Esta prueba de 100 km es la más veterana que se
realizar en la comunidad de Madrid. Desde el principio nació como una marcha no
competitiva y sigue manteniendo la misma filosofía, de hecho sólo se publica
una lista de los participantes que han finalizado el recorrido, ordenados por
orden alfabético y sin referencia alguna al tiempo.
En lo que sí ha cambiado en estos años es en la
aparición de nuevas modalidades en que se puede participar. Además de las
clásicas de corredores y andarines que tienen hasta 24 horas para completar los
100 km, tenemos la posibilidad de realizar únicamente la primera etapa de 34
km, una prueba en bicicleta que transcurre por el mismo recorrido de los 100 km
y que cada vez tiene más participantes y la opción de realizar el recorrido
corriendo por relevos.
La carrera transcurre por el camino de Santiago
madrileño y las vías pecuarias de nuestra comunidad. Se divide en varios tramos
o etapas, la primera comienza en Colmenar Viejo para llega hasta Manzanares el
Real y regresar al lugar de partida. Luego se continúa hasta Tres Cantos por el
camino que transcurre pegado al muro de cierre del Monte del Pardo. Desde Tres
Cantos la carrera hace una gran bucle de 32 km que vuelve al punto de partida después
de pasara bordeando las urbanizaciones de Ciudalcampo y Fuente el Fresno y
dejar lejos Alcobendas. El último de esfuerzo une Tres Cantos con Colmenar
Viejo, pero en esta ocasión en línea recta.
Todo el recorrido está perfectamente marcado, con
voluntarios en las desviaciones y avituallamientos abundantes de agua y algunos
también sólidos. La Organización entrega junto al dorsal un rutómetro que
además de instrucciones incluye un plano del recorrido, indicando las
distancias y puntos de control, avituallamiento y descanso. Haciendo hincapié
en los pasos más confusos, de modo que es difícil perderse. Cada corredor dispone
de unas pegatinas con el número de su dorsal para que las entregue en cada
punto de control. Una organización excelente fruto de tantos años de
experiencia.
He recibido un correo de mi primo para que me anime a correr los 100 km en 24 h que Corricolari organiza por la zona norte de Madrid. Está claro que ha vuelto con las endorfinas disparadas después de correr el maratón de montaña del Soplado y le sobran fuerzas para atacar el reto de la larga distancia. En mi caso estoy todavía al comienzo de mi preparación para el Maratón de Zaragoza que es a finales de septiembre y muy lejos de poder correr una distancia tan larga con ciertas garantías de terminar.
Cuando comencé a correr un poco más en serio y
participar en carrera populares, me parecía una locura correr 100 km, teniendo
en cuenta que estamos hablando de “correr” durante más de 15 horas. Con el tiempo me he
debido volver algo loco porque ahora es uno de mis objetivos para el año que
viene. Ya he marcado en el calendario el mes de septiembre del 2014 para
realizar los 100 km que separan Madrid de Segovia. Por eso decido apuntarme al
primer tramo de 34 km. de la carrera, así podré probar como me desenvuelvo en
las largas distancias. Corriendo y andando a partes iguales, y de paso acompaño
a mi primo en su reto, algo que seguro agradecerá.
Me levanto el sábado con muchos ánimos, he decidido no
cambiar mi rutina de entrenamientos y tomarme la carrera como una tirada larga
a ritmos muy bajos. Al contrario que en otras ocasiones tomo un desayuno
fuerte, hasta incluyo unos huevos revueltos con beicon. La carrera empieza a
las 12:00 y si todo se nos da bien no pararemos a comer antes de las 16:00. El día se ha levantado nublado con previsión de
lluvias y una temperatura baja, en nuestro caso ideal para correr por los
caminos donde vamos a encontrar poca sombra.
