viernes, 28 de marzo de 2014

De Leganés a Getafe y a correr por que me toca

La Carrera Intercampus es una de las carreras más antiguas y de mayor tradición del sur de Madrid que transcurre entre los campus universitarios de dos de las ciudades más importantes del primer anillo sur de la capital, Getafe y Leganés.

Cada año se corre en un sentido, por lo que una edición es en bajada y la siguiente en subida. Aunque el recorrido no tiene un desnivel importante y podemos en ambos casos clasificarla como una carrera rápida.

Es una carrera para “correr”, ya que no destaca por un recorrido vistoso ni monumental y el público y la animación es escasa. Pero una organización ejemplar, tanto en la salida como en la llegada, un número de corredores adecuado y su trazado por avenidas anchas nos permitirá correr de forma muy cómoda y sólo podremos echar la culpa de no hacer una buena marca a nuestras piernas.


www.uc3m.es/intercampus













Hoy voy a correr con tres compañeros de trabajo, dos ya son veteranos en esto de las carreras pero llevamos un novato que se estrena. Hemos quedado en el campus de Getafe donde es la llegada para dejar hay los coches y tomar el autobús de la organización que nos llevara a la salida. Llego al punto de reunión no sin antes perderme como siempre y aparecer en el ayuntamiento donde me confirman que me he despistado.

Localizo a dos de mis compis pero el tercero no aparece, hemos hablado por teléfono con él y está en la calle Madrid, la misma donde nosotros estamos esperando en la cola de salida de los autobuses. Nos cuesta un par de llamadas pero al final se aclara el misterio cuando pregunta a un voluntario por los autobuses que llevan a la salida y le contesta que ya está en la salida. Él también está en la calle Madrid, pero en la de Leganés, también es casualidad que haya una calle con el mismo nombre cerca de la llegada.

Después de un recorrido en autobús que nos parece más largo de lo que esperábamos, nos juntamos el grupo, recogemos los dorsales, foto de rigor y dejamos la ropa en el guarda ropas. Todo sin colas, ni problemas, algo cada vez menos habitual en las carreras populares. Calentamos un poco, porque aunque ya es primavera, hace una mañana fresca, de hecho he tenido que volver a sacar la camiseta térmica que había guardado las últimas semanas.


Nos colocamos en la salida justo de detrás de la marca de SUB-50, aunque nuestro objetivo es bajar de los 55 min. Me sigue sorprendiendo que algunos corredores se obsesione tanto por colocarse delante en las salidas, muchos por encima de sus ritmos lo que genera luego tapones y que les estén adelantando todo la carrera. Y es que las barriguitas y el aspecto “atlético” de alguno de los corredores que están en los cajones delanteros delatan claramente que sus ritmos son algo menores.

Dan la salida y mis compañeros salen disparados, parece que hoy quieran disputar la victoria a los africanos. Es cierto que los primeros kilómetros son en una pronunciada bajada y anima a lanzarse, pero el ritmo que marcan es alto para lo que habíamos hablado y creo que más de uno puede pagarlo  a mitad de recorrido.

Comenzamos callejeando por Leganés para tomar una ancha avenida que nos sacara del pueblo. Yo disfruto del ritmo vivo con que han empezado la carrera, me pongo detrás de ellos y dejo que me lleven, hasta el novato parece ir alegre. Pasamos los primeros kilómetros en unas marcas rápidas, Km.1 en 5:05 para luego acelerar aún más y pasar el Km.2 en 4:58 y el Km.3 en 4:55.

A partir de ese kilómetro el recorrido se endereza y empezamos a llanear, el ritmo de mi grupo baja y el novato se coloca en modo soplador y opta por bajar la velocidad. Decido quedarme con él, después de picarle en la oficina durante semanas y engañarle para que corra me parece mal abandonarle a su suerte. Los otros dos “monstruos”, después de reventar al novato en los primeros kilómetros, van a hacer su carrera y poco a poco se nos alejan.

