La
Madrid-Segovia con sólo cinco ediciones ya se ha convertido en unas de las
carreras de ultrafondo más populares de la península. Su gran éxito se basa en
un recorrido atrayente, una organización cuidada y familiar y no menos
importante un precio muy asequible.
La
carrera transcurre por lo que queda del Camino de Santiago y las cañadas reales
en las provincias de Madrid y Segovia. No se puede considerar un recorrido
realmente de montaña, aunque la mayoría transcurra por caminos de tierra y
siempre en suave ascenso hasta cruzar la Sierra de Guadarrama por el Alto de la
Fuenfría. Viendo el perfil de la carrera me planteo si no sería mejor hacerlo
en sentido contrario, más kilómetros de bajada y menos de subida. Pero aun así se
puede considerar un recorrido “asequible” para los populares sino fuera porque son
100 km y muchas horas en movimiento.
El
recorrido espectacular, sobre todo a partir de Colmenar cuando ya se abandona
el radio de acción de la capital y nos adentramos en la Sierra de Guadarrama. Pasar
por los pueblos de la sierra madrileña con su particular encanto y correr por
los valles de la Barranca y la Fuenfría, son garantía de éxito para cualquier
carrera, pero la guinda del pastel es la meta a los pies del Acueducto de
Segovia, esa foto cruzando la meta con la piedras romanas como fondo es algo
para enmarcar.
00:00 / 0 Km Plaza de Castilla
– Madrid
8:30 de la mañana y por fin se da la salida, cruzo
el arco, enciendo mis dos relojes y empiezo a correr. Atrás quedan todos los
nervios, dudas y meses de entrenamiento, por delante me esperan los últimos 100
km de esta locura que ha sido participar en mi primera ultra. A partir de este
momento ya sólo queda intentar disfrutar de la carrera y confiar en que las
fuerzas y los ánimos me aguanten hasta Segovia. Desde la salida empiezo a correr,
sé que es imposible que llegue así hasta Segovia pero al menos mi primera
intención es correr todo lo que pueda.
En
la salida me he encontrado con un par de padres del colegio de mis hijos y
salimos juntos, aunque mi idea es hacer la carrera solo, es algo que quiero
disfrutar o sufrir a mi manera sin tener que adaptar mi ritmo a otros
corredores, está claro que soy un corredor solitario.
Los
primeros metros son caóticos, aunque es el único tramo de todo el recorrido cortado
exclusivamente para los participantes, coincidimos corredores y andarines y
tengo que ir esquivando gente como en cualquier carrera de menor distancia, pero
transcurrido el primer kilómetro ya se puede correr cómodo. Estos primeros
kilómetros tienen poco encanto ya que transcurren por las calles de Madrid y
Fuencarral hasta llegar a Montecarmelo donde abandonamos el asfalto y cogemos
por fin los caminos de tierra.
En
este tramo corremos paralelos al monte del Pardo cercanos a las vías del tren y
todavía corremos prácticamente en grupo. En algún tramo el camino se empina y
la gente empieza a andar, yo me resisto y aguanto trotando en las subidas,
puede ser que lo page después pero estoy fresco y con ganas de correr.
Mantengo
un ritmo controlado pocos segundos por encima de los 6 minutos el kilómetro pues
queda mucha carrera, casi sin darme cuenta estoy en el primer avituallamiento
en Tres Cantos, se me ha hecho cortísimo y es una buena señal. Llego solo mis
acompañantes se han ido desperdigando y se han quedando atrás. Hay que cruzar
la carretera por un paso elevado para llegar al avituallamiento y al control de
paso y es la primera vez que ando desde que comencé y ya estoy en el kilómetro 15.
1:40 / 16 Km Tres Cantos
Primer
sello en mi impoluta tarjeta, y aunque a lo largo de la carrera tendré que
sellar en 10 ocasiones más, ninguna será como la primera vez. Espero a mis
compis pero tardan en aparecer y decido continuar, justo cuando arranco llegan,
uno de ellos viene con problemas físicos, está claro que va a ser imposible que
llegue a Segovia, pero quiere seguir y abandonar más adelante, los demás han
decidido acompañarle, me despido de ellos deseándoles suerte.
