martes, 26 de septiembre de 2017

De Maratón por la Ciudad Blanca

Vitoria es una ciudad con mucho encanto, con su pequeño casco medieval elevado sobre el resto de la ciudad y coronado por la catedral en obras desde hace más de 20 años. Una zona peatonal alrededor de la famosa Plaza de la Virgen Blanca y todo ello rodeado por una ciudad moderna y ecológica en donde se han cuidado especialmente las zonas verdes.
Pero para la desgracia del corredor el recorrido del maratón no hace honor a la ciudad. Excepto la salida por su proximidad al Museo de Arte Moderno - Atrium, la meta por la calle Eduardo Dato para acabar en la Plaza de España y los tramos que discurren por la Avenida Gasteiz y el que bordea el Parque de la Florida el resto del recorrido nos enseña una ciudad sin ningún interés y bastante triste.

La mayoría del recorrido transcurre por el extrarradio de la ciudad ya sea por los barrios residenciales de Ariznavarra y Zabalgana o por la zona de polígonos del barrio de Salburua. Muchos kilómetros corremos por la Calle Madrid o Maite Zuñiga que marcan el perímetro exterior de lo que se puede considerar la ciudad de Vitoria.

Todos comprendemos que es difícil buscar un recorrido de 42 kilómetros por el centro de la ciudad, pero al menos permitirnos correr por la Plaza de la Virgen Blanca o darle una vuelta completa a la ciudad antigua por las calles peatonales sería un mínimo. Correr por el casco viejo con tanta cuesta parece demasiado duro a no ser que nos permitieran subir en las escaleras mecánicas. A lo mejor un recorrido con varias vueltas a un circuito podría ser una buena solución para disfrutar más de la ciudad.

El circuito además de producir un poco de desánimo en el corredor tiene el inconveniente añadido de que lo alejamos del público que es prácticamente inexistente en la mayoría del recorrido. Es cierto que en la carrera de 10 km y Medio Maratón se suprimen muchos kilómetros fuera de la ciudad pero es que se supone que la prueba estrella es el maratón. Aunque los números de participantes en esta edición no digan lo mismo 905 inscritos en la prueba de Maratón, 1603 en la Media y 1050 en los 10K.

La Organización impecable, bien la recogida de dorsales, buenos avituallamientos y bolsa del corredor, correctamente marcado el recorrido con puntos de animación que siempre se agradecen y muy buena idea el entrenamiento matinal del sábado con Martin Fiz un lujazo. Pero como siempre suele ocurrir lo mejor los voluntarios siempre con una palabra amable aunque les toque situarse en las zonas más alejadas del recorrido.

Como curiosidad la prueba de patinadores que se realiza por la tarde en el mismo recorrido que el Maratón matutino (aunque este año han tenido que cambiarlo por problemas de seguridad). Solo comentar que son capaces de terminar el recorrido en una hora y 20 minutos menos que los corredores, a una velocidad media de 44 km/h.

www.maratonmartinfiz.com/
















Los corredores populares deberíamos aprender que hay carreras que no se deberían correr, pero las ganas siempre superan las malas sensaciones del cuerpo y la cabeza te hace ponerte en la línea de salida. Este ha sido mi caso en el maratón de Vitoria. Desde hace unos días no me encuentro muy bien del estómago, no es nada grave pero si lo suficiente para que el cuerpo no se sienta cómodo. La semana anterior a cualquier gran carrera siempre es rara, los nervios afectan al cuerpo, aunque llegada la hora de la verdad el cuerpo siempre me ha respondido mejor de lo que esperaba por eso no le he dado mayor importancia.

Aunque también ha habido otras señales durante los entrenamientos que no puedo desoír. Las últimas tiradas largas por encima de los 30 kilómetros no han ido bien, he acabado con dificultad y los últimos kilómetros se me han hecho eternos con una bajada de ritmo alarmante. No son buenas noticias sobre todo cuando el maratón son 42 y debería llegar fresco a los 30 si quiero tener garantías de llegar a meta. Además durante toda los meses de preparación los ritmos han sido lentos por encima de los 5:30 min/km y en muchas ocasiones más cerca de los 6:00 min/km.

Por todo eso el día antes de la carrera y ya en Vitoria con el dorsal recogido, me empiezan las dudas No me siento con ganas de sufrir durante las 4 horas y 15 minutos que se me presentan para mañana y  encuentro una salida honrosa. Aprovechando que el recorrido coinciden para las tres pruebas 10K, Media y Maratón y que además salen las tres al mismo tiempo, me planteo la posibilidad de correr únicamente la distancia intermedia y olvidar la osadía de la distancia reina. Parece una decisión de cobardes pero es que con la edad me he vuelto más “prudente”.