A pesar del calentón inicial aguantamos a buen ritmo y llegamos a la parte central de la carrera que transcurre por anchas y largas avenidas. Vamos superando una sucesión de pequeños repechos y rotondas, cada vez que atacamos una subida el ritmo se resiente, para luego se acelera en la bajada.

El recorrido no distrae demasiado, pasamos por polígonos, centros comerciales y zonas ajardinadas bastante anodinas. Tampoco hay mucho público, bueno realmente no hay nadie, como mucho algún vecino asomado a la ventana de su casa, la mayoría en pijama todavía, y algún familiar que ha bajado a animar a su corredor.  Nuestra mente no se distrae y está concentrada en el esfuerzo de la carrera, de hecho todos los corredores nos contagiamos de este ambiente y prácticamente no se oyen conversaciones.


Yo procuro que mi compi se distraiga y le voy marcando los tiempos y los kilómetros que pasamos, en todo momento le animo diciendo que vamos a muy buen ritmo y sobretodo van pasando los kilómetros y aguantamos a un ritmo entre 5:20 y 5:30.

Personalmente tengo sensaciones estupendas, es cierto que el ritmo no es muy exigente pero todas las dolencias de mi rodilla han desaparecido. Después del maratón de Sevilla, visite al traumatólogo y me confirmo que era una sobrecarga seguramente como consecuencia del cambio de zapatillas. Tratamiento simple, baja un poco el ritmo y si te duele más vuelve a revisión, todo una eminencia, al menos no me prohibió correr.

Yo soy muy obediente y le hice caso. Los dolores han desaparecido al mismo ritmo que mi buena forma, ahora me he convertido en un corredor diésel de cortas distancias y ritmos lentos, pero al menos no me duele la rodilla.


A la altura del centro comercial del Corte Ingles pasamos la frontera entre Leganés y Getafe, no es que sea realmente importante, la carrera sigue igual, la misma avenida, el mismo ritmo, la misma animación, nada ha cambiado.

Llegamos al cruce con la carretera de Toledo en el kilómetro 8 del recorrido, se trata de un repecho corto pero duro para subir el puente que cruza la autovía. Al menos nos despierta del trance hipnótico en que hemos caído. Antes de atacar el repecho tenemos que dar la vuelta a una rotonda, nos da tiempo a ver a nuestros compis en lo alto del puente y pensar en lo que van a dolernos las piernas, ya calientes de la carrera. Aunque quiera hacerlo muy épico no es más que una subida de 60 m, que a ritmo cansino superamos sin problemas.

Pasamos por encima de los coches que circulan por la carretera y nos lanzamos empujados por la bajada hacia los últimos kilómetros de callejeo por Getafe. Pasamos la marca del kilómetro 9 y el novato se anima, es el momento del hachazo definitivo para dejar descolgados al resto de los corredores. Pero el ataque es demasiado prematuro y después de unos metros las fuerzas fallan y volvemos a nuestro ritmo.


Entramos en el campus de la universidad y ya se puede oler la meta aunque no la vemos, al fondo los corredores giran a la derecha y suponemos que tras la esquina estará la meta por lo que decidimos hacer un último acelerón. Pero al girar no aparece la meta sino otra calle, tras el primer fiasco volvemos a acelerar seguro que está tras la siguiente esquina pero tampoco.
Esprintando y frenando recorremos los últimos giros del recorrido hasta que al final aparece el arco de meta. El novato hace el último sprint para cruzar la línea, yo me dejo llevar y entro unos metros por detrás de él. Marcamos un más que aceptable tiempo por debajo de los 54 min, sobre todo para ser su primer 10.000.

Felicito al novato que se saluda con todo el que encuentra en su camino, tiene las endorfinas disparadas y está eufórico, aunque esta tarde seguro que paga el esfuerzo. Nos juntamos con los otros dos compis, han terminado 2 y 1 minuto por delante de nosotros, tampoco nos han sacado tanto tiempo en los últimos 5 km.