Corremos
unos kilómetros en paralelo a la carretera pero en seguida nos desviamos otra
vez a los caminos de tierra que nos alejan de las carreteras, el grupo ya va
muy estirado pero siempre corres con gente alrededor. Procuro disfrutar de la
carrera y olvidarme de tiempos, kilómetros y lo que me queda todavía, en
algunos tramos lo logro y disfruto del recorrido.
Nos
acercamos a Colmenar y a la subida por el cementerio, es empinada y prefiero
regular los esfuerzos, por lo que toca parar y andar, va a ser el primer tramo
largo que hago andando aunque sé que no va a ser el último. En esta zona por
primera vez desde la salida hay algunos espectadores que nos animan mientras
pasamos, supongo que esperan a conocidos pero yo se lo agradezco igual.
Superada la cuesta y ya en las calles de Colmenar arranco de nuevo a correr,
estoy todavía fresco y quiero aprovecharlo.
3:02 / 27 Km Colmenar Viejo
Llego
hasta el polideportivo corriendo es el momento de descansar algo, aprovecho
para cambiarme de zapatillas dejo las de asfalto y me calzo unas más de montaña
pero con muchos kilómetros que son como un guante, también me cambio la
camiseta, como algo y bebo mucho.
En
esta parada se supone que debería esperarme una compañera de trabajo que vive
cerca, pero no la encuentro, le mando un mensaje y en seguida me contesta que está
en la puerta esperándome que no esperaba que pasara tan pronto. Salgo y nos
encontramos, foto de rigor y tengo que repetirla varias veces que voy muy bien a
pesar de llevar ya 20 km en las piernas antes de que me deje continuar.
Me
despido y arranco a correr otra vez, me cuesta encontrar el camino por las
calles de Colmenar, los corredores vamos ya muy separados, hay mucha gente paseando
que por supuesto no participan en la carrea y cruces con calles en donde poder
equivocarse. En un par de ocasiones pienso que me he perdido pero la presencia
de algún corredor al fondo, la marca en una farola o la gente que al pasar me
aplaude y me indica la dirección, impiden que haga más kilómetros de los necesarios.
Por
fin abandono la ciudad y retomo los caminos de tierra, esta zona me es conocida
de los 34 km que hice el año pasado de la carrera de 100 km que transcurre también
por estos caminos. Aunque en esta ocasión lo estoy haciendo en sentido
contrario, voy por donde volví en aquella ocasión. Es una zona preciosa con
sendas estrechas entre monte de encinas y jaras hasta llegar al avituallamiento
situado debajo del puente medieval.
3:30 / 34 km Puente Medieval
A
la sombra del puente relleno los bidones de agua y como algo, pero no me
detengo demasiado voy bien y con ganas de seguir, por ahora son todo buenas
sensaciones, no siento ningún cansancio y voy ligero.
Nada
más abandonar el puente hay que subir una buena cuesta y aprovecho para andar
tranquilamente y mandar algún mensaje a la familia. Pero en cuanto la supero
arranco otra vez a correr y hasta llegar a Manzanares no volveré a parar.
Ni
en el mejor de mis sueños podía imaginar que a estas alturas de la carrera
pudiera correr con tanta soltura. Además las vistas de Madrid y las cuatro
torres por este tramo son espectaculares y la bajada hacia Manzanares con el
pueblo y su castillo en primer plano y la Pedriza al fondo es para disfrutar,
da gusto correr por esta zona del recorrido.
Cruzo
el rio por le puente y decido andar un rato en la subida que me lleva hasta Manzanares,
es el momento de recuperar piernas y fuerzas, a partir de ahora empieza la verdadera
subida a la sierra. Mucha animación en
el último tramo antes del avituallamiento, bromeo con un voluntario que me
anima y es que estoy sobrado.
5:20 / 42 Km Manzanares el
Real
Es
el kilómetro 42 del recorrido, a partir de ahora me meto en un terreno
desconocido, nunca he corrido tantos kilómetros seguidos en una tirada y aunque
parezca de locos siento más ilusión que miedo, debo estar perdiendo la cabeza.
