Domingo 7 de Abril del 2019
Después de no poder participar en
la Media de Madrid el año pasado por coincidirme con el Maratón de Roma he
vuelto a mi carrera preferida y me he reencontrado con el disfrute de
correr por mi ciudad. Pero eso no me impide reconocer que la carrera no ha
evolucionado correctamente en las últimas ediciones es más hasta en algunas
cosas ha empeorado.
Se han realizado varios cambios
en el recorrido clásico principalmente debido a la prohibición que ha impuesto
el Ayuntamiento de que las carreras populares acaben dentro del Parque del
Retiro con el objetivo de protegerlo y es que los corredores debemos ser
tóxicos pero los lectores beneficiosos para la flora.
Discusiones a parte la carrera ha
incluido dos tramos nuevos. El pasó por la Plaza de Bilbao y la calle Luchana
en lugar de tomar desde el principio la calle Santa Engracia, no hay gran
diferencia quizás la pendiente antes era más continua y ahora al principio es
más tendida para tener unos metros finales algo más exigentes. Y la desviación
desde Plaza de Castilla hacia la zona de las Cuatro Torres para volver de nuevo
a la Plaza de Castilla, desde mi punto de vista un acierto, es una zona llana y
amplia que permite correr cómodo y las vistas de las torres es un lujo.
Y en cuanto al nuevo final en la
Plaza de Neptuno, hace que los últimos kilómetros de la carrera se hayan
suavizado mucho, sé que es la tendencia actual en las carreras populares y que
la mayoría de los corredores lo agradecen pero personalmente prefería el final
agónico por la cuesta de Alfonso XII y Alcalá. A cambio se corre por el Paseo
del Prado, delante del Jardín Botánico y el Museo del Prado que tiene un gran
encanto.
En cuanto a los cambios en la organización
lo único positivo es la salida por oleadas que resulta muy acertado además de
necesario por el número de participantes. Aunque no soluciona totalmente el
problema del embotellamiento en los primeros kilómetros, al menos es una
intención de ponerle remedio. Si además los corredores colaboramos y nos
ponemos cada uno en nuestro cajón seguro que todos lo disfrutaríamos más.
Pero se han producido demasiados fallos,
el principal el guardarropas que resulto catastrófico. No puedo entender que se
formen colas para entregar la mochila, pero el tiempo medio que tardamos en recogerlas
es todavía peor. Es verdad que el espacio en la meta es menor que en el Retiro
pero mi impresión es que se intentaron ahorrar en carpas y número de
voluntarios asignando un puesto de recogida para todo los dorsales que
coincidan en el último número y no un puesto por cada tramo de dorsales como en
años anteriores, lo que genero demasiados corredores por carpa y un colapso
total.
Mucha gente también se quejó de
que no había medallas para los últimos corredores, eso ya ocurrió en otras
ediciones, aunque en esta ocasión al menos te la mandaban a casa si reclamabas.
En descarga de la Organización tengo que reconocer que yo vi a personas que no
habían corrido recoger medallas de los voluntarios y algunos corredores con más
de una.
Y por último la bolsa del corredor
cada año más escasa, en esta edición desapareció el buff y los manguitos a
juego con la camiseta que se entregaron en ediciones anteriores. En mi caso no
es una prioridad pero teniendo en cuenta el coste de la inscripción se puede
esperar algo más que una camiseta, una barrita energética y un caldo de
navidad, sobretodo viendo los obsequios de otras carreras fuera de Madrid.
Mi impresión es que deben mejorar
si no quieren que los corredores dejen de venir a correr por Madrid. Y es que
la oferta de carreras en España ha aumentado y los circuitos y servicios
mejorado, como para que el único aliciente para correr esta carrera sea
participar en la media maratón más multitudinaria de nuestro país.
Después de unas semanas
prácticamente veraniegas en Madrid, con altas temperaturas que nos han
permitido correr las últimas carreras en manga corta. Esta semana ha vuelto a
cambiar el tiempo y han vuelto las lluvias y las temperaturas más frescas
típicas de esta época. He tenido que recuperar la camiseta interior y volver a
la manga larga y casi el chubasquero para correr en la Media Maratón de Madrid.
En esta ocasión somos tres
valientes, por supuesto mi ahijado que lleva desde navidades preparándose y que
me ha acompañado en las últimas carreras de preparación y mi cuñado que llega
con poco entrenamiento este año. Pero que como le hemos recogido el dorsal y le
he pasado a buscar por su casa creo que se ha visto obligado a correr, si fuera
por el seguramente se la hubiera saltado este año.
Conseguimos aparcar el coche
relativamente cerca de la Plaza de Cibeles, lo cual es mucho pedir, somos casi
15000 corredores de la media maratón más los 1600 de la prueba de 5 km. Tanto
corredor y sus acompañantes abarrotamos el Paseo del Prado desde Cibeles a
Neptuno y todos los alrededores, es un verdadero espectáculo.