Recogemos la bolsa del corredor, muy abundante con tres bebidas y fruta, y la camiseta a elegir entre tres colores distintos, por casualidad todos optamos por el naranja más chillón. Comentamos la carrera nos hacemos alguna foto para la posteridad y volvemos a casa para disfrutar de la tarde del domingo. El lunes en la oficina será el tema de conversación en el café.


Estupendo último entrenamiento para la Media de Madrid. Este año nos vamos a juntar un buen grupete para esta carrera, apuntados que no confirmados estamos seis, la mitad se estrenan en la distancia. Crucemos los dedos para que nos acompañe el tiempo y las buenas sensaciones. Nuestro único objetivo mejorar las marcas del año pasado entrar en el Retiro por debajo de las 2 horas y a ver si este año nos podemos tomar unas cervezas cuando terminemos.

jueves, 6 de marzo de 2014

De Maratón bajo la Giralda

Como dice la canción Sevilla tiene algo especial, yo diría que tiene muchas cosas especiales. Empezando por su Catedral, que tiene patio para los naranjos y minarete como las mezquitas, aunque lo llamen Giralda en honor a la veleta que lo corona. El río Guadalquivir que la atraviesa para formar una isla de la Cartuja que no es isla y en su orilla la Torre del Oro, que ni es de oro y ni siquiera torre.

Celebra las fiestas a su manera, comenzando por la Semana Santa y terminando con la Feria de Abril. Con todo el mundo en la calle, en las primeras vestidos con capirote y en la feria con lunares. Su clima hace de ella la capital más calurosa de España, lo cual significa que en invierno se va en mangas de camisa y en verano no se pueda estar más que a la sombra. Pero sobretodo tiene una gente especial.

Como no podía ser menos Sevilla también tiene un maratón especial. Es el primer gran maratón español del año y un circuito llano, muy llano, de hecho se vanagloria de ser el más plano de toda Europa. Una temperatura para las fechas 4 o 5 grados superiores al resto de la península, así que mientras en la meseta nos congelamos en Sevilla disfrutan de una primavera adelantada.

Un recorrido variado y monumental. Comienza en la isla de la Cartuja, atravesamos el barrio de Triana y cruzando el Guadalquivir nos llevara corriendo paralelos al río para visitar la Torre del Oro y la Maestranza. Abandonaremos el centro para dar una gran vuelta por la periferia sevillana, hasta la famosa Avenida de Kansas City, para visitar los dos estadios de los grandes rivales futbolísticos de la ciudad y volver hacia el río.

Pero tendremos que aguantar hasta el kilómetro 30 si queremos disfrutar de lo mejor del recorrido, el parque de Maria Luisa, Plaza de España, Catedral, Plaza Nueva y Alameda de Hércules. Atravesamos todo el casco antiguo de un extremo a otro por las calles peatonales esta vez cerradas para los corredores.

Ya sólo nos queda el final, cruzar por el modernista Puente de la Barqueta, perdernos por el Parque del Alamillo para acabar en el Estadio Olímpico de la Cartuja y al estilo de Abel Antón cuando gano el mundial de maratón en esta misma pista, cruzar la meta con los brazos en alto.

www.maratondesevilla.es















Mi maratón de Sevilla comenzó mucho antes de que dieran el pistoletazo de salida en la Cartuja, aproximadamente dos semanas antes. Exactamente un viernes por la tarde, donde todo se puso de cara para poder salir a entrenar, algo que no es habitual ya que mis obligaciones laborales y familiares me obligan a correr bajo la luna. Aprovecho para correr por los caminos del parque de la Dehesa, mi idea rodar unos 20 kilómetros a ritmo de maratón.

Pero a mitad de recorrido empiezo a notar dolor en la planta del pie derecho, aunque bajo un poco el ritmo el dolor continua, pero soy tan cabezota que fuerzo para acabar la tirada. En cuanto paro el dolor desaparece pero después de la ducha y ya tranquilo, me comienza a dolor la rodilla de esa pierna, se me queda bloqueada, un buen susto pero poco a poco vuelve todo a la normalidad.