La
organización hasta ahora perfecta, correcta señalización y los avituallamientos
buenos y abundantes. Aunque haya algún corredor que siempre tenga que dar la
nota encarándose a los voluntarios que le comenta que deje algo para los demás,
está claro que algo estamos haciendo mal cuando hasta en estas cosas fallamos
en la educación y las formas.
Arranco
andando tranquilamente mientras un voluntario me para el tráfico para que cruce
la calle, me siento el rey del mundo. Abandono ya corriendo Manzanares por una
zona de chalets, más tarde me enterare que pase por la puerta de la casa de un
compi de la oficina y no me pare a saludarle.
Avanzo
corriendo paralelo a la carretera y ando algo despistado no sé muy bien hacia
donde me dirijo hasta que aparezco en la entrada al parque de la Pedriza, me
hace ilusión por que los caminos de la Pedriza y la Hoya de San Blas ha sido mis
zonas de entrenamiento durante este verano.
A
partir de ese momento la carrera transcurre por caminos estrechos y mucho más
exigentes, aunque procuro seguir corriendo ya tengo que ir alternando tramos andando,
sobre todo en las subidas. Según nos vamos acercamos a Mataelpino el camino se
empina de verdad, en esta zona me junto con un corredor/andarín y en su
compañía voy haciendo camino mientras charlamos de nada importante.
Pero
la compañía me hace seguir a un ritmo vivo aunque sea andando, el chaval me
confiesa que piensa andar más que correr pero en algún momento me cuesta
seguirle el ritmo andando. Y paso a paso llegamos juntos a la plaza de
Mataelpino
6:28 / 49 Km Mataelpino
El
mejor avituallamiento con diferencia de todo el recorrido, montado en la plaza
del pueblo tiene una gran animación, es la primera vez que me siento un rato
desde que empezó la carrera. Hay mucha gente en las terrazas disfrutando del
buen tiempo y creo que riéndose de nuestra locura, me dan ganas de juntarme a
ellos y dejar de correr pero todavía no es el momento.
Mi
compañero arranca antes que yo, le dejo ir no tengo prisa prefiero comer y
descansar algo más. Venzo por fin la pereza y arranco por las calles del pueblo
cuesta arriba, la subida la hago andando pero en cuanto puedo comienzo a correr
y en un corre/andar avanzo kilómetros por uno de los tramos más técnicos del
recorrido, una senda estrecha con piso suelto en donde agradezco el taqueado de
las zapatillas de montaña y donde disfruto como un enano.
Supero
a mi compi y le animo mientras le cito en el siguiente avituallamiento, aunque
ya no volveremos a coincidir en la carrera, espero que llegara a Segovia. El
recorrido va bordeando la falda de la sierra sin ganar altura, cruzo riachuelos
y los muros que separan los prados. En este tramo recibo la llamada de un amigo
que se ha acercado a animarme, nos citamos en el avituallamiento de la Barranca.
La
senda que llevábamos termina en la pista forestal que une el pueblo de
Navacerrada con el Hospital de la Barranca. Este tramo en cuesta en condiciones
normales es muy corrible y de hecho en mis entrenamientos lo he trotado de día
y de noche, pero no es el momento de excesos y prefiero subir andando. Me
alcanza un andarín al que había adelantado unos metros antes y que se burló de mí
comentando que como tenía todavía ganas de correr y aprovecho para seguir su
rueda. Está claro que andar no es lo mío, debo subir muy lento ya que por
delante la gente se me aleja mientras los que vienen por detrás me adelantan.
Mi
amigo me vuelve a llamar al móvil, que donde ando, coño pues subiendo la cuesta
que se creerá que voy sobrado de fuerzas. Por fin termina la cuesta y veo a mi
colega esperándome, se ha torcido el tobillo al bajarse del coche y cree que se
ha hecho un esguince, al menos él no tiene que seguir corriendo hasta Segovia.
7:55
/ 58 Km La Barranca
Un
rato de conversación mientras recupero fuerzas y a correr. Sobre el papel este
tramo hasta Cercedilla es en bajada y aprovecho para correr, primero por la
carretera y luego por un camino de montaña muy bonito, pero me encuentro con un
tramo en cuesta arriba importante que me obliga a andar de nuevo.