Llegamos hasta la Plaza de
Neptuno, donde está instalado el guardarropas y desde donde saldremos la última
oleada de corredores. Hasta el año pasado el guardarropas estaba dentro del
Retiro y más de un año hemos tenido que echarnos una carrera para llegar a la
salida. Se supone que ahora es más cómodo, pero las colas para dejar las
mochilas son interminables, me da la impresión que hay muchos menos puestos que
otros años. No sé si es la falta de espacio o la mala previsión pero no es de
recibo.
Nos colocamos en nuestra cola
mientras esperamos que llegue mi sobrino que ha decidido venir por su
cuenta para poder apurar más en la cama. Se va acercando la hora y no da
señales de vida, decido llamarle. Me contesta a la segunda apuradísimo, me dice que
viene corriendo desde prácticamente Nuevos Ministerios porque no ha encontrado
ninguna moto eléctrica disponible y por supuesto no se ha podido acercar más
con el coche. Además ha sido el encargado esta vez de recoger todos los
dorsales en la feria del corredor, por lo que si no llega tendremos que correr
de ilegales y con la mochila a cuestas.
Pero todavía hay tiempo de sobra
y aunque acelerado llega de sobra para dejar las mochilas y ponernos los
dorsales. Pero él ya se ha metido el sofocón y un par de kilómetros mas en las
piernas, esperemos que no le pasen factura al final de la media. Ya estamos
dispuestos para correr y toca hacerse la foto oficial y calentar un poco.
Nos colocamos al final de la zona
de salida, que teóricamente comienza en la plaza de Cibeles y termina en la
Plaza de Neptuno, son 500 metros de marea humana, pero sorprendentemente detrás
nuestro todavía se agolpan un montón de corredores populares y es que cada año
esta media es más grande y aunque solo sea por eso merece la pena correrla,
pero esa masificación es también su gran inconveniente, son las paradojas de la vida.
Salimos en la cuarta y última
oleada, lo que significa que saldremos casi media hora más tarde que los
corredores de la élite y casi un cuarto de hora después que la primera oleada
de corredores populares. Pero aun así los primeros kilómetros subiendo por la
calle Alcalá son caóticos, corredores con ritmos muy dispares, grupos de
corredores que van juntos y forman verdaderas barreras humanas y por supuesto
el máximo postureo que obliga a grabar todo lo que hacemos para que nuestros
“followers” estén informados.
Intento marcar un ritmo cómodo
para mi ahijado pero es muy complicado, tenemos que correr en fila y a tirones
para poder ir esquivando a otros corredores que no tienen tanta prisa como
nosotros. Al final cada uno hacemos la guerra por nuestra cuenta y buscamos los
huecos donde podemos, parece que al llegar a la calle Velazquez debería haber
algo mas de espacio pero la marea de corredores es tan grande que somos capaces
de colapsar todo el ancho de la calle.
Intento estar pendiente de mis
acompañantes, pero la mayoría de las veces les pierdo entre tanta gente, de
hecho cuando giramos por Diego de León y empezamos a bajar hacia la calle
Serrano paro a un lado para reagruparnos y ya solo me sigue mi sobrino, mi
cuñado ha perdido comba y ya no volveremos a coincidir hasta la meta, este año
se ha descolgado mucho antes que en otras ediciones.
Ya llevamos 3 kilómetros y parece
que hemos encontrado nuestro sitio en la carrera, aunque seguiremos adelantando
a mucha gente durante todo el recorrido la mayoría de los corredores que nos
rodean tienen un ritmo similar al nuestro y podemos por fin correr los dos
juntos y a un ritmo constante. Se puede decir que empieza de verdad la carrera,
hasta ahora ha sido una prueba de obstáculos.
Es el momento de pasar por encima
del puente de Rubén Darío sobre la Castellana, son unos metros emblemáticos del
recorrido, pero me da la impresión que han debido de reforzar la estructura del puente porque vibra
menos que otros años con el paso de la masa de corredores.
A partir de la salida del puente
empieza una subida ligera pero continua de prácticamente siete kilómetros, a mi
ahijado es la que mas le preocupa pero por experiencia se que es bastante
llevadera porque todavía tenemos las fuerzas intactas, aun así decidimos
tomárnoslo con calma y nos ponemos a un ritmo tranquilo. Esta es una de las zonas
nuevas del recorrido y subimos desde la Plaza de Bilbao a la de Chamberí por la
calle Luchana el desnivel es el mismo que subiendo por Santa Engracia pero el
último repecho se agarra algo mas.