La preparación de la noche anterior ha sido extraña,
además de preparar la ropa como en otras
ocasiones he decido cargar con una mochila con algunas cosas. Un chubasquero y
una camiseta de manga larga por si llueve o baja demasiado la temperatura, buff
y guantes pesan poco y no estorban, un pequeño botiquín con lo indispensable
para pequeños accidentes (tiritas, gel frío y vaselina), algo de fruta, frutos
secos y queso todo troceado para comer en los avituallamientos y un bidón con
isotónico. Estoy convencido de que no voy a utilizar casi nada de lo que llevo,
ya que existen avituallamientos de sobra a lo largo del recorrido pero me
siento más aventurero equipado con mi mochila.
Me voy en coche a Colmenar, dejando una vez más a mi
familia tirada el fin de semana, creo que un día volveré y me encontraré mis
cosas en la calle y una nota de despedida. Tengo que preguntar un par de veces
para llegar al polideportivo en donde comienza la carrera, me mandan de un
sitio a otro y es que el pueblo dispone de varias instalaciones deportivas
municipales, todo un lujo para los tiempos que corren. Por fin llego y hay un
ambientazo por lo que tengo que aparcar un poco lejos.
Mientras me estoy preparando me llama mi primo para decirme que ya
está en la salida y que me espera. Cuando llego al polideportivo me cuesta un
poco localizarle entre tanto jaleo. Le acompaña toda su familia, aunque después
de un poco de conversación y hacernos la foto de rigor, nos desean suerte y nos
abandona, todavía queda un buen rato para que la salida y la mañana no esta muy
agradable para estar en la calle con los niños.
Nos vamos para la pista de atletismo donde será la
salida. Nuestra intención es calentar un poco, pero mientras mi primo me pone
al día de su odisea en los Soplados se nos pasa el tiempo y arranca la carrera.
Salimos prácticamente de los últimos, detrás de los andarines que son mayoría,
parece que no hay demasiados corredores. Primera vuelta a la pista andando
antes de salir a la calle. Decidimos que nosotros hemos venido a correr y
empezamos a trotar suave ahora que hemos dejado la pista y podemos adelantar a
la gente.
Los primeros metros son por asfalto pero en seguida lo dejamos
para tomar los caminos de tierra. Vamos por el tramo del Camino de Santiago que
une Madrid con la capital gallega pasando por Segovia y Valladolid, las flechas
amarillas así lo indican. Hemos hecho bien en calzarnos las zapas de montaña, el
camino aunque bien trazado y ancho tiene mucha piedra y la suela reforzada nos
defiende algo cuando pisamos. El día está fresco y al fondo sobre la sierra nos
esperan unas nubes muy negras, algunas ya están descargando sobre las cimas más
altas.
Vamos todavía muy frescos y vamos charlando sobre lo
humano y lo divino mientras avanzan los kilómetros. En algún tramo de subida
nos ponemos a caminar pero casi todo el recorrido vamos trotando. Seguimos
“corriendo” hasta el primer avituallamiento en donde aprovechando que hay una
buena cuesta nos tomamos el primer
descanso, subimos andando y comiendo algo de la fruta que cargo en mi mochila.
Recibo una llamada de teléfono de mi madre, en una
carrera normal ni hubiera cargado con el móvil, pero esto es otra cosa y me
permito el lujo de contestar la llamada, eso sí paro de correr y me pongo a
andar mientras hablo. Mi madre no sabe si colgar cuando le digo que estoy en
una carrera, pero la tranquilizo y charlamos un rato. Se despide dándome ánimos
para que acabe bien pero que por favor vaya tranquilo, como le pasa a mi mujer
no puede entender la locura que me ha dado por correr a los 40 años.
El camino se va haciendo más montañero según nos vamos
acercando a la sierra, se estrecha algo y esta menos pisado, la vegetación gana
terreno. Tenemos que cruzar algún riachuelo y tramos un poco más trialeros,
pero siempre muy llevaderos. Ya corremos juntos los mismos y nos vamos
intercambiando nuestras posiciones según corramos o andemos.