Mañana de carrera, me despierto temprano y sigo el ceremonial de las grandes ocasiones aunque en esta ocasión el buffet del hotel está abierto y puedo hacer un desayuno más completo. Ya en el comedor hay un gran ambiente de corredores ya uniformados para la ocasión. La temperatura es alta para ser Vitoria y la época del año en que estamos.

Decido que como salgo con tiempo voy a ir andando hasta la salida aunque este al otro lado de la ciudad. Pero Vitoria es pequeña y son un par de kilómetros andando perfectos para calentar y despejar las ideas. No sé dónde es exactamente la salida pero basta con seguir a los demás corredores que me guían pasando por la meta donde espero llegar en un rato.

Ya estoy en la salida cerca del ARTIUM, el museo de Arte Moderno, un edificio curioso. Caliento en la explanada que hay delante, en donde ya se han juntado un montón de corredores. Mis sensaciones no han mejorado mucho, pero mi cabeza empieza a darle vueltas a la peregrina idea de correr el maratón completo. He venido hasta aquí, he entrenado durante meses no puedo dejar pasar la oportunidad de volver a superar los 42 eternos kilómetros. Me auto convenzo de que puedo hacerlo, que estoy preparado.

Me coloca en la línea de salida con la decisión tomada de enfrentarme a las 4 horas largas de prueba que me esperan. Pero en esta ocasión voy a probar un nuevo método de carrera, nada de mirar el reloj, ritmos muy lentos y parar un poco en cada avituallamiento. Con esto espero poder superar la barrera de los 30 km con fuerzas suficientes para llegar a la meta corriendo.

Salida y haya vamos, al coincidir las tres distancias es difícil saber cuál es el ritmo bueno, cada uno corre según los kilómetros que le queden por delante. En la salida esta como todos los años Martin Fiz, oriundo de Vitoria y que da su nombre a esta prueba. Ya puedo decir que he corrido con un campeón del mundo de maratón aunque sea en la distancia, realmente solo corro junto a él cuándo nos cruzamos, él por el kilómetro 5 y yo todavía en el 3.

Esos primeros kilómetros no es que sean muy animados, corremos por las afueras de la ciudad y con muy poco público, aunque los animadores que la Organización han dispuesto cada 5 km intentan subirnos el ánimo. Al menos vemos de lejos el Huesa Arena, donde juega el TAU de baloncesto, un edificio guapísimo. Que me recuerda aquella remontada del Real Madrid en la temporada 2004-05 en los dos últimos minutos con el famoso tripe de Alberto Herreros para ganar la liga, que gustazo.

Volvemos hacia la ciudad, aunque el recorrido nunca entra en el casco viejo y se agradece por que las cuestas en esa zona son infernales, aunque al menos deberían hacerlo pasar por la plaza de la Virgen Blanca. Se quedan los corredores de los 10 km ya en la meta mientras los demás seguimos nuestra andadura. Ya hace bastante calor, he decido cargar con una botella de agua desde el primer avituallamiento para poder hidratarme cuando lo necesite. Las sensaciones no son malas pero no tengo que mirar el reloj para saber que el ritmo es lento muy lejos de los de otros maratones, pero el objetivo en esta ocasión es solo llegar.

Ahora cruzamos al otro lado de la ciudad y nos dirigimos hacia la zona más moderna por la Avenida Gasteiz en dirección a la Plaza de la Constitución. En esta avenida esta mi hotel y allí he quedado con mi familia para que me animen. Ya voy con la idea clara de continuar hasta el final por lo que la familia va a tener tiempo de irme a esperar a la meta.


A esta altura me junto con un grupo de tres chicas, Gema, Flavia y Beatriz, tres madrileñas como yo, pero a las que no conozco de nada, solo se sus nombre por que los lleva escritos bien claros en sus camisetas.

Cruzo delante del hotel por el lado contrario de la avenida y saludo a mi familia que está en el lugar acordado. Corro hasta el final de la avenida y doy la vuelta, ahora sí que me paro a saludarles tranquilamente. Les comento que voy a seguir hasta el final,  mi mujer pone cara de preocupación como era de esperar y mi hijo me comenta que ya lo sabía, que con lo cabezota que soy estaba claro que al final no iba a rendirme. Ya estamos en el kilómetro 13 y las sensaciones siguen siendo buenas, llegamos hasta el final de la avenida y ahora giramos a la derecha para volvernos a salir de la ciudad pero por el lado contrario.

Llego al kilómetro 15 en donde se separan los corredores de la Media, es mi última oportunidad de recortar la carrera, pero la decisión ya estaba tomada desde que salí esta mañana. Me despido de los que ya se dirigen hacia la meta y me adentro en una zona residencial, bastante aburrida, la animación es nula excepto algunos que animan desde los balcones, además es una zona muy revirada con bastante subidas y bajadas, es decir un infierno. Empiezo a darle demasiadas vueltas a la cabeza y para evitarlo me junto a un grupo de tres corredores que van de conversación. Aunque parezca mentira la compañía me dura poco pues mi ritmo de tortuga es superior al suyo y los voy dejando atrás.

