martes, 6 de noviembre de 2012

Ciencia y correr una buena combinación

La Carrera de la Ciencia es una de las clásicas de la capital, nació como una carrera cross en la Casa de Campo, exclusiva para los trabajadores del ministerio de educación y sus familiares. Transcurridas 32 ediciones, mantiene en su nombre el origen de la carrera y también la participación de su creador Paco Cisneros a sus 70 años, y pensar que yo alardeo por entrar en la categoría de Veterano C, pero hoy en día se trata de una carrera abierta a todo el mundo que transcurre por las calles más glamurosas de Madrid.

La salida tiene lugar en la calle Serrano a la altura de las instalaciones del CSIC y recorre, en una ligera bajada, toda la milla de oro de la capital. La abandona por la calle Recoletos, antes de llegar a la Puerta de Alcalá, en una bajada estrecha y peligrosa. Enseguida se toma el Paseo de la Castellana y su continua subida hasta la Plaza de Cuzco. Girando a la derecha por la calle Alberto Alcocer para continuar por Príncipe de Vergara y volver a  tomar la calle Serrano, en continuos toboganes, algunos con cierta dureza.

Sin disponer del apoyo mediático de otras carreras promocionadas por empresas o entidades, cada año aumenta su participación y es que los corredores sabemos reconocer una carrera bien organizada y un recorrido exigente pero con mucho “encanto”.
 





















Son las 7:00 de la mañana y suena el despertador, un domingo más me toca madrugar para correr por la capital. En esta ocasión se me hace muy duro, anoche estuve de celebración con mis hermanos, inaugurando la nueva casa de mi hermana mayor. Como ocurre siempre que nos juntamos la cosa se alargo, la culpa la tuvo una cena estupenda, la buena compañía y las discusiones que siempre tenemos entre hermanos y que ponen tan nerviosa a mi madre.

La consecuencia fue que me acosté tarde, demasiado tarde, he dormido poco y me levanto cansado y con cierto “dolor de cabeza”. Como dicen los corredores las sensaciones no son buenas, lo que me pide el cuerpo es pasar de la carrera. Intento convencerme enumerando los motivos que me han llevado a apuntarme a esta carrera:

  • Es uno de los 10.000 que están dentro de mi objetivo de los TOP TEN madrileños. 
  • Corro acompañado, se han apuntado mi cuñado y un compañero de la oficina, si fallo tendré que aguantar sus comentarios durante meses. 
  • La carrera es parte de mi planificación para el maratón de San Sebastián en noviembre. 
  • La  carrera comienza y termina junto a la iglesia donde me case, y de eso hace ya 16 años que se dice pronto. 
  • El recorrido es apetecible sobretodo enfrentarse a la subida de la Castellana. 
  • Pero sobretodo por que: 
¡¡ HOY CUMPLO 45 AÑOS !!

Ya no tengo que buscar más razones, planifique hace meses que aprovechando que este año el día de mi cumpleaños era domingo iba a celebrarlo corriendo. También teniendo en cuenta los dígitos redondos de la edad que cumplo, me marque como objetivo bajar por primera vez de los 45 minutos en una carrera de 10.000.

Es cierto que desde que me estrene en esta distancia siempre he corrido por debajo de los 50 minutos y en los últimos meses he estado muy cerca de bajar de la barrera de los 45 pero oficialmente todavía no la he superado. Aunque francamente con el cuerpo que me he levantado creo que me parece un objetivo complicado.
 
Con mejor espíritu me pongo en marcha, desayuno, ducha, disfrazarse de corredor y a buscar a mi cuñado. La salida esta cerca de casa y podemos ir andando, ya desde que salgo de casa me cruzo por la calle con corredores y según nos acercamos aumenta el ambiente, me hace olvida el cansancio y ya estoy preparado para la carrera.

Lo primero es recoger el dorsal y el chip de cronometraje. La Organización  es perfecta y tardamos pocos minutos en recoger de las mesas los dorsales y entregar la ropa que nos sobra en el ropero. Esto me ratifica en mi idea de que cuando nos obligan a  recoger los dorsales el día antes, aduciendo problemas logísticos, no es más que una excusa para hacernos pasar por el centro comercial de turno.
 
