Como
dice la canción Sevilla tiene algo especial, yo diría que tiene muchas cosas
especiales. Empezando por su Catedral, que tiene patio para los naranjos y
minarete como las mezquitas, aunque lo llamen Giralda en honor a la veleta que
lo corona. El río Guadalquivir que la atraviesa para formar una isla de la
Cartuja que no es isla y en su orilla la Torre del Oro, que ni es de oro y ni
siquiera torre.
Celebra
las fiestas a su manera, comenzando por la Semana Santa y terminando con la
Feria de Abril. Con todo el mundo en la calle, en las primeras vestidos con
capirote y en la feria con lunares. Su clima hace de ella la capital más
calurosa de España, lo cual significa que en invierno se va en mangas de camisa
y en verano no se pueda estar más que a la sombra. Pero sobretodo tiene una
gente especial.
Como
no podía ser menos Sevilla también tiene un maratón especial. Es el primer gran
maratón español del año y un circuito llano, muy llano, de hecho se vanagloria
de ser el más plano de toda Europa. Una temperatura para las fechas 4 o 5
grados superiores al resto de la península, así que mientras en la meseta nos
congelamos en Sevilla disfrutan de una primavera adelantada.
Un
recorrido variado y monumental. Comienza en la isla de la Cartuja, atravesamos
el barrio de Triana y cruzando el Guadalquivir nos llevara corriendo paralelos al
río para visitar la Torre del Oro y la Maestranza. Abandonaremos el centro para
dar una gran vuelta por la periferia sevillana, hasta la famosa Avenida de
Kansas City, para visitar los dos estadios de los grandes rivales futbolísticos
de la ciudad y volver hacia el río.
Pero
tendremos que aguantar hasta el kilómetro 30 si queremos disfrutar de lo mejor
del recorrido, el parque de Maria Luisa, Plaza de España, Catedral, Plaza Nueva
y Alameda de Hércules. Atravesamos todo el casco antiguo de un extremo a otro
por las calles peatonales esta vez cerradas para los corredores.
Ya
sólo nos queda el final, cruzar por el modernista Puente de la Barqueta,
perdernos por el Parque del Alamillo para acabar en el Estadio Olímpico de la
Cartuja y al estilo de Abel Antón cuando gano el mundial de maratón en esta
misma pista, cruzar la meta con los brazos en alto.
www.maratondesevilla.es
Mi
maratón de Sevilla comenzó mucho antes de que dieran el pistoletazo de salida
en la Cartuja, aproximadamente dos semanas antes. Exactamente un viernes por la
tarde, donde todo se puso de cara para poder salir a entrenar, algo que no es
habitual ya que mis obligaciones laborales y familiares me obligan a correr
bajo la luna. Aprovecho para correr por los caminos del parque de la Dehesa, mi
idea rodar unos 20 kilómetros a ritmo de maratón.
Pero
a mitad de recorrido empiezo a notar dolor en la planta del pie derecho, aunque
bajo un poco el ritmo el dolor continua, pero soy tan cabezota que fuerzo para
acabar la tirada. En cuanto paro el dolor desaparece pero después de la ducha y
ya tranquilo, me comienza a dolor la rodilla de esa pierna, se me queda
bloqueada, un buen susto pero poco a poco vuelve todo a la normalidad.
Descanso
un par de días y vuelvo a correr, no aparece ningún dolor pero nota la rodilla
“rara”. Decido hacer la última tirada larga que me quedaba en mi plan de
entrenamiento, la idea es llegar a las 3 horas, después de la experiencia de
Zaragoza he decidido hacer tiradas más largas para probar sensaciones. Los
primeros kilómetros van bien a buen ritmo y sin dolor, pero a la hora la
rodilla me empieza a doler. Decido no arriesgar, doy la vuelta y directo a
casa, solo faltaba que me quedara tirado a 10 kilómetros de casa. Bajo el ritmo
y paso de correr el kilómetro a 5:10 a hacerlo por encima de 5:30. El dolor
parece que disminuye y decido seguir hasta completar las 3 horas.