Por fin salimos de esta zona y corremos de nuevo hacia el centro, me animo algo cuando cruzamos por la Parque de la Florida, donde anoche estuvimos viendo actuar a un grupo de Jazz y por fin hay algo de público que nos anima cuando pasamos. Pero dura poco y volvemos a salirnos de la ciudad camino del extrarradio al barrio de Mendizorrotza donde está el estadio del Alavés.

Llegamos a la calle Maite Zuñiga, una avenida ajardinada que tenemos que recorrer en ambos sentidos. En esta zona entablo conversación con otro corredor y ajustamos nuestros ritmos para correr juntos mientras charlamos. Es de San Sebastián, pero ha venido a estrenarse en el maratón en Vitoria, me extraña porque en su ciudad tienen el mejor maratón que he corrido hasta la fecha. Me comenta que el año pasado preparo Barcelona pero se lesiono las semanas previas y tuvo que desistir. Le cuento los 7 maratones que llevo a mis espaldas, confesándole que cada vez me cuesta más prepararlos y que este es el que estoy corrido más lento con diferencia. Es sorprendente como se entabla amistades pasajeras en los maratones, gente con la que sufres unos minutos y no volverás a ver en tu vida.

Me paro en el avituallamiento a rellenar mi botella que me acompaña desde los primeros kilómetros y mi compañero me espera. Al pasar el medio maratón me empiezo a dar cuenta que este no es mi ritmo y que lo voy a pagar más adelante. Soy honesto y le digo que voy a bajar el ritmo, que el continúe, nos despedimos y le deseo suerte y que disfrute de los kilómetros que quedan.

Mi compañero de los últimos kilómetros se aleja pero unos metros por delante veo al grupo de las tres madrileñas a las que se les han juntado dos acompañantes sin dorsal que supongo que actúan como liebres. Se me habían escapado cuando me pare a saludar a la familia y me ha costado más de 10 kilómetros recuperar la distancia. Me marco el objetivo de alcanzarlas para no correr solo y en un par de kilómetros me junto a ellas.

Empiezo a sentirme muy cansado y es que me estoy acercando a la barrera de los 30 kilómetros y el cuerpo empieza a flojear, las sensaciones son malas y mis pensamientos todos negativos, creo que me he chocado con el muro sin darme cuenta. En el avituallamiento de los 30 me paro un rato y abandono el grupillo al que me había juntado. Me cuesta arrancar y lo hago andando intentando recuperar sensaciones.

Me quedan más de 10 kilómetros y esto no son los 100 km de Ronda donde decidir andar  desde el kilómetro 60 y llegue a meta dentro del tiempo de corte. En esta ocasión estoy participando en un maratón, aquí hay que correr y a eso he venido. Arranco a trotar y me planteo pequeños objetivos, inicialmente correr un kilómetro sin pararme. No sin esfuerzo logro el objetivo ando unos metros y vuelvo a arrancar, ahora hacer un kilómetro y medio sin pararme. Con esta táctica voy avanzando y a pesar de la gran decepción por no poder mantenerme corriendo hasta el final de la carrera, ya sé que puedo terminar aunque sea en un tiempo de vergüenza.

En este tramo como era de esperar me adelantan más corredores de los que consigo pasar y alguno de los que supero es por problemas físicos. Me paro con uno que está echando hasta la primera papilla, le pregunto cómo va y si quiere agua, a pesar del malestar el chaval mantiene la calma y me contesta que va bien que continúe que el piensa llegar como pueda a la meta. Es impresionante esto del maratón como cada uno se adapta y supera los límites a su modo, que merito tienen todos los corredores del primero al último y hasta los que no cruzan la meta pero lo intentan.

Ya estoy en el kilómetro 40, es el último avituallamiento y aunque he llegado casi andando la gente me sigue animando, me dicen que voy bien que lo voy a conseguir, que lo importante es llegar. Yo les dedico mi mejor sonrisa y les doy las gracias, la verdad es que todos los ánimos me ayudan a continuar. Me paro y como algo de fruta intentando recuperar fuerzas, pero a estas alturas eso es imposible y al final me detengo más tiempo del que debería y me cuesta mucho volver a arrancar.