Mi cuñado se estrena oficialmente en una carrera popular y paga todas las novatada, no sabía que hay guardarropa y me venía sólo con la camiseta con la que pensaba correr y la mañana está fresquita, no ha traído los imperdibles para sujetar el dorsal, con eso ya contaba y como siempre traigo de sobra, pero lo mejor es que se mete el chip en el bolsillo del pantalón hasta que se da cuenta de que los demás nos lo colocamos en la zapatilla para garantizar que se active cuando crucemos por encima de las alfombras.

Con todo en orden, recogemos a mi compi de curro en la puerta del Polideportivo Magariños, lugar emblemático para todo aficionado al  baloncesto en Madrid y a calentar. La calle Serrano esta ya cortada y comenzamos un trote ligero hasta la plaza de los delfines para volver, un par de estiramientos y damos por terminado el calentamiento, no es que sea muy profesional pero tampoco se nos puede pedir más a los populares.



Ya nos quedamos situados a unos diez metros del arco de salida, de charleta. La gente se va agolpando a nuestro alrededor y cuando en el luminoso marcan que faltan cinco minutos para la salida ya estamos como sardinas en lata.

El marcador comienza la cuenta atrás y se da la salida, como siempre tardamos todavía unos minutos en arrancar, pero en cuanto cruzo la línea de salida dejo atrás a mis acompañantes y a correr. Ya lo habíamos hablado antes, tenemos objetivos muy distintos por lo tanto cada uno a su ritmo y nos vemos en la meta.

Por primera vez en una carrera me lanzo desde el primer metro a buen ritmo, sólo frenado por la cantidad de corredores que debo ir esquivando, pero los primeros metros son en bajada, todos vamos muy animados y la calle es ancha, puedo mantener un buen ritmo aunque la calle Serrano es engañosa y tiene algún repecho.

Llegamos a la calle Recoletos y dejamos Serrano, es el punto más conflictivo de la carrera, es una calle estrecha con bolardos y todavía la carrera no se ha estirado por lo que se forma el temido efecto embudo. Pero sorprendentemente no tengo ningún problema, prácticamente no tengo que reducir el ritmo y tomo la Castellana sin ningún susto.

Comienza la larga subida de la Castellana, en la mayoría de las carreras corremos por los carriles centrales pero en esta ocasión nos meten por el carril lateral, eso complica un poco el recorrido, es más estrecho y  hay que ir atento a la separación del carril bus. Supero la marca del tercer kilómetro, es el primero y el último que voy a ver en todo el recorrido, o los ponen muy escondidos o la edad me está haciendo perder vista.



Miro mi reloj 13:02, hago un cálculo mental rápido y concluyo que voy 30 segundos por encima de la media de 4:30 el kilómetro que debería mantener para bajar de los 45 minutos al final de la carrera. No es que sean buenas noticias, estos tres primeros kilómetros son en bajada y todavía estoy fresco, pero ahora no voy a parar y decido seguir al mismo ritmo y ver como pasan los kilómetros.

Ahora que estoy escribiendo esta crónica me doy cuenta de que la edad también me ha afectado a mi capacidad de cálculo pues realmente llevaba casi 30 segundos de adelanto y mi ritmo era claramente por debajo de lo previsto.

La subida por la Castellana se me hace más llevadera de lo que esperaba, de hecho en algún momento me tengo que recordar que debo dosificar pues todavía queda mucha carrera y la verdadera subida comienza a la altura de Nuevos Ministerios. Lo peor que puede ocurrirte en una carrera es que te de una pájara, los expertos recomiendan siempre correr de menos a más, yo simplemente recomiendo correr como se pueda.
 

Llegamos al avituallamiento, en esta ocasión totalmente caótico, porque en lugar de la clásica botella de agua, nos ofrecen vasos de bebida isotónica. No derramar el vaso mientras se intenta mantener el ritmo de carrera es complicado. En cuanto lo cojo la mitad del líquido se me derrama encima, recuerdo las técnicas que he leído en las revistas especializadas y doblo el vaso por la mitad de modo que se cierre su boca y bebo por una de las esquinas.