Me
ocurre lo mismo que en la otra ocasión, en cuanto dejo de correr el dolor
desaparece pero está claro que tengo un problema. Puedo ir al médico pero se el
tratamiento, reposo y reposo, sólo me
quedan dos semanas para el maratón, si paro ahora significa que pierdo todo los
meses de entrenamiento, pero si no lo hago puedo lesionarme más. La gran duda
de todos los corredores, forzar o descansar. Decido continuar con el plan de
maratón y ver cómo voy evolucionando, total estoy ya en las semanas de
descanso.
Mezclo
buenos entrenamiento sin dolor, con tiradas en donde a los 9 o 10 kilómetros
empieza a molestarme. Paso de la euforia de pensar que es todo producto de los
nervios del pre maratón a la depresión de estar convencido de que voy a ser
incapaz de terminar la carrera. El lunes de la semana anterior al maratón me
levanto con el objetivo de terminar el maratón en 3:35, pero a mitad de semana ya
solo pienso en terminarlo y acabo el viernes organizando una porra en la
oficina en donde se apuesta en qué kilometro me voy a retirar.
A
mi bajada de moral se añade las bajas de última hora de mi equipo de apoyo.
Primero mi hijo, se tiene que quedar en Madrid para estudiar, la semana
siguiente tiene todos los exámenes de final de parcial y sólo faltaba que
tuviera la excusa de haberme acompañado a Sevilla para justificar los suspensos.
A dos días de viajar es mi madre la que coge un constipado de narices y también
tiene que darse de baja. Parece que todo se me pone en contra, pero al menos
mis dos mujeres me acompañan y mi hermana pequeña y su tribu me darán todo su
apoyo.
Viajo
el viernes a Sevilla para aprovechar el sábado y quedar con mis tíos
sevillanos. Viven justo detrás de la catedral con una vista de la Giralda de
postal. Pero sobre todo para conocer la ciudad de día, debo confesar que a mi
edad solo he venido de noche a ver las procesiones de semana santa y en el año 92
para la expo aunque sólo visite los pabellones y no la ciudad.
El
sábado quedamos a comer con mis tíos y mi prima a la que no veo desde hace
años, pero antes mi cuñado me acompaña a la feria del corredor. Está claro que los
astros no me favorecen, de camino se rompe la dirección del coche y nos quedamos
tirados en mitad de Sevilla. Mientras el coche se lo lleva la grúa, nos vamos caminando
al lugar donde hemos quedado a comer. Al menos el día es espectacular y comemos
en una terraza un poco de todo disfrutando del sol en la cara. Después de un
invierno de lluvia y viento parece que tendremos una ventana de buen tiempo
sevillano para correr el maratón.
Terminada
la comida abandono a toda mi familia y cojo un taxi para ir a la feria del
corredor y recoger mi dorsal, al menos el taxi funciona. Recojo mi dorsal sin
problemas ni colas, pero sorpresa me toca el dorsal “rosa” en el cajón “rosa” y
es que todo se me pone en contra, no me va nada con la camiseta verde que
llevare mañana. Mención especial merece la equipación que me entregan con la
bolsa del corredor, camiseta de tirantes y pantalón minicorto, todo muy
profesional, pero por el ataque de risa que le entra a mi mujer y a mi hermana
cuando me lo pruebo está claro que no me favorece demasiado y es que este
cuerpo mío hay que taparlo un poco más para que no se enfrié.
Esa
tarde recibo varios mensajes de ánimo de los compis de la oficina, está claro
que debo ser muy pesado con mis historias para que se acuerden de mí un sábado
por la noche. En cualquier caso se lo agradezco mucho.
El
día termina con una buena cena y a la cama a dormir. Los nervios no me dejan
descansar demasiado bien, a las 5:00 ya me despiertan las campanadas de la
iglesia próxima. Aunque vuelvo a dormirme me despierto con las campanadas de
las 6:00 y de las 7:00, no espero que suene el despertador y decido levantarme
y empezar a prepararme para la carrera.
