me anima. Pero todavía no he terminado y arranco otra vez para completar la vuelta a la pista de atletismo y cruzar la meta.


La meta un poco triste, los corredores entramos de uno en uno separados por muchos metros, nos da tiempo a posar, levantar los brazos y demás tonterías, y por supuesto no hay público que nos anime. Sólo te esperan un par de voluntarios que te hacen la foto de rigor y te entregan un diploma personalizado con tu nombre y un pin de la carrera en plateado, el dorado está reservado para los que completan los 100, un buen detalle.

Mi compañera me hace una foto mostrando mi diploma que rápidamente publica en el grupo de guasap de la oficina para que todos me vean. Tengo verdadeo aspecto de campeón. Un rato de charleta en donde se sorprenden de que seamos tantos locos para estas carreras y me rencuentro con mi primo al que le ha dado tiempo a cambiarse y estirar y ya está reponiendo fuerzas.


Le acompaño tomando una ensalada de pasta que da la organización y que a mí me sabe a gloria, porque nada más cruzar la meta me ha entrado un hambre horrible. Nos hacemos unas fotos antes de que el arranque para continuar con su aventura, yo le despido deseándole lo mejor. Lo que hace la cabeza, yo venía mentalizado para corre 34 km y una vez finalizado me han abandonado las fuerzas y el ánimo, sería incapaz de volver a arrancar aunque se que estoy preparado para hacer muchos más kilómetros.

Ducha reconfortante y ropas de paisano, todo un lujo para volver a casa como si no hubiéramos corrido, aunque las piernas no opinan lo mismo.


Nuestra primera idea era ser sistemáticos en nuestra carrera, correr 50 minutos a un ritmo cercano a los 6 min/km y andar unos 10 minutos. Lo que me ha resultado más complicado es mantener el ritmo lento, mis piernas están acostumbradas a una cadencia mucho mayor y tengo que concentrarme para que no se disparen. Pero cuando las distancias empiezan a ser largas, debes pensar siempre que quedan muchos kilómetros y que no puedes gastar todas las fuerzas.

Aunque esta experiencia me ha demostrado que al final la carrera es la que manda y hemos corrido cuando podíamos y andado cuando el terreno se hacía exigente, sobre todo en las subidas. Así a veces es mi primo el que ha decidido que tocaba andar y otras veces he sido yo el que ha parado, intentando aprovechar cuando íbamos andando para comer algo, hacer alguna foto. Y por supuesto siempre nos obligábamos a parar en los avituallamientos y andar un rato mientras bebíamos.


He sacado dos conclusiones, la primera es que a este ritmo me costaría finalizar los 100 km y la segunda y más importante que en estas distancias manda la cabeza sobre el cuerpo. Pero tengo más de un año para prepararme y aprender a correr las largas distancias.

martes, 18 de junio de 2013

Dejandome llevar por la corriente de agua

Esta es una de las grandes clásicas de la capital y ha alcanzado su 34 edición. Aunque desde hace varios años la organización ya no depende del Canal de Isabel II, mantiene su salida y llegada, en sus dos depósitos de agua de Plaza de Castilla y el Parque de Santander, como auténticos símbolos de la carrera y su nombre de "carrera del agua".

En los últimos años el recorrido ha cambiado en cada edición, pero siempre manteniendo la larga bajada por la calle Bravo Murillo, desde Plaza de Castilla hasta Cuatro Caminos, este tramo es el gran referente de la carrera. El resto del recorrido para completar los 10 km varía cada edición aunque suele mantener un tramo de subida por la Castellana.

Lo más característico de la carrera es su altimetría claramente favorable, prácticamente en bajada la mayoría del recorrido, únicamente se puede hablar de esfuerzo cuando hay que subir el tramo de la Castellana, pero son sólo un par de kilómetros. Esto hace que la velocidad sea alta y podamos buscar buenas marcas con “poco esfuerzo”.

















He quedado con mi cuñado para ir juntos en metro hasta la Plaza de Castilla donde empieza la carrera. Ya desde que salgo de mi casa me cruzo con corredores que van trotando por la calle Bravo Murillo hacia la salida, son un par de kilómetros de calentamiento. En el metro los vagones van completos por los corredores, aunque ya son varias mis participaciones en las carreras populares madrileñas, sigue sorprendiéndome de donde salimos tantos corredores.