Ya somos pocos los corredores que seguimos en carrera por eso aprovecho que pasa una corredora para juntarme a ella y volver a correr. Ya en movimiento lo primero que nos encontramos es una cuesta importante, me quejo de que no estaba marcada en el perfil de la prueba se suponía que las cuestas eran del 35 al 40, pero que a partir de ahora era todo cuesta abajo hasta la meta. Tengo ganas de pararme y subir andando pero en ese momento es cuando mi acompañante me anima. Ella se estrena en la distancia de maratón pero es capaz de mantener la calma y me dice no me pare que siga corriendo que ya queda poco.

El orgullo me ayuda a buscar fuerzas para seguir corriendo y cambio la actitud. Vuelvo a pensar en positivo y decido que llegare hasta meta sin pararme, son “sólo” 2 kilómetros y sé que puedo hacerlo. Está claro que durante una carrera tan larga se pasa de la desesperación a la euforia, pasando por el sufrimiento y el disfrute.

La cuesta por fin acaba y ahora ya es llano se puede correr y no pienso nada más que en continuar. Sin querer voy dejando atrás a mi última compañera de la que me despido y ambos nos deseamos suerte para terminar. Ya volvemos a estar cerca del centro y por fin veo el giro para tomar la calle Eduardo Dato, ya solo me quedan los últimos 400 metros del maratón. Por fin ha llegado el momento de disfrutar, me deshago de la botella que me ha acompañado en mi odisea y disfruto del momento.

Voy atento a ver a mi familia, tienen que estar esperándome, pero no los encuentro, debo reconocer que en esta ocasión me llevo una gran desilusión era la ocasión perfecta para compartir con ellos la llegada, ya que prácticamente recorro los últimos metros solo por la calle y hasta mi enana podría animarse a correrlos conmigo, tendrá que ser en otra ocasión.

Cruzo la meta y termino mi octavo maratón. Es el momento de mirar el reloj que he olvidado conscientemente durante todo el recorrido, marca 4 horas y 30 minutos, un hora más que mi tiempo en la última maratón en Málaga. Es una marca mala, algunos dirían que eso no es correr un maratón y en parte debo darles la razón porque en esta ocasión no he corrido un maratón solo lo he terminado. Recibo la medalla que mola mucho y a pesar de todo estoy feliz de haber corrido y terminado el Maratón de Vitoria. Es una experiencia a recordar y contar pero sin decir la marca para evitar la mofa.


Busco a mi familia pero está claro que no están, se han debido aburrir de esperarme y se han ido al hotel. Les entiendo porque he tardo mucho más de lo que estaba previsto, seguro que han pensado que ya había terminado y no me habían visto. Me siento en la Plaza de España a descansar, donde ya están preparando los patinadores que van a participar en el maratón sobre ruedas.

Una vez recuperado me voy andando despacio hacia el hotel disfrutando de la mañana soleada y de la ciudad. Mis piernas me empiezan a responder y es que el esfuerzo acumulado ha sido más prolongado pero menos intenso que en otras ocasiones. Llego al hotel y allí está mi familia, empezaban a preocuparse por mi tardanza, se sorprenden de que haya tardado tanto. Estoy agotado y decido quedarme en la habitación descansando mientras ellos tres se van a comer algo.

Cuando vuelven ya estoy más recuperado y es el momento de disfrutar del logro conseguido paseando por el casco antiguo siguiendo la ruta de los murales, mi enana actúa de guía y pasamos una tarde estupenda.


Me levanto al día siguiente totalmente recuperado y sin ningún dolor, alguna ventaja tenía que tener el correr lento. La mañana la utilizamos para visitar la catedral, una visita muy recomendable porque como todavía está en obras incluye el paseo por los cimientos y el triforio que normalmente no son accesibles. Mi mujer se queda en la Plaza de la Virgen Blanca  en una terraza disfrutando del día, no se atreve a visitar una catedral en obras. Para terminar el fin de semana nos damos un buen homenaje en un restaurante que me habían recomendado y es que ya he recuperado mi estómago y vuelvo a tener hambre.

Está claro que deportivamente ha sido mi peor maratón con diferencia, pero no es algo que me quite el sueño. Hace ya mucho tiempo que corro por diversión y sin ningún afán por superar mis marcas. Es cierto que debería tomarme la preparación un poco más en serio sino quiero sufrir tanto y acabar en un tiempo razonable, pero creo que eso no va a ser posible y seguiré corriendo por ganas y corazón más que por fuerzas y piernas.

Vitoria – Gasteiz como destino de fin de semana muy recomendable tanto por sus monumentos y tradición, como por el ambiente de sus calles, pero sobre todo por su gastronomía. En cuanto a la carrera recomiendo apuntarse a la distancia de Medio Maratón, disfrutas igual de todo el ambiente y te ahorras el tedio de los kilómetros intermedios quedándote solo con los buenos. Hay en España circuitos más atrayentes para la distancia de maratón. 

P.D. Ha sido una buena cosecha primaveral de medallas y todas muy chulas.