Dejo
a todos dormidos y me voy al Estadio de la Cartuja. Ambientazo en los
alrededores, lo disfruto mientras doy toda la vuelta al estadio para llegar al
guardarropa. Dejo la mochila y me dirijo a la salida, todavía hace fresco y
busco los pocos rayos de sol para calentar un poco. Me cruzo con los keniatas y
con miles de corredores que como yo no pueden soportar los nervios. Decido
meterme en mi cajón rosa de salida segundos antes de que quiten las cintas que
lo delimitan y nos juntemos todos los corredores achuchándonos contra la línea
de salida.
En
ese momento es cuando tomó la decisión que he ido demorando estos últimos días,
decido correr a un ritmo de 5:20 el kilómetro. Sin forzar y procurando
olvidarme del reloj, con la esperanza de que la rodilla aguante y pueda
terminar. A pesar de todo es la primera vez que llevo un billete de 20 euros en
el bolsillo por si me quedo tirado y tengo que tomar un taxi para volver al
apartamento.
Salida
y a correr, primeros metros de marea humana en donde me adelantan por la
derecha por la izquierda, por arriba y por abajo. El trazado por la isla de la
Cartuja transcurre por avenidas anchas que permiten correr cómodo a pesar de la
multitud, aunque a un ritmo más bien lento. Veo pasar la liebre de las 3:30 y
me despido de ella, hoy no es el día para seguirla. Atravesamos el barrio de
Triana, donde algunos salen a animarnos en pijama a la puerta de su casa.
Llegamos
a los primeros 5 km y mi rodilla aguanta bien, aunque con esto contaba, el
problema va a ser a partir de ahora. Cruzamos el río por el puente de San
Telmo, en donde ya nos encontramos con gente animando, pero es nada más cruzar
a la otra orilla cuando hay un verdadero pasillo humano que nos anima.
Sorprendente por ser el principio del recorrido y todavía muy temprano pero de
verdad que se agradece un montón. A lo largo del recorrido se repetirá varias
veces, detrás de una curva y en zonas poco emblemáticas nos volveremos a
encontrar corriendo por un pasillo de gente que nos anima. Y es que Sevilla es
especial.
Disfruto
del recorrido por la ribera del Guadalquivir, pasando por la Torre del Oro y la
Maestranza, aunque voy más pendiente de mi rodilla y el reloj que del entorno.
Controlo los ritmos para no acelerarme, sé que aunque me encuentre fuerte la
idea es acabar. En esa zona me alcanza la liebre de las 3:45, esa puede ser una
buena referencia, pero decido hacer la carrera en solitario y no juntarme a
ningún grupo en concreto. La liebre parece que va un poco rápido por lo que
comentan a mi alrededor pero sin cambiar mi ritmo la mantengo siempre a unos
metros haciendo la goma con ella, ahora me acerco, ahora me alejo.
Ya
estoy en el paso de los 10 km y la rodilla aguanta, con un dolor sordo pero
nada intenso que me permite correr con total normalidad. Los tiempos por debajo
de los 5:20 como era mi intención. Todo parece en su sitio pero llega el tramo
más aburrido, del 10 al 30 el recorrido sale fuera del casco antigua y no hay
nada que distraiga nuestras atención, solo hay que correr. Por eso decido tomármelo
como tramos de 5 kilómetros, ese será mi objetivo correr los próximos 5 sin
dolor y a un ritmo mantenido.
Sólo
pierdo mi concentración en la zonas de mayor animación de público donde me
acelero y disparo el ritmo por debajo de los 5:00 min/km y es que uno se viene
arriba al oír los ánimos de la gente. Sigo teniendo como referencia la liebre
de las 3:45, pero pierde su globo naranja y dejo de controlarla, quizás mejor
me agobiaba un poco ir por detrás de esos tiempos, más propios de mis primeras
carreras.