Descanso un par de días y vuelvo a correr, no aparece ningún dolor pero nota la rodilla “rara”. Decido hacer la última tirada larga que me quedaba en mi plan de entrenamiento, la idea es llegar a las 3 horas, después de la experiencia de Zaragoza he decidido hacer tiradas más largas para probar sensaciones. Los primeros kilómetros van bien a buen ritmo y sin dolor, pero a la hora la rodilla me empieza a doler. Decido no arriesgar, doy la vuelta y directo a casa, solo faltaba que me quedara tirado a 10 kilómetros de casa. Bajo el ritmo y paso de correr el kilómetro a 5:10 a hacerlo por encima de 5:30. El dolor parece que disminuye y decido seguir hasta completar las 3 horas.

Me ocurre lo mismo que en la otra ocasión, en cuanto dejo de correr el dolor desaparece pero está claro que tengo un problema. Puedo ir al médico pero se el tratamiento, reposo y reposo, sólo me quedan dos semanas para el maratón, si paro ahora significa que pierdo todo los meses de entrenamiento, pero si no lo hago puedo lesionarme más. La gran duda de todos los corredores, forzar o descansar. Decido continuar con el plan de maratón y ver cómo voy evolucionando, total estoy ya en las semanas de descanso.


Mezclo buenos entrenamiento sin dolor, con tiradas en donde a los 9 o 10 kilómetros empieza a molestarme. Paso de la euforia de pensar que es todo producto de los nervios del pre maratón a la depresión de estar convencido de que voy a ser incapaz de terminar la carrera. El lunes de la semana anterior al maratón me levanto con el objetivo de terminar el maratón en 3:35, pero a mitad de semana ya solo pienso en terminarlo y acabo el viernes organizando una porra en la oficina en donde se apuesta en qué kilometro me voy a retirar.

A mi bajada de moral se añade las bajas de última hora de mi equipo de apoyo. Primero mi hijo, se tiene que quedar en Madrid para estudiar, la semana siguiente tiene todos los exámenes de final de parcial y sólo faltaba que tuviera la excusa de haberme acompañado a Sevilla para justificar los suspensos. A dos días de viajar es mi madre la que coge un constipado de narices y también tiene que darse de baja. Parece que todo se me pone en contra, pero al menos mis dos mujeres me acompañan y mi hermana pequeña y su tribu me darán todo su apoyo.

Viajo el viernes a Sevilla para aprovechar el sábado y quedar con mis tíos sevillanos. Viven justo detrás de la catedral con una vista de la Giralda de postal. Pero sobre todo para conocer la ciudad de día, debo confesar que a mi edad solo he venido de noche a ver las procesiones de semana santa y en el año 92 para la expo aunque sólo visite los pabellones y no la ciudad.

El sábado quedamos a comer con mis tíos y mi prima a la que no veo desde hace años, pero antes mi cuñado me acompaña a la feria del corredor. Está claro que los astros no me favorecen, de camino se rompe la dirección del coche y nos quedamos tirados en mitad de Sevilla. Mientras el coche se lo lleva la grúa, nos vamos caminando al lugar donde hemos quedado a comer. Al menos el día es espectacular y comemos en una terraza un poco de todo disfrutando del sol en la cara. Después de un invierno de lluvia y viento parece que tendremos una ventana de buen tiempo sevillano para correr el maratón.


Terminada la comida abandono a toda mi familia y cojo un taxi para ir a la feria del corredor y recoger mi dorsal, al menos el taxi funciona. Recojo mi dorsal sin problemas ni colas, pero sorpresa me toca el dorsal “rosa” en el cajón “rosa” y es que todo se me pone en contra, no me va nada con la camiseta verde que llevare mañana. Mención especial merece la equipación que me entregan con la bolsa del corredor, camiseta de tirantes y pantalón minicorto, todo muy profesional, pero por el ataque de risa que le entra a mi mujer y a mi hermana cuando me lo pruebo está claro que no me favorece demasiado y es que este cuerpo mío hay que taparlo un poco más para que no se enfrié.