Alcanzo
a un corredor con la camiseta del Atlético y me sale la vena madridista,
acelero para dejarle atrás mientras le aviso que le adelanta un madridista, se
rehace y me recuerda su última victoria en el derbi, yo se la devuelvo mentándole
la victoria de la décima. Al final nos despedimos como amigos y citándonos para
el final de temporada.
Ahora
sí que empieza la cuesta abajo por en medio de un pinar y arranco a correr, es
el tramo donde iré más rápido de todo el recorrido y es que tengo ganas de
llegar a Cercedilla, allí me esperan dos de mis sobrinos y una comida “reparadora”.
En
la bajada me cruzo con un corredor al que los calambres le impiden casi andar y
va cojeando, me paro para ofrecerle mi ayuda, a pesar de los problemas va con
buen ánimo y me empuja a que siga que a él le esperan un poco más abajo para
retirarse. Se me pasa por la cabeza que también me puede ocurrir a mí, pero en
seguida lo olvido, voy sobrado de ánimos que ya no tanto de fuerza y estoy
convencido de que voy a llegar a Segovia.
El
último tramo para entrar en el pueblo de Cercedilla lo hago volando por debajo
de los cinco minutos y medio el kilómetro, voy lanzado hacia Segovia. Unos
metros antes del polideportivo ya veo a mis sobrinos con su padre, he tardado
en llegar algo más de lo esperado pero me reciben como un héroe.
8:48 / 64 Km Cercedilla
Juntos
nos vamos al polideportivo, me acompañan mientras como algo de pasta, me
proponen ducharme y descansar en su casa y aunque es muy tentador me temo que
si paro no podría volver a arrancar. Cambio la riñonera por la mochila, cojo los
bastones, ropa de abrigo y el frontal, me despido de ellos y salgo del
polideportivo trotando y dispuesto a atacar la gran subida del recorrido, el
Alto de la Fuenfría.
Voy
cruzando el pueblo y recuerdo las calles por donde en navidades corrí la Carrera
de Cercedilla, pero estoy a punto de perderme en un cruce, por suerte un corredor
me avisa y me junto a él para tomar la buena dirección. Llegamos a la carretera
que nos subirá al puerto y que se empina desde el primer metro lo que nos
obliga a subir andando.
Es
un corredor experimentado y me comenta que los primeros kilómetros son los
peores, que al final hay un tramo que llanea antes de llegar al puerto y hasta
se puede correr. Poco a poco me doy cuenta de que va más fuerte que yo y que no
debo seguirle, por lo que le dejo ir y me pongo a mi ritmo.
Es
el momento de sacar los bastones que he cogido en Cercedilla e intentar mantener
un buen ritmo de subida. Alcanzo a dos corredores que van de conversación y
juntos vamos haciendo la subida por una senda de tierra paralela a la carretera
asfaltada.
La
conversación deriva de nuestras pequeñas hazañas como corredores a como la
familia aguanta nuestras locuras y lo difícil que es compaginar nuestra afición
con las exigencias familiares. Llegamos a la conclusión de que la única
solución es conseguir que nuestra pareja también se aficione a correr, en mi
caso imposible pero lo intentare con mis hijos.
Aprovecho
un momento en que la conversación decae y me adelanto unos metros, prefiero ir
sólo y marcarme mi propio ritmo. Voy subiendo ahora por la Carretera de la Republica,
ancha y de tierra en medio de un pinar espectacular. La subida es completamente
desconocida para mí y disfruto de ella todavía con luz. Este tramo está muy
concurrido y me voy cruzando con paseantes y ciclistas que ya vuelven de bajada
hacia Cercedilla, mientras que yo sigo subiendo.
A
partir del avituallamiento intermedio la subida se me empieza a hacer pesada y
es que ya son 70 kilómetros de carrera. Soy incapaz de coger un ritmo cómodo y
constante, me van adelanto más corredores de los que consigo superar, claro
indicio de que mis andares no son muy buenos.