Paso
la media maratón en un más que discreto tiempo de 1:53, pero ya no tengo
dolores en la rodilla y corro más animado, por primera vez pienso que puedo
terminar sin problemas. Los kilómetros pasan rápidos de 5 en 5 y ya estamos en
las 2 horas de carrera, el grupo sigue siendo muy compacto, pero al contrario
que al principio soy yo el que va adelantando a muchos corredores.
Pasamos
por los estadios del Sevilla y el Betis, en este último sin querer me junto a
un grupo de corredores de un club, cuatro chicas y un chico. No quiero parecer
un intruso pero no puedo evitar que mi ritmo sea similar y corro en paralelo a
ellos, procuro marcar el ritmo en algún tramo y no molestarles en su carrera.
Por
fin hemos llegado a la parte más bonita del recorrido. Entro en el parque de
Maria Luisa, en donde el camino se hace más estrecho y después de varios giros
a derechas e izquierdas por entre la arboleda, desembocamos en la Plaza de
España. La recorremos completa de un extremo a otro, en total media vuelta al
ruedo, la vuelta completa, las orejas y el rabo quedan para cuando entremos en
el estadio de la Cartuja en el último kilómetro.
Salimos
directos al casco antiguo de Sevilla, mientras avanzo por las calles recupero
los ánimos, me olvido de ritmos, dolores y disfruto como un enano, por momentos
como este es por lo que me gusta correr. En el tramo paralelo a la Catedral la
gente forma un pasillo a nuestro paso, aunque no animen mucho. Y desembocamos
en la Plaza Nueva donde debe estar mi grupo de apoyo. Al primero que veo es a
uno de mis sobrinos que corre delante de mí para avisar de mí llegada. MI mujer
me anima sentada tranquilamente en una terraza y mi canija me ve llegar y empieza
a aplaudir con su prima. También están allí mis tíos a los que esperaba haberme
encontrado a la altura de su casa y por supuesto mi hermana y mi cuñado. Tengo
que parar a saludarlos, fotos y muchos ánimos “¿Vas bien?”, “Te vemos fresco”,
“Ya queda poco”.
Debo
abandonarlos para terminar la carrera, total “sólo” quedan 5 kilómetros, aunque
pensándolo bien en el mejor de los casos son 25 minutos más corriendo. El
pensamiento no es que me anime mucho y cuando paso por delante del apartamento pienso
en subir a darme una buena ducha. Venzo las tentaciones y consigo mantener el
buen ritmo mientras callejeamos camino del estadio. Pasamos por la Alameda de Hércules
con mucha animación y salimos de nuevo al río, pero primero tenemos que superar
un repecho corto pero empinado. Se oyen las protestas de varios corredores, "Joder con la cuestecita", pero apretamos los dientes y cruzamos el Puente de la
Barqueta.
Ya
estamos de vuelta en la isla de la Cartuja y el parque del Alamillo, con mucha
menos animación que en las calles del centro. Sé que voy a terminar pero me
queda saber cómo, me empieza a doler otra vez la rodilla y en realidad todo el
cuerpo. En esta ocasión me he librado del desfallecimiento pero no del
agotamiento, sólo queda aguantar y terminar.
Ultimo
avituallamiento, decido parar a beber tranquilamente. Excepto en los primeros en donde daban botellas de agua, el resto han sido con vasos y
no es fácil correr y beber del vaso sin derramarlo. Cuando son de agua el
problema es menor, te refrescas y punto, pero cuando es isotónico te quedas
pegajoso los siguientes kilómetros. Esta vez voy a beber y no ducharme.
Creo
que en realidad era una excusa para andar un poco, pero vuelvo a arrancar. Me
quedan los 2 últimos kilómetros y voy a hacerlos corriendo como un campeón. El
ritmo ha bajado pero ya me da igual, disfruto de la entrada en el estadio por uno
de los túneles, bajada y después subida en donde dejo mis últimas fuerza.