Esa tarde recibo varios mensajes de ánimo de los compis de la oficina, está claro que debo ser muy pesado con mis historias para que se acuerden de mí un sábado por la noche. En cualquier caso se lo agradezco mucho.

El día termina con una buena cena y a la cama a dormir. Los nervios no me dejan descansar demasiado bien, a las 5:00 ya me despiertan las campanadas de la iglesia próxima. Aunque vuelvo a dormirme me despierto con las campanadas de las 6:00 y de las 7:00, no espero que suene el despertador y decido levantarme y empezar a prepararme para la carrera.

Dejo a todos dormidos y me voy al Estadio de la Cartuja. Ambientazo en los alrededores, lo disfruto mientras doy toda la vuelta al estadio para llegar al guardarropa. Dejo la mochila y me dirijo a la salida, todavía hace fresco y busco los pocos rayos de sol para calentar un poco. Me cruzo con los keniatas y con miles de corredores que como yo no pueden soportar los nervios. Decido meterme en mi cajón rosa de salida segundos antes de que quiten las cintas que lo delimitan y nos juntemos todos los corredores achuchándonos contra la línea de salida.


En ese momento es cuando tomó la decisión que he ido demorando estos últimos días, decido correr a un ritmo de 5:20 el kilómetro. Sin forzar y procurando olvidarme del reloj, con la esperanza de que la rodilla aguante y pueda terminar. A pesar de todo es la primera vez que llevo un billete de 20 euros en el bolsillo por si me quedo tirado y tengo que tomar un taxi para volver al apartamento.

Salida y a correr, primeros metros de marea humana en donde me adelantan por la derecha por la izquierda, por arriba y por abajo. El trazado por la isla de la Cartuja transcurre por avenidas anchas que permiten correr cómodo a pesar de la multitud, aunque a un ritmo más bien lento. Veo pasar la liebre de las 3:30 y me despido de ella, hoy no es el día para seguirla. Atravesamos el barrio de Triana, donde algunos salen a animarnos en pijama a la puerta de su casa.

Llegamos a los primeros 5 km y mi rodilla aguanta bien, aunque con esto contaba, el problema va a ser a partir de ahora. Cruzamos el río por el puente de San Telmo, en donde ya nos encontramos con gente animando, pero es nada más cruzar a la otra orilla cuando hay un verdadero pasillo humano que nos anima. Sorprendente por ser el principio del recorrido y todavía muy temprano pero de verdad que se agradece un montón. A lo largo del recorrido se repetirá varias veces, detrás de una curva y en zonas poco emblemáticas nos volveremos a encontrar corriendo por un pasillo de gente que nos anima. Y es que Sevilla es especial.

Disfruto del recorrido por la ribera del Guadalquivir, pasando por la Torre del Oro y la Maestranza, aunque voy más pendiente de mi rodilla y el reloj que del entorno. Controlo los ritmos para no acelerarme, sé que aunque me encuentre fuerte la idea es acabar. En esa zona me alcanza la liebre de las 3:45, esa puede ser una buena referencia, pero decido hacer la carrera en solitario y no juntarme a ningún grupo en concreto. La liebre parece que va un poco rápido por lo que comentan a mi alrededor pero sin cambiar mi ritmo la mantengo siempre a unos metros haciendo la goma con ella, ahora me acerco, ahora me alejo.

Ya estoy en el paso de los 10 km y la rodilla aguanta, con un dolor sordo pero nada intenso que me permite correr con total normalidad. Los tiempos por debajo de los 5:20 como era mi intención. Todo parece en su sitio pero llega el tramo más aburrido, del 10 al 30 el recorrido sale fuera del casco antigua y no hay nada que distraiga nuestras atención, solo hay que correr. Por eso decido tomármelo como tramos de 5 kilómetros, ese será mi objetivo correr los próximos 5 sin dolor y a un ritmo mantenido.