Voy descubriendo entre los pasajeros a muchos de los “clásicos de las carreras” que he ido conociendo en los últimos años. Sentados en frente viajan una pareja de novios, ella le mira resignada, en realidad sólo corre por la insistencia de su pareja en que le acompañe, y a él le sale la vena proteccionista y le repite una y otra vez que va a ir a su ritmo que lo importante es llegar. Al lado nuestro va un corredor que no puede negar que lo suyo es el triatlón sus piernas de ciclista le delatan y también unas zapatillas muy llamativas con cordones de cierre rápido. Escucho la conversación de un grupo de amigos corredores, siempre es una mezcla de pique entre ellos y excusas para cubrir un posible fracaso, la típica “llevo sin poder entrenar las últimas semanas” junto a la muy utilizada “arrastro una lesión”, pero siempre seguido de previsiones de paso por kilómetros que a mi me alucinan, hablan con normalidad de correr los primeros kilómetros por debajo de los 4 minutos para reservar y atacar en los últimos kilómetros y estar cerca de los 35 minutos en la meta. También nos acompaña algún corredor veterano que se sonríe al comprobar nuestro nerviosismo, ellos siempre parecen tranquilos están curtidos en mil batallas pero si te fijas un poco mas siempre descubres algún detalle que delata que intentan disimular el  gusanillo de la carrera.


En esta ocasión había conseguido reclutar un gran equipo entre los compañeros de la oficina. Pero al final sólo tres han llegado a la línea de salida mientras que los demás se han quedado en el camino. Poniendo como excusa celebraciones familiares, lesiones fantasmas o falta de entrenamiento para ocultar el miedo escénico.

Entre los valientes que se enfrentan a los 10 km, está la gacela soriana en su afán de reventar todas las marcas de la empresa, y dos novatillos a los que ya he engañado en ocasiones anteriores para cubrir la distancia, por lo que no se estrenan, pero a los que no he conseguido enganchar al friqui mundo de los runners.

Llegamos a donde hemos quedado con el resto del equipo, ya están allí dos de nuestros acompañantes y la mujer de uno de ellos, ella si que tiene merito se ha levantado un domingo para acompañarnos y animarnos en nuestra pequeña aventura. Sólo nos falta el isleño que llega tarde. Cuando ya le vamos a llamar aparece con toda la tranquilidad del mundo. Su cara delata que no ha descansado lo suficiente, insiste en que no salio anoche pero al final confiesa que la fiesta la celebro en casa.


Calentamos un poco y nos cruzamos con Chema Martínez y Vanesa Veiga, última ganadora del MAPOMA. Será la única vez en que podamos correr junto a ellos durante la carrera, una vez que den la salida ellos volaran sobre las calles madrileñas mientras nosotros nos arrastramos. Pero al menos podemos decir que competimos en la misma carrera, haciendo un símil futbolero es como si jugáramos en un partido de liga junto al gran Raúl González. 

La Organización ha marcado cajones de salida en función del número de dorsal y este se otorga según la marca personal. A mí no me cuadra pues tengo un número posterior a mi cuñado y sólo puede ser que me lleve engañando durante el último año o ha mentido con su marca. En cualquier caso nos colocamos en la parte trasera como en otras ocasiones, animo al soriano a que se adelante para salir mejor colocado, pero está sobrado de fuerzas y le da igual, dice que ya adelantara por las aceras a todas los lentos que tenemos por delante.

Salida y a correr, la gacela nos deja rápidamente y yo decido irme con mi cuñado buscando una marca por debajo de los 50 minutos. Abandono a los noveles, para que se acompañen mutuamente y corran tranquilos. Haciendo zigzag entre los corredores vamos avanzando rápidamente y en seguida alcanzamos a la liebre de los 55 min. Ya estamos más cerca de nuestra posición de carrera pero al girar para tomar Paseo de la Habana se produce el primer tapón. Es complicado adelantar sin estorbar al resto de los corredores y decido tomármelo con más calma. Bajo el ritmo, el primer kilómetro lo hemos corrido por debajo de los 5 minutos, pero sigo adelantando a mucha gente que va de “tranqui”.

Ya estoy caliente y para mi alegría no me duele el gemelo que me ha estado dando problemas en los últimos entrenamientos, como veis yo también pongo excusas por si la carrera no se me da bien. Intento correr junto a mi cuñado, pero con tanta gente es prácticamente imposible, aparece y desaparece entre los corredores. Llegamos a Pio XII y la zona de toboganes donde la carrera se aligera un poco, opto por correr a mi ritmo y que me siga si puede.

