lunes, 3 de diciembre de 2012

El maratón, la primera división

Cuando era joven no me gustaba correr, prefería los deportes más dinámicos como el windsurf o el balonmano. Me fui haciendo mayor y seguía sin gustarme correr, pero ya me dedicaba a deportes más relajados como el padel o la pesca. Ahora que ya he entrado en una edad donde los chavales me llaman “señor”, me dedico a correr. Al principio como nos ocurre a la mayoría por mantenerme en forma, pero seguía sin gustarme. Ha pasado el tiempo y debo reconocer que he aprendido a disfrutar de mis carreras.

Viendo mi evolución deportiva podéis comprender que nunca me planteara correr un maratón, es más tomaba por locos a aquellos que dedicaban meses a entrenar para llegar exhaustos a la meta en una prueba donde el sufrimiento siempre esta presente. Pero la vida da muchas vueltas y no sólo me dedico a correr sino que he terminado no uno sino dos maratones. No voy a presumir de ello, no me creo alguien especial, simplemente es la evolución normal cuando te enganchas a las carreras.

Nadie el primer día que sale a trotar por el parque cercano a su casa, piensa en correr el maratón de Nueva York. Pero si perseveras y según va pasando el tiempo, salir a correr deja de ser un sufrimiento y conseguimos volver a casa con una sonrisa en la cara. Luego participas en tu primera carrera popular y aunque casi nunca consigues los resultados esperados, en la mayoría de los casos repites.

Si de verdad te engancha siempre quieres más y sin darte cuenta estas corriendo más kilómetros, buscando cuestas más duras o apuntándote a carreras más largas. Al final acabas planteándote saltar a la primera división y convertirte en uno de los osados que toman la salida en un maratón, dispuesto a correr sin parar, en el mejor de los casos, durante tres horas y muchos minutos.

Hace un año debuté en mi primer maratón, aunque vivo en Madrid no me atreví con nuestro MAPOMA y me fui hasta Valencia, una tierra a la que tengo especial cariño porque en sus playas he pasado mis veraneos cuando era joven. Lo mejor que puedo contar de aquella primera experiencia es que acabé y con una marca más que aceptable. Pero cometí todos los errores de un principiante. Empezando por una preparación incompleta, una salida muy rápida y un planteamiento de carrera incorrecto.

Como consecuencia de esta acumulación de errores, a partir del kilómetro 30 fui cargando con el tío del mazo, cada kilómetro fue un sufrimiento y en el avituallamiento del kilómetro 40 sin darme cuenta me encontré parado y sin poder volver a arrancar. Agoté hasta el final la botella de agua y recorrí varios metros andando hasta que volví a sentir las piernas y pude volver a trotar, que no correr. Llegué a meta recuperado físicamente, pero bajo de moral por mis equivocaciones que me impidieron cumplir el único objetivo que me había planteado, “acabar sin pararme el maratón”.


Transcurrido el tiempo y con la cabeza más fría valoré mi hazaña en lo que valía y con la dinámica de preparar pruebas de menor entidad me animé a enfrentarme a los temidos 42 kilómetros de Madrid.

En esta ocasión la preparación fue mucho más seria, introduje los entrenamientos de calidad, series, cuestas, progresiones, preparación física. Como dice un compañero de trabajo volví a las clases de gimnasia del colegio. Me probé en dos medias maratones, la de Fuencarral y la de Madrid, con muy buenas sensaciones y mejores marcas.

Pero según se acercaba la fecha el miedo a un nuevo fiasco no me abandonaba, sabía que estaba mucho mejor preparado pero eso no me daba la tranquilidad. Decidí salir reservón, marcarme un objetivo bajo y sobretodo llegar hasta el final corriendo y en buenas condiciones físicas.

Además jugaba en casa y movilicé a toda mi gente para que me animaran durante el recorrido, una semana antes ya tenía apoyos establecidos casi cada 5 kilómetros en todo el recorrido. Pasaba por la puerta de mi casa con lo que mi familia lo tenía fácil, pero otros compañeros madrugaron para poderme animar y nunca se lo agradeceré lo suficiente Ellos en la mayoría de los casos no me veían venir pero yo sabía donde estaban y ya metros antes los veía y me obligaba a poner mi mejor cara.