Sólo pierdo mi concentración en la zonas de mayor animación de público donde me acelero y disparo el ritmo por debajo de los 5:00 min/km y es que uno se viene arriba al oír los ánimos de la gente. Sigo teniendo como referencia la liebre de las 3:45, pero pierde su globo naranja y dejo de controlarla, quizás mejor me agobiaba un poco ir por detrás de esos tiempos, más propios de mis primeras carreras.

Paso la media maratón en un más que discreto tiempo de 1:53, pero ya no tengo dolores en la rodilla y corro más animado, por primera vez pienso que puedo terminar sin problemas. Los kilómetros pasan rápidos de 5 en 5 y ya estamos en las 2 horas de carrera, el grupo sigue siendo muy compacto, pero al contrario que al principio soy yo el que va adelantando a muchos corredores.

Pasamos por los estadios del Sevilla y el Betis, en este último sin querer me junto a un grupo de corredores de un club, cuatro chicas y un chico. No quiero parecer un intruso pero no puedo evitar que mi ritmo sea similar y corro en paralelo a ellos, procuro marcar el ritmo en algún tramo y no molestarles en su carrera.

Por fin hemos llegado a la parte más bonita del recorrido. Entro en el parque de Maria Luisa, en donde el camino se hace más estrecho y después de varios giros a derechas e izquierdas por entre la arboleda, desembocamos en la Plaza de España. La recorremos completa de un extremo a otro, en total media vuelta al ruedo, la vuelta completa, las orejas y el rabo quedan para cuando entremos en el estadio de la Cartuja en el último kilómetro.



Salimos directos al casco antiguo de Sevilla, mientras avanzo por las calles recupero los ánimos, me olvido de ritmos, dolores y disfruto como un enano, por momentos como este es por lo que me gusta correr. En el tramo paralelo a la Catedral la gente forma un pasillo a nuestro paso, aunque no animen mucho. Y desembocamos en la Plaza Nueva donde debe estar mi grupo de apoyo. Al primero que veo es a uno de mis sobrinos que corre delante de mí para avisar de mí llegada. MI mujer me anima sentada tranquilamente en una terraza y mi canija me ve llegar y empieza a aplaudir con su prima. También están allí mis tíos a los que esperaba haberme encontrado a la altura de su casa y por supuesto mi hermana y mi cuñado. Tengo que parar a saludarlos, fotos y muchos ánimos “¿Vas bien?”, “Te vemos fresco”, “Ya queda poco”.

Debo abandonarlos para terminar la carrera, total “sólo” quedan 5 kilómetros, aunque pensándolo bien en el mejor de los casos son 25 minutos más corriendo. El pensamiento no es que me anime mucho y cuando paso por delante del apartamento pienso en subir a darme una buena ducha. Venzo las tentaciones y consigo mantener el buen ritmo mientras callejeamos camino del estadio. Pasamos por la Alameda de Hércules con mucha animación y salimos de nuevo al río, pero primero tenemos que superar un repecho corto pero empinado. Se oyen las protestas de varios corredores, "Joder con la cuestecita", pero apretamos los dientes y cruzamos el Puente de la Barqueta.

Ya estamos de vuelta en la isla de la Cartuja y el parque del Alamillo, con mucha menos animación que en las calles del centro. Sé que voy a terminar pero me queda saber cómo, me empieza a doler otra vez la rodilla y en realidad todo el cuerpo. En esta ocasión me he librado del desfallecimiento pero no del agotamiento, sólo queda aguantar y terminar.

Ultimo avituallamiento, decido parar a beber tranquilamente. Excepto en los primeros en donde daban botellas de agua, el resto han sido con vasos y no es fácil correr y beber del vaso sin derramarlo. Cuando son de agua el problema es menor, te refrescas y punto, pero cuando es isotónico te quedas pegajoso los siguientes kilómetros. Esta vez voy a beber y no ducharme.

Creo que en realidad era una excusa para andar un poco, pero vuelvo a arrancar. Me quedan los 2 últimos kilómetros y voy a hacerlos corriendo como un campeón. El ritmo ha bajado pero ya me da igual, disfruto de la entrada en el estadio por uno de los túneles, bajada y después subida en donde dejo mis últimas fuerza.