Deshacerme del vaso es otra odisea, hay pocos contenedores y cuando me quiero dar cuenta ya no encuentro ninguno donde lanzar mi vaso, puedo tirarlo al suelo pero es un peligro y poco higiénico. Opto por salirme de la carrera subirme a la acera y buscar una papelera donde tirarlo, prueba superada y de vuelta a la carrera.

Pasamos a la altura del Estadio Bernabeu, donde me descubro ante el templo sagrado del futbol mundial. Un montón de autobuses turísticos están aparcados y grandes grupos de personas intentan cruzar la carrera para llegar al museo del Real Madrid, el segundo más visitado de toda la capital y es que el balón es el nuevo opio del pueblo.

Ya estoy terminando la subida y voy “suficientemente fresco”, todo se pone de cara, la temperatura es fresca pero la amenaza de lluvia aguanta, mis piernas van ligeras y sigo adelantando gente, esto siempre anima a continuar. No quiero mirar el cronómetro para que el tiempo no tire abajo las sensaciones, no debemos olvidar nunca que corremos para divertirnos.


La primera rampa de Alberto Alcocer es dura pero corta, aun así los kilómetros se notan y algunos corredores tienen que bajar su ritmo aunque ninguno se para. Comienza el tramo de toboganes, es un poco rompe piernas, pero para mí ya se ha convertido en una zona clásica, la he corrido en el maratón, dos veces en el medio maratón de Madrid y también en la carrera Norte-Sur un par de veces.

Me la conozco y aprieto los dientes en Príncipe de Vergara y en la primera cuesta de la calle Serrano. Llego al cruce con Concha Espina, es uno de los puntos que he marcado en el recorrido, a partir de ese momento la carrera se suaviza y comienza el descenso hasta la línea de meta. Miro el cronómetro, sorpresa me marca un par de minutos por debajo de los 40 minutos.

¡¡ MAGNÍFICO, PUEDO BAJAR DE LOS 45 !!

Según mis cálculos me debe quedar como mucho un kilómetro. Todavía tengo fuerzas para cambiar el ritmo y lanzarme un “poquito” más rápido. Pero no contaba con el falso llano antes de la plaza de los delfines, que a mis piernas le parece una cuesta, pero giro la plaza y ya veo el arco de salida.

Los últimos metros los hago mirando constantemente el reloj para asegurarme que no me equivoco y cuando cruzo la meta, paro el crono y compruebo que he bajado de los 45 minutos, objetivo cumplido, y a pesar de haber saltado de categoría dentro de los Veteranos.

Con el ego por las nubes, entrego el chip y recojo la bolsa del corredor. Sólo tiene un botella de bebida isotónica y un par de paquetes de galletas, pero compensa una buena camiseta de manga larga en rojo, únicamente con el nombre de la carrera y sin publicidad, como a mí me gusta.

Mis compis de carrera también han superado con creces sus objetivos, mi cuñado que buscaba estar en el entorno de los 55 minutos, se marca un carrerón y se queda a pocos segundos de bajar de los 50, creo que le hemos ganado para la tribu de los corredores.

Mi compañero de trabajo corría con la idea de estar por encima de la hora, ya que está en el comienzo de su preparación para su gran objetivo del año que viene, la Media de Villalba, pero es un competidor nato y no puede evitar bajar varios minutos de la hora.

Cuando nos vamos andando hacia casa empezamos a notar una bajada de temperatura y comienzan a caer las primeras gotas que nos acompañaran el resto del día. Parece como si el dios Zeus nos haya respetado, reconociendo así nuestro esfuerzo humano en correr la carrera.

Carrera recomendable, pensada por y para los corredores, la publicidad y todo lo accesorio queda en segundo plano y lo más importante es correr. Con un número adecuado de participantes para el recorrido y volcada en que podamos correr a gusto, sin embotellamientos o barreras y de forma segura.

A continuación os dejo unas fotos de la entrada en meta de los tres fantásticos, para que os entretengáis en buscarnos, al estilo “¿Dónde esta Wally?”, y es que con la multitud de corredores si no posas para la cámara no se te ve en la foto.




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