Nos acercamos a nuestro primer
punto de animación, mi ahijado ha convocado a todo el que ha podido para que
salgan a la calle a animarle en su gran aventura. Como era de esperar su chica
no ha podido negarse y le espera en la plaza de Iglesia para animarle. Está
preocupado por si no la ve, pero metros antes de llegar al punto acordado la
localiza a un lado de la carrera. La saluda pero ni siquiera para un momento,
está demasiado concentrado en no perder el ritmo de la carrera, yo también la
saludo y le doy las gracias por el ánimo mientras acelero para alcanzar a mi
compañero que va lanzado.
Toca pasar por los bomberos de
Santa Engracia, otro de los clásicos de la carrera, este año nos animan como
siempre con las sirenas pero se ahorran la ducha con las mangueras porque la
mañana esta fresquita.
Segundo punto de animación, ahora
les toca a mi familia y mi hermana mayor a la altura de mi casa como todos los
años. Pero por mucho que miro y remiro en la esquina acordada no hay nadie, ni
en la anterior ni en la posterior, vaya bajón. Luego me dijeron que bajaron
algo más tarde y ya habíamos pasado, bueno mi mujer este año ni salió de la
cama para bajar a animarme y es que en el fondo está un poco cansada de
acompañarme a mis medias maratones por toda España.
Pasamos por Cuatro Caminos que siempre está muy animada
de público y atacamos la calle Bravo Murillo. Ya corremos mucho más tranquilos
y mi acompañante va disfrutándolo. Prácticamente sin danos cuenta nos plantamos
en el último tramo de subida hacia la Plaza de Castilla, es un tramo duro pero
vamos muy ligeros todavía. En otras ediciones cruzábamos directamente la plaza,
pero el nuevo recorrido nos lleva por el lateral de la Castellana hasta las
Cuatro Torres que caracterizan el skyline de la ciudad, la torre Cepsa con sus
250 metros de altura es la más alta de toda España. La verdad es que el cambio
de recorrido en esta ocasión merece la pena para que el corredor disfrute del
espectáculo de los rascacielos madrileños.
Mi acompañante como en carreras
anteriores lleva todo el recorrido con problemas de mocos, pero en esta ocasión
estoy preparado y he cargado con varios klinex y problema solucionado. Pero al
llegar a esta altura me dice que lleva un rato con ganas de hacer pis y tenemos
que parar. Esta juventud no está preparada, en mi época nos inculcaron muy claro
que de casa se salía con todo hecho.
Volvemos sobre nuestros pasos por
el otro lado de la Castellana hacia la Plaza de Castilla, eso nos permite ver
la cantidad de corredores que van detrás nuestro igual que antes hemos visto
los que iban por delante, creo que la masa compacta de corredores ocupara unos
cuantos kilómetros, sin contar los más rápidos que van destacados en cabeza y
los lentos que cierran la carrera.
Los siguientes kilómetros son en
claro descenso y aprovechamos para dejarnos caer y recuperas fuerzas, pasamos a
la altura de nuestro colegio, el de mi ahijado y el mío, aunque al estar separados por
unas cuentas generaciones hemos conocido colegios muy distintos. Hemos superado
ya la mitad de la carrera y vamos a buen ritmo, pero como todo lo bueno la
bajada también termina y la calle Pio XII nos recibe con un buen rampón, aunque
vamos sobre aviso del calentón en las piernas no nos libra nadie.
Nos vamos acercando a nuestro
tercer y último punto de animación, pero antes tenemos dos encuentros
imprevistos. Mi ahijado ve a un amigo corredor del que ha recibido buenos
consejos durante su preparación y que no corre por que la semana que viene se
enfrenta al Maratón de París, aunque le grita no consigue que le oiga. Y yo me
encuentro con un compañero de la oficina y su hijo, en otras ocasiones habían
estado para animarme porque la carrera pasa por debajo de su casa, pero en esta
ocasión no contaba con ellos y me hace mucha ilusión.
Nuestro tercer grupo de animación
son las dos hermanas de mi ahijado y sus sobrinos pequeños que han bajado a
animar a su tío. Ya nos habían avisado que estarían, pero están cada una a un
lado de la calle, por lo que de una pasamos cerca pero a la otra solo podemos
saludarla de lejos. En cualquier caso ambas animan fuerte a su hermano que se
viene arriba. El ni siquiera para, yo en cambio me paro a saludar a los enanos
y a darles las gracias por los ánimos.
Mi acompañante se ha adelantado
unos metros y se ha encontrado con unos amigos que también corren, le oigo
explicarles que corre con su tío pero que ahora lo ha perdido, en ese momento
llego a su altura. Saludamos y seguimos a nuestro ritmo avanzando hacia la
meta. Este tramo vuelve a ser muy
favorable, pasamos por el Parque de Berlín y el Auditorio Nacional para
alcanzar el kilómetro 15, es el límite que ha corrido mi sobrino a partir de este momento
se enfrenta a un nuevo reto.