“Gloriosa entrada en el estadio con las gradas completas aplaudiendo mi gesta como vencedor de la maratón, todo un subidón.”


Aunque en mi caso se trata de una mera ilusión producto del cansancio y me conformo con dar una vuelta al estadio disfrutando interiormente de mi momento y cruzando la meta con un gesto de superación personal que pasa desapercibido para los pocos espectadores que están en una de las gradas laterales y que buscan a sus familiares entre el grupo de corredores populares que vamos terminando.

Busco ansioso mi medalla, mi tesoro que de fe de que fui capaz de correr la distancia superando las adversidades de las últimas semanas, por una vez lo que mal empieza no acaba mal. Ya tengo la medalla al cuello y es el momento en que me doy cuenta de lo que me duele la pierna, hasta me cuesta andar. Procuro estirar y transcurridos unos minutos todo vuelve a la normalidad, deja de doler y aunque de modo robot vuelvo a moverme.



Tenemos que abandonar la pista de atletismo y meternos en los túneles para que nos den algo de beber. Pero dentro hace fresco y me quedo helado, me enrollo en unos de los plásticos que da la organización y bebo mucho líquido. Hago un repaso y excepto la pierna, físicamente me encuentro perfecto. De nuevo tengo que dar toda la vuelta al estadio para llegar hasta el guardarropa y ponerme una camiseta seca.

Hablo por teléfono con mi cuñado, que tiene el detalle de venirme a buscar, para ver donde quedamos. El caos a la salida del aparcamiento es total y nos cuesta más de 20 minutos encontrarnos. Tengo que dar toda una vuelta al estadio para poder llegar hasta donde está atascado con el coche, pero me ayuda a estirar las piernas y disfrutar del ambientazo.

Por fin sentado en el coche mando un WhatsApp a mi familia para fardar de mi logro y tranquilizarles sobre mi estado físico, incluyo la amenaza de que ya estoy pensando en el siguiente. El cachondo de mi hijo contesta que me olvide de correr y me preocupe de mi rodilla que no quiere empujar mi silla de ruedas dentro de unos años, siempre tan cariñoso y practico este hijo mío.

Me quedo en el apartamento y disfruto de una bien merecida ducha, es un desastre que no hubiera posibilidad de ducharse en el estadio. Llamada de rigor de mi madre y de varias de mis hermanas y mensaje a la oficina para avisarles que ninguno ha ganado la porra y una vez más tendrán que soportar la historia de mi gesta. Me reúno con mi equipo y disfruto de una merecida comida de pasta antes de coger el coche para terminar mi particular maratón con los 550 km de viaje conduciendo hasta Madrid, para que luego digan que el maratón se acaba al cruzar la meta.

Estoy feliz y no me separo de mi medalla que guardo como un tesoro en el bolsillo. No ha sido mi mejor maratón, he estado lejos de los tiempos en que debería moverme. Pero después de la última semana de dudas y problemas físicos, me siento satisfecho de haber terminado y sobretodo de poder decir que he disfrutado durante muchos kilómetros. Sevilla muy especial, sus calles, su gente, su clima y su Maratón, un lujo que todo corredor popular debe disfrutar.

Haciendo recapitulación de mí trayectoria maratoniana ya llevo cinco muescas en mi cinturón. De aquel reto que me propuse ya he corrido en Valencia, Madrid, San Sebastián y Sevilla solo me quedan Barcelona y Bilbao para completar los seis maratones más longevas de España. No tengo prisa y como ocurrió con Zaragoza creo que en medio puede que visite alguna otra ciudad para probar su maratón.

Ahora a descansar visitar al médico y recupera la rodilla. Pero seguro que pasadas unas semanas ya estaré buscando nuevos retos. Mi mujer está empeñada en que el próximo maratón sea en Roma y yo nunca le he podido negar ningún capricho. Pero eso será ya el año que viene.