Delante nuestro se produce una caída, un chaval se ha
despistado y tropezado con algún obstáculo por que ha caído sin control tan
largo como es. Le cuesta unos segundos reaccionar hasta que se incorpora, pero
se ha dado un buen trompazo además de múltiples arañazos en rodillas y manos lo
peor es que se ha abierto un corte en la barbilla que sangra abundantemente.
Con nosotros han parado un par de corredores más, uno saca el botiquín para
intentar ponerle algún punto mientras mi primo le da un pañuelo para que pare la hemorragia. Creo que la carrera ha acabado para él, tienen que ponerle
puntos en ese corte, él lo sabe y tiene un buen cabreo, después de tanta
preparación retirarse por una tontería como esta da mucha rabia. Dándole ánimos
seguimos corriendo, ya está bien acompañado y poco más podemos hacer.
Segundo avituallamiento, no me ha dado tiempo ni a
tirar del botellín de isotónico que llevo en la mochila. En este me encuentro
con un entrenador del colegio de mi hijo que esta de voluntario. Ya hemos
coincidido en otras ocasiones pero ahora podemos charlar un poco mientras bebo
el agua. Me da ánimos y me espera a la vuelta ya que el punto es de ida y
vuelta.
Ya nos vamos acercando a la sierra y la Maliciosa que
hasta entonces estaba cubierta por nubes empieza a despejarse y nos deja una vista
espectacular de la sierra. Parece que hemos tenido suerte y las nubes que nos
amenazaban en la salida han girado a nuestro alrededor y ahora las tenemos a
nuestra espalda sobre Madrid.
Abandonamos el camino que sigue dirección Becerril y Cercedilla
y nos desviamos hacia Manzanares con la Pedriza al fondo. Esta
formación rocosa es un de las señas de identidad de nuestra sierra y la verdad
es que resulta espectacular. Identifico el Yelmo y por supuesto el pueblo a sus
faldas y el castillo de Manzanares.
Comienza una pronunciada bajada hacia el embalse donde
aprovechamos para estirar piernas. La bajada acaba en un zona recreativa donde
esta el avituallamiento que en esta ocasión además de agua tiene plátanos. Está
claro que en la primera parte de la carrera no es necesario cargar con
vituallas ni agua. Nos desviamos del camino principal que rodea el embalse y
tomamos una senda que transcurre pegada a una valla para volver dirección al
camino que hemos abandonado haciendo un bucle.
En este tramo el viento nos entra de espalda y ya no
refresca además se ha despejado y aprieta el sol, empezamos a sufrir el calor.
Está claro que hemos tenido mucha suerte con el tiempo, esta zona no tiene ni
una sombra y cuando aprieta el sol se sufre de verdad. Volvemos a retomar el
camino de Santiago y empezamos a cruzarnos con gente que va andando y todavía
va en dirección a Manzanares. Seguimos corriendo a ritmos bajos aunque las
piernas empiezan a cargarse y es que ya superamos la media maratón.
Vuelven a desviarnos del camino para hacer otro bucle,
cruzamos un río y un par de voluntarios nos animan, pero al darse cuenta de que
mi dorsal es verde lo que indica que me quedo a los 34 km y no finalizo los
100, comentan que a mi ya no me queda nada que por eso se me ve tan fresco.
Tomamos la vía del tren, supongo que este tramo estará
abandonado, aunque mantiene las vías intactas. Corremos por la zona de piedra
suelta y tenemos que parar varias veces para vaciar las zapatillas de las
chinas que se nos meten dentro. Ya vamos más cascadillos y la conversación no
es tan fluida, pero mantenemos el trote ligero. Obligo a mi primo a que andemos
en algún tramo, creo que vamos demasiado rápido para completar los 100 km,
aunque en apariencia va más fresco que yo.