“Gloriosa
entrada en el estadio con las gradas completas aplaudiendo mi gesta como vencedor
de la maratón, todo un subidón.”
Aunque
en mi caso se trata de una mera ilusión producto del cansancio y me conformo
con dar una vuelta al estadio disfrutando interiormente de mi momento y
cruzando la meta con un gesto de superación personal que pasa desapercibido
para los pocos espectadores que están en una de las gradas laterales y que
buscan a sus familiares entre el grupo de corredores populares que vamos
terminando.
Busco
ansioso mi medalla, mi tesoro que de fe de que fui capaz de correr la distancia
superando las adversidades de las últimas semanas, por una vez lo que mal
empieza no acaba mal. Ya tengo la medalla al cuello y es el momento en que me
doy cuenta de lo que me duele la pierna, hasta me cuesta andar. Procuro estirar
y transcurridos unos minutos todo vuelve a la normalidad, deja de doler y
aunque de modo robot vuelvo a moverme.
Tenemos
que abandonar la pista de atletismo y meternos en los túneles para que nos den
algo de beber. Pero dentro hace fresco y me quedo helado, me enrollo en unos de
los plásticos que da la organización y bebo mucho líquido. Hago un repaso y excepto
la pierna, físicamente me encuentro perfecto. De nuevo tengo que dar toda la
vuelta al estadio para llegar hasta el guardarropa y ponerme una camiseta seca.
Hablo
por teléfono con mi cuñado, que tiene el detalle de venirme a buscar, para ver
donde quedamos. El caos a la salida del aparcamiento es total y nos cuesta más
de 20 minutos encontrarnos. Tengo que dar toda una vuelta al estadio para poder
llegar hasta donde está atascado con el coche, pero me ayuda a estirar las
piernas y disfrutar del ambientazo.
Por
fin sentado en el coche mando un WhatsApp a mi familia para fardar de mi logro
y tranquilizarles sobre mi estado físico, incluyo la amenaza de que ya estoy
pensando en el siguiente. El cachondo de mi hijo contesta que me olvide de
correr y me preocupe de mi rodilla que no quiere empujar mi silla de ruedas
dentro de unos años, siempre tan cariñoso y practico este hijo mío.
Me
quedo en el apartamento y disfruto de una bien merecida ducha, es un desastre
que no hubiera posibilidad de ducharse en el estadio. Llamada de rigor de mi
madre y de varias de mis hermanas y mensaje a la oficina para avisarles que
ninguno ha ganado la porra y una vez más tendrán que soportar la historia de mi
gesta. Me reúno con mi equipo y disfruto de una merecida comida de pasta antes
de coger el coche para terminar mi particular maratón con los 550 km de viaje
conduciendo hasta Madrid, para que luego digan que el maratón se acaba al
cruzar la meta.
Estoy
feliz y no me separo de mi medalla que guardo como un tesoro en el bolsillo. No
ha sido mi mejor maratón, he estado lejos de los tiempos en que debería
moverme. Pero después de la última semana de dudas y problemas físicos, me
siento satisfecho de haber terminado y sobretodo de poder decir que he
disfrutado durante muchos kilómetros. Sevilla muy especial, sus calles, su
gente, su clima y su Maratón, un lujo que todo corredor popular debe disfrutar.
Haciendo
recapitulación de mí trayectoria maratoniana ya llevo cinco muescas en mi
cinturón. De aquel reto que me propuse ya he corrido en Valencia, Madrid, San Sebastián
y Sevilla solo me quedan Barcelona y Bilbao para completar los seis maratones
más longevas de España. No tengo prisa y como ocurrió con Zaragoza creo que en
medio puede que visite alguna otra ciudad para probar su maratón.
Ahora
a descansar visitar al médico y recupera la rodilla. Pero seguro que pasadas
unas semanas ya estaré buscando nuevos retos. Mi mujer está empeñada en que el
próximo maratón sea en Roma y yo nunca le he podido negar ningún capricho. Pero
eso será ya el año que viene.