Llego al primer punto de animación en el recorrido, en la Plaza del Perú he quedado con unos compañeros de trabajo que viven sobre la misma plaza y han prometido bajar para animarnos. Por mucho que busco no los veo por ningún lado, está claro que se han quedado en la cama. El lunes cuando llegue al trabajo se van a enterar, les pienso poner una gran cruz negra para varios meses.


Tenemos que superar un pequeño repecho para tomar otra vez Paseo de la Habana, es una bajada muy favorable, nos permite subir el ritmo y la carrera se estira. He perdido definitivamente a mi cuñado y ya corro solo cuando llegamos a la altura del estadio Bernabeu. Mientras que la gente recorta por la acera en la curva de la Plaza de los Sagrados Corazones, yo prefiero mantener el recorrido completo.

A partir de ese momento comienza la parte más dura del recorrido, pero voy ligero y sin dolor, lo que me anima y cuando tomo la Castellana mantengo el buen ritmo que llevo. Antes de llegar a la Plaza de Castilla ya he alcanzado también al globo de los 50 min, ahora si que estoy en mi posición de carrera. Tomo la rotonda de la plaza y enfilo la parte más típica de la carrera la larga “bajada” por la calle Bravo Murillo. Ancha y con un suave desnivel anima a alargar la zancada y subir el ritmo, eso hago y empiezo a disfrutar de verdad de la carrera. Sin darme cuenta ya estoy en la plaza de Cuatro Caminos.

Mi segundo punto de animación está en la calle Santa Engracia. Mi familia debe estar preparada pues la carrera pasa justo por la puerta de mi casa. Ya desde lejos veo a mi mujer y a mi enana, me salgo del recorrido y cruzo de acera para saludarlas. La canija aplaude a todos los corredores que pasan, pero cuando me ve venir lo hace todavía más fuerte. El mayor no ha bajado porque esta con el pie roto, en realidad porque todavía esta en pijama, y es que la adolescencia es muy dura.
 


Con nuevos ánimos me reincorporo al pelotón de corredores. Paso el cartel del km 9, aprovecho el momento para mirar el reloj que he olvidado durante la mayoría de la carrera. Me sorprende pues marca 40 minutos largos, me anima la posibilidad de volver a bajar de la barrera de los 45 y acelero el paso para conseguirlo. Este último kilómetro lo conozco perfectamente pues lo recorro cuando comienzo y termino todos mis entrenamientos. Me descoloco un poco cuando nos meten por dentro del parque de Santander yo esperaba que lo rodearíamos por la calle, pero tomo el tatami y tiro de todo lo que me queda. Nos vuelven a sacar por la puerta de la esquina opuesta que normalmente esta cerrada en donde se ha formado un pasillo con la gente que anima.

Ultima recta final por la calle para cruzar el arco de meta en 44 minutos exactos. Me hace mucha ilusión haber terminado el último kilómetro en menos de 4 min. Ya puedo descansar mientras espero al resto que van llegando con cuentagotas.

Hemos salido todos juntos pero cada uno ha optado por correr a su ritmo. El soriano una maquina por debajo de los 40, casi con marca para entrar en la San Silvestre internacional. Mi cuñado enfadadísimo, se ha relajado en la segunda parte de la carrera y no ha bajado de su mejor marca. El isleño llega como una moto, el año pasado por estas fechas en su primer 10,000 sufrió mucho para bajar de la hora y hoy ha rebajado esa marca en varios minutos y llega a la meta sobrado, tanto que ya esta pensando en cuando vamos a correr por la montaña. Y su pareja entra un poco después pero claramente por debajo de la hora y en su caso con mucho merito pues tiene unas ampollas impresionantes en la planta de los pies.

Reunidos todos celebramos la estupenda mañana de carrera, esta claro que el recorrido es muy favorable y eso siempre ayuda. Foto de despedida para inmortalizar el momento y cada uno a su casita.


Domingo perfecto, buen recorrido, buenas sensaciones y sobretodo buena compañía. Si además a eso unimos que me he encontrado físicamente bien y mi tiempo final sin superar mi mejor marca personal ha sido bueno, no puedo hacer otra cosa que decir que la carrera ha sido un éxito.

Terminada puedo marcar una x más en mi reto de los Top Ten de los 10.000 madrileños y completar así cuatro de las diez clásicas. Próximo gran objetivo el Maratón de Zaragoza en el mes de septiembre, por delante se me presentan unos meses veraniegos de calor y muchos kilómetros. Creo que deberé amenizarlo con alguna nueva carrera, conociéndome seguro que se me ocurre alguna buena idea para no aburrirme.