Abandonamos la vía para tomar una senda entre el monte
que nos conduce de vuelta a Colmenar. Tiene alguna subidita en la que andamos
mientras nos hacemos alguna foto, parecemos excursionistas. Yo ya me voy
fijando en los dorsales de color verde para que no me adelanten, se que mi
posición en la carrera no es importante pero no puedo evitar que me traicione
mi espíritu competitivo.
Ya estamos de vuelta en el camino de tierra a la
salida de Colmenar, la verdad es que las 3 horas y media se nos han pasado muy
rápido, entretenidos con la conversación y disfrutando del paisaje. Entramos en
la calles asfaltadas y la zona de rotondas, debemos tener cuidado con el
tráfico pues no está cortado. Mi primo se para en cuanto la calle se empina y
se va quedando atrás. Yo ya no quiero parar me quedan un par de kilómetros y
puedo agotar mis fuerzas, ya se que llego.
En la entrada a la pista de atletismo me está
esperando una compañera de trabajo que vive en Colmenar y a la que he avisado
de mi hora de llegada para que me fuera a animar. Me paro con ella y su marido
a agradecerles el apoyo, me ven muy fresco y eso me anima. Pero todavía no he
terminado y arranco otra vez para completar la vuelta a la pista de atletismo y
cruzar la meta.
La meta un poco triste, los corredores entramos de uno
en uno separados por muchos metros, nos da tiempo a posar, levantar los brazos
y demás tonterías, y por supuesto no hay público que nos anime. Sólo te esperan
un par de voluntarios que te hacen la foto de rigor y te entregan un diploma
personalizado con tu nombre y un pin de la carrera en plateado, el dorado está
reservado para los que completan los 100, un buen detalle.
Mi compañera me hace una foto mostrando mi diploma que
rápidamente publica en el grupo de guasap de la oficina para que todos me vean.
Tengo verdadeo aspecto de campeón. Un rato de charleta en donde se sorprenden
de que seamos tantos locos para estas carreras y me rencuentro con mi primo al
que le ha dado tiempo a cambiarse y estirar y ya está reponiendo fuerzas.
Le acompaño tomando una ensalada de pasta que da la
organización y que a mí me sabe a gloria, porque nada más cruzar la meta me ha
entrado un hambre horrible. Nos hacemos unas fotos antes de que el arranque
para continuar con su aventura, yo le despido deseándole lo mejor. Lo que hace
la cabeza, yo venía mentalizado para corre 34 km y una vez finalizado me han
abandonado las fuerzas y el ánimo, sería incapaz de volver a arrancar aunque se
que estoy preparado para hacer muchos más kilómetros.
Ducha reconfortante y ropas de paisano, todo un lujo
para volver a casa como si no hubiéramos corrido, aunque las piernas no opinan
lo mismo.
Nuestra primera idea era ser sistemáticos en nuestra
carrera, correr 50 minutos a un ritmo cercano a los 6 min/km y andar unos 10
minutos. Lo que me ha resultado más complicado es mantener el ritmo lento, mis
piernas están acostumbradas a una cadencia mucho mayor y tengo que concentrarme
para que no se disparen. Pero cuando las distancias empiezan a ser largas,
debes pensar siempre que quedan muchos kilómetros y que no puedes gastar todas
las fuerzas.
Aunque esta experiencia me ha demostrado que al final
la carrera es la que manda y hemos corrido cuando podíamos y andado cuando el
terreno se hacía exigente, sobre todo en las subidas. Así a veces es mi primo
el que ha decidido que tocaba andar y otras veces he sido yo el que ha parado,
intentando aprovechar cuando íbamos andando para comer algo, hacer alguna foto.
Y por supuesto siempre nos obligábamos a parar en los avituallamientos y andar
un rato mientras bebíamos.
He sacado dos conclusiones, la primera es que a este
ritmo me costaría finalizar los 100 km y la segunda y más importante que en
estas distancias manda la cabeza sobre el cuerpo. Pero tengo más de un año para
prepararme y aprender a correr las largas distancias.
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