Llego
a la zona de falso llano de la subida, el Mirador Vicente Aleixandre, aprovecho
para hacer una foto y decido que es el momento de correr un poco en esta zona
más favorable. Me pueden más las ganas que el físico y únicamente puede
combinar un poco de trote con metros andando. En cuanto la carretera empieza a
empinarse de nuevo, retomo los bastones y mi caminar cansino. A pesar de todo este
tramo es precioso, el camino va bordeando la ladera y la vista es espectacular
sobre el Valle de la Fuenfría. Por fin al fondo empiezo a ver el final del
puerto lo que me anima a mantener mi ritmo.
12:08 / 79 Km Alto de la
Fuenfría
Subida
superada, consigo mi objetivo con las últimas luces del día y bastante
recuperado física y mentalmente después de pasar algún tramo de subida con la
moral por los suelos. Es el momento de pararse en el avituallamiento y
recuperar fuerzas, mientras el grupo de corredores se reagrupa después de
haberse estirado mucho en la subida.
Mando
el último mensaje a la familia para tenerles informados, hasta Segovia lo
llevare apagado el móvil porque se está quedando sin batería y prefiero
reservarlo por si tengo algún problema.
Se
supone que de aquí en adelante es todo bajada pero correr de noche con el
frontal me da un poco de respeto, no estoy muy acostumbrado y temo tropezar por
lo que decido ser conservador. Me poco el cortavientos, pues en cuanto se ha
ido el sol refresca, el frontal y la luz roja en la parte trasera de la
mochila. Cometo mi primer error me doy cuenta de que no he encendido la luz
trasera con la mochila ya puesta, me da pereza quitármela y pido ayuda a otro
corredor. No sin dificultades consigue encenderla, pues con la oscuridad no
encuentra el botón de encendido que por cierto está bastante camuflado.
Por
fin perfectamente iluminado, me lanzo a la bajada. Al principio muy lento pero
en cuanto voy cogiendo confianza dejo que la zancada se alargue y la carrera se
hace más fluida. El grupo baja ahora más compacto y comparto los primeros
kilómetros con otros corredores, pero poco a poco nos vamos volviendo a separar
y la única referencia que tengo de ellos es sus luces rojas que me marca la
dirección.
En
este tramo de carrera sólo voy pendiente del suelo, la vista fija en el área
que ilumina el frontal, el camino se reduce a un área de poco menos de 4 o 5
metros delante mío donde tengo que dar las siguientes zancadas, únicamente cuando
levanto un poco la cabeza la luz ilumina a lo lejos y veo entre sombras el camino
que me precede. La iluminación artificial es engañosa y me cuesta unos minutos
acostumbrarme e identificar el tamaño real de los obstáculos que me encuentro
en mi camino.
Es
una forma muy distinta y especial de correr, el mundo alrededor se reduce a
unos pocos metros y la sensación de estar solo es real, en algún momento tengo
hasta un poco de miedo pero la presencia de otras luces rojas al fondo me
tranquiliza y me recuerda que no soy el único loco que corre en dirección a
Segovia. El inconveniente es que sería incapaz de reconocer el recorrido si lo
hiciera de día.
Voy
bajando con un ritmo “alegre” hasta que empiezo a notar dolor en el empeine de
mi pie derecho. Es un dolor desconocido, pero tampoco antes había corrido 80 km
sin parar. Es el momento de tomarse la carrera con calma y aunque es bajada
alterno tramos trotando con tramos andando. El dolor no va ni a mas ni a menos,
lo cual me tranquiliza no me va a impedir llegar a Segovia, eso sí lo hare un poco
más tarde de lo previsto.
13:45 / 88 Km Corral de la
Desesperada
Llego
al avituallamiento con el dolor controlado, aprovecho para tomar un caldo
calentito, algo de comida y echarme un poco de Reflex en el empeine pero el
dolor no desaparece. Nos volvemos a juntar un puñado de corredores entorno a la
mesa de las viandas. Casi todos con muchos ánimos aunque alguno llega con frío
y pide algo de ropa, los voluntarios sólo le pueden ofrecer una manta con la
que correrá hasta Segovia, lo sé porque le vi llegar envuelto en ella.
Paro
poco, no necesito comer y prefiero no quedarme demasiado frio. Cada vez ando más
y corro menos aunque el recorrido sea en bajada y ayude. Por fin el camino sale
del pinar y ya empiezo a ver las luces de Segovia al fondo lo que me hace
recuperar ánimos y fuerzas.