Llegamos al avituallamiento y
tengo el primer y único error de la carrera, me quedo en el lado izquierdo para
coger geles y plátano, pero me doy cuenta tarde que no hay mesas de agua, por
lo que nos quedamos sin líquido que era realmente lo que necesitábamos. Pienso
en volver sobre mis pasos pero mi acompañante me dice que no necesita nada que
va muy bien, espero que al final no nos arrepintamos.
Avanzamos por la calle Príncipe
de Vergara todavía en un grupo compacto de corredores y recorremos los tres kilómetros
que nos separan del Parque del Retiro. Ya solo nos queda rodearlo para llegar a
la meta, es el mismo recorrido que hicimos hace un par de semanas en la carrera
MetLife y ya lo conocemos. Pero en los últimos kilómetros he notado a mi
ahijado demasiado callado y concentrado y eso no es buena señal, intento
distraerle con mi conversación pero creo que está empezando a pasarlo mal.
Nos queda un primer tramo
rodeando el parque hasta el kilómetro 18 y a partir de ahí es todo bajada. Pero
mi ahijado empieza a dar claras muestras de cansancio y tenemos que bajar el
ritmo. Le animo diciendo que ya no queda nada, pero su contestación es “Me
duelen mucho la piernas, no puedo más, esto es muy duro”, me viene a la cabeza
mis sensaciones la primera vez que corrí esta media maratón y fueron las
mismas a esta altura de la carrera. Es el momento de apretar los dientes y no dejarle pensar demasiado,
procuro darle ánimos constantemente para que no piense nada más que en correr y poco a poco vamos avanzando hacia la meta.
Terminamos la bajada y llegamos a
la altura de la Estación de Atocha, sé que es el momento más crítico, pero
aguanta como un campeón. Vuelve a comentar que va sufriendo mucho y mi
respuesta es muy sencilla, a falta de menos de un kilómetro es el mejor momento
de la carrera para sufrir. Otros corredores que oyen la conversación, le animan
para que no pare que ya no queda nada.
Y en esta ocasión sí que es
cierto, acabamos de superar la marca del kilómetro 20 y ya estamos en los metros
finales de la carrera. Giramos en la Plaza de Atocha para coger el Paseo del
Prado, ya vemos el arco de meta al fondo y es el momento de disfrutar del logro. Le
ha cambiado la cara y una enorme sonrisa se dibuja en su cara, son los 400
metros de mayor disfrute de toda la carrera, son esos metros que no volverán a
repetirse, estoy seguro que terminara otra media maratón pero nunca más volverá
a ser la primera. Y yo tengo la suerte de disfrutarlos con él y recordar
también mi primera vez en esta misma carrera y esa sensación de agotamiento y
satisfacción que no se puede explicar.
Cruzamos la meta y nos abrazamos
para celebrarlo. Parar de correr es otra de las grandes satisfacciones de
cruzar la meta, parece que todo el cansancio desaparece y el dolor de piernas
por un momento se olvida. Recogemos nuestra medalla y ya andando tranquilamente
avanzamos hasta la Plaza de Neptuno a recoger la mochila.
La cola para el guardarropa es
infinita, rodea toda la fuente y además da la sensación de que no avanza. Son más
de 45 minutos esperando para recoger la ropa, a mi cuñado le da tiempo a llegar
y eso que se lo ha tomado con mucha calma y entra unos cuantos minutos detrás de
nosotros. Además la mañana está fresca y empezamos a quedarnos fríos, sobretodo
mi ahijado que es el más agotado y además va en camiseta de manga corta, hasta
empieza a tiritar.
Por fin recogemos la bolsas y
podemos abrigarnos, la verdad es que nos lo hemos tomado todos los corredores
con humor, pero es impresentable para una carrera de esta categoría la falta de
previsión, además no recuerdo que en otras ediciones hubiera este problema. Al
menos han tenido suerte y no ha descargado la lluvia que amenazaba porque si no
el caos hubiera sido de escándalo.
Esta edición de la carrera
quedara para siempre como la del estreno de mi ahijado en la distancia de medio
maratón. Creo que ha cumplido con su objetivo sin sufrir en exceso y
disfrutando en la mayoría del recorrido, sobre todo teniendo en cuenta el
tiempo que ha dedicado a la preparación de la prueba. El tendrá que decirlo
pero creo que volverá a repetir.
En mi caso ha sido un gustazo
poderle hacerle de liebre y he disfrutado durante las carreras de preparación y
cada metro de la media maratón. Además me ha hecho ilusión que alguien de las
generaciones jóvenes de mi familia se animara a correr conmigo.
Sus reacciones después de la
carrera me han recordado mucho a las mías en las primeras ocasiones que me puse
un dorsal. Para que podáis entender lo que digo os reproduzco nuestras
conversaciones de Watshap después de la carrera.
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