Salí atrás en una posición tranquila, con un compañero de trabajo que se estrenaba en la distancia. Los primeros kilómetros lentos, pero luego fui quitando nervios, ganando sensaciones y sobretodo aprovechando la parte más llana fui capaz de aumentar el ritmo. Pasé el muro, pasé el kilómetro 35 y me enfrenté a los últimos 10 kilómetros de subida, los más duros de todo el maratón. Descubrí que podía mantener el ritmo, incluso pasado Atocha aumenté la zancada y entré en la meta como un corredor experimentado.


La marca sólo mejoró en 10 segundos la de Valencia, pero las sensaciones fueron otras. Sobretodo disfruté y controlé la carrera en todo momento. ¿Podía haber hecho mejor marca?, seguro pero también podía haber sufrido otra pájara.

Con ambas experiencias, saqué dos conclusiones, la primera y principal si me preparaba correctamente y corría con cabeza podía “disfrutar” de correr un maratón. Pero también descubrí que nunca sería capaz de alcanzar grandes marcas. Podía bajar los tiempos y acercarme a las 3 horas y media, pero aspirar a bajar esos cronos queda muy lejos de mi capacidad.

Debo reconocer que no me desanimó descubrir mis limitaciones, como siempre busqué nuevas motivaciones, si no puedo correr rápido al menos puedo correr en distintas ciudades y hacerme con un pequeño currículum del que poder fardar cuando las piernas digan basta.

Decidí comenzar por los maratones más veteranos dentro de España:

     MADRID – 35 ediciones.
     BARCELONA – 34 ediciones.
     SAN SEBASTIAN – 34 ediciones.
     VALENCIA – 31 ediciones.
     BILBAO – 30 ediciones.
     SEVILLA – 27 ediciones.

Desde aquella decisión ya han transcurrido siete meses, y el fin de semana que viene me marcho a San Sebastián, para correr el domingo 25 de Noviembre mi tercer maratón.

Me lo he tomado en serio, he entrenado bien y estoy “preparado”, ya no puedo hacer nada más. Pero la última semana es difícil, empiezo a darle vueltas a las cosas, ¿habré entrenado suficiente?, ¿a qué ritmo debo correr?, ¿si voy demasiado rápido, me chocaré con el muro?. Demasiadas preguntas y nadie tiene las respuestas. Y en mi cabeza sólo una conclusión.

¡¡¡ Para qué me meto en este lío !!!

Se que hasta el domingo le seguiré dando vueltas a la cabeza, pero también se que después del esfuerzo del entrenamiento y el tiempo robado a mi familia, no me voy a echar atrás. La noche del sábado dormiré poco y el domingo me levantaré con mal cuerpo y con ganas de quedarme en la cama. Seguiré con dudas mientras caliento pero cuando dén la salida y empiece a correr, todo esto no tendrá importancia, todo mi esfuerzo y mi cabeza estarán en la carrera. Regular el ritmo elegido, controlar el agotamiento y mantener siempre pensamientos positivos para poder llegar a la meta.

Si todo acaba bien, esquivo al tío de la maza y consigo bajar los tiempos, mi ego acabará por las nubes. Si fracaso, tengo que pararme o soy incapaz de mantener el ritmo, seguro que le daré muchas vueltas a la cabeza buscando que hice mal. Pero en cualquiera de los dos casos pasado el tiempo será un éxito y una gran satisfacción personal. Hasta si tengo que abandonar por lesión, se que después del mal trago me quedará la victoria de haberlo intentado.

En esta ocasión juego fuera de casa, pero llevo un buen equipo de apoyo, viajan conmigo mi mujer y mis dos canijos y mi hermana con mis dos sobrinos. Un equipazo que se que me animará sin descanso y al que dedicaré mi mejor sonrisa cuando me cruce con ellos.


Os dejo una foto con mis dos preseas, logradas en los maratones anteriores, se que están muy lejos de ser medallas de oro olímpicas, pero de algo tenemos que presumir los corredores populares.

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