En
este tramo me pasa un corredor con un frontal que ilumina como si llevara en la
cabeza un foco de cine, el tío baja a un ritmo loco, sobretodo para los
kilómetros que llevamos en las piernas, una vez más me doy cuenta que soy un
aficionado a esto de las carreras.
En
el último tramo de bajada se abandona el camino y es campo a través marcado con
cintas reflectantes, resulta complicado para los que estamos poco acostumbrados
a correr a oscuras. Decido no arriesgar
lo más mínimo y bajo andando con muchas precauciones y ayudándome de los
bastones.
Me
cruzo con un par de perros sueltos y paso un mal rato, aunque por suerte no me
prestan demasiada atención y con un grupo de la Organización que suben buscando
las llaves de un corredor y comprobando que no hay ningún corredor en problemas,
un buen detalle por su parte. Cruzo la carretera A-11 que lleva a Riofrío y
llego al último avituallamiento.
14:40 / 94 Km Riofrio
Es
casi el final de la aventura y ni siquiera me sellan la tarjeta, ya no tengo
ganas de comer sólo quiero llegar, pero me obligo a tomar unos frutos secos y
beber una bebida isotónica.
En
ese momento oigo una voz familiar que me llama por mi nombre, que alegrón es mi
hermana que ha venido a animarme con una amiga. Han subido por el camino a
buscarme pero han desistido y llevan un buen rato esperándome, estaban
empezando a ponerse nerviosas.
Se
sorprende de encontrarme tan fresco después de 98 km, pero le confieso que es
todo postureo, en realidad voy bajo de ánimo y el dolor en mi pie es constante.
Desde hace varios kilómetros he decidido que llegaré caminando hasta Segovia y
descartar mi objetivo de cruzar antes de medianoche el acueducto. Aun así sigo
ilusionado con llegar a Segovia, conseguir cruzar la meta es todo un logro para
mi primera ultra.
Vuelvo
a ponerme en camino y mi hermana me acompaña un rato caminando, intenta darme
conversación pero solo consigue monosílabos por mi parte, estoy concentrado en
mantener el ritmo y los pocos ánimos que me quedan.
En
ese momento nos alcanza un corredor que viene corriendo, me da mucha envidia.
Para mi sorpresa es uno de los padres del cole con los que coincide en la
salida y se para a saludarme. Me comenta que al ir más lento los primeros
kilómetros, donde se quedó atrás para acompañar al lesionado, todavía tiene
fuerzas y baja corriendo desde la Fuenfría.
Me
propone que me una a él para llegar juntos, mi hermana me anima ella se queda
más tranquila si voy acompañado. Mi cabeza salta del sí al no varias veces,
antes de ser capaz de vencer la pereza de mis maltrechas piernas y obligarlas a
ponerse a trotar, pero ante mi propia sorpresa ya estoy corriendo otra vez.
A
partir de ese momento es una nueva carrera de 6 kilómetros hasta cruzar el
acueducto. Aunque el pie no deja de doler es soportable y a un ritmo “digno”
avanzamos, a nuestro paso se nos van uniendo corredores a los que alcanzamos,
llegamos a formar un grupo de cinco, para ser luego tres y volver a quedarnos
en dos cuando el último se adelanta dejándonos descolgados.
Personalmente
es un tramo de sufrimiento y disfrute a partes iguales. Una lucha entre caminar
un rato o continuar corriendo unos metros más, en donde siempre gana el mantener
la carrera, creo que por orgullo de no rendirme frente a mi compañero, pensando
siempre que sea él quien pida una tregua.
Mi
orgullo y sobre todo el sentirme corredor de nuevo es lo que me lleva corriendo
directo a Segovia. En la memoria me recuerdo corriendo por una carretera sin
asfaltar por donde no pasan coches, cruzando la circunvalación de Segovia por
un túnel subterráneo, pasando por
delante de un cuartel donde un soldado hace guardia y nos anima al pasar, rodeando
una plaza para atacar una calle empinada que se me hace interminable, siguiendo
las indicaciones de un voluntario que a estas horas aguanta y nos jalea, para
acabar por fin entrando en la calle peatonal que nos lleva directos a la meta.
15:23 / 101 Km Acueducto - Segovia
Ya
está, ya llegamos, son los metros finales, la gente que toma copas en la calle
nos anima mientras pasamos y un reducido grupo nos hace un pasillo antes de
cruzar el arco de meta. Mi compañero encuentra a su familia y se queda unos
metros atrás mientras yo me adelanto buscando a mi hermana y sobretodo el final
de la carrera.
La
sensación de cruzar la meta después de 15 horas y 23 minutos es una mezcla
entre euforia y satisfacción personal, es el final de muchos meses de trabajo
coronado con un final feliz y el reto personal de terminar antes de la
medianoche.
Mi
compañero entra unos metros detrás con su hija, nos felicitamos mutuamente y le
agradezco que me haya hecho correr los últimos kilómetros, si no fuera por
nuestro encuentro fortuito hubiera llegado a Segovia caminando y no como un
corredor y sobretodo con una sensación de fracaso. Gracias Jorge, espero que en
alguna otra ocasión pueda devolverte el favor.
Transcurren
unos pocos minutos hasta que aparece mi hermana, sorprendida de verme ya en la
meta y tan feliz como si ella hubiera corrido conmigo. Es el momento de las
fotos, los mensajes a la familia para darles la noticia de que he llegado vivo,
también el momento de parar de correr, tengo la extraña sensación de quedarme
vacío, ya no tengo que continuar, aparecen los dolores y las malas sensaciones,
de hecho me tengo que tumbar un rato para no marearme, supongo que es el efecto
de acabar con la tensión de todo el día.
Despido
a mi hermana y su amiga que van a cenar algo mientras yo me dirijo al
polideportivo para ducharme. El trayecto bajo el acueducto camino del
polideportivo, es una cuesta importante que junto al frio de la noche es el
final de fiesta que me deja completamente agotado. Pero no hay nada que una
buena ducha y el efecto balsámico de la medalla colgada al cuello no pueda
arreglar y salgo “recuperado” y feliz en busca de mi hermana para que me lleve
a Madrid.
El
camino de regreso a Madrid se hace mucho más corto y relajado. Llego a casa con
toda mi familia durmiendo, sólo mi mujer abre un ojo para comprobar que sigo
vivo, me da un beso y se da la vuelta para seguir durmiendo. Metido por fin en
la cama me cuesta aun un rato coger el sueño y finalizar un día muy largo.
Transcurridos
ya muchos meses desde que acabe los 100km Madrid Segovia, sólo puedo recordar buenos
momentos, aunque resulte sorprendente no hubo ningún momento en que me
arrepintiera, ni siquiera en que el cansancio o los dolores me hicieran pensar
en retirarme o dudar de que era capaz de llegar.
Me
quedo con muchos buenos recuerdos para guardar, la salida en Madrid con los
nervios acumulados de las últimas semanas, la marea de gente corriendo a mí
alrededor en los primeros kilómetros de asfalto, la bajada hacia Manzanares con
la Pedriza al fondo, el magnífico avituallamiento en Mataelpino y la extraña sensación
de sentarme después de 48 km, los tramos de senda y trialeras desde Manzanares
a Cercedilla, mis amigos animándome en Colmenar y la Barranca o mis sobrinos en
Cercedilla, las conversaciones compartidas con corredores anónimos a los que
seguramente sería incapaz de reconocer hoy por la calle, la “sufrida” subida al
Alto de la Fuenfría mientras el sol se ponía sobre los pinares, las nuevas sensaciones
de correr de noche por el monte, los metros de caminata compartidos con mi
hermana, los últimos seis kilómetros corriendo otra vez como si fueran los
primeros y la espectacular sensación al cruzar por fin la meta.
El
único problema de no haber sufrido en exceso es que ya estoy deseando volver a
sentir de nuevo esas sensaciones y eso significa volver a preparar y correr un
ultra, quizás el 2016 y los 101 km de Ronda sea una buena ocasión para volver a
“disfrutar” de correr.
No hay comentarios:
Publicar un comentario