jueves, 23 de mayo de 2013

Carreras de montaña otra forma de correr

Vamos a ser los primeros en estrenar esta carrera de 18 Km por el Monte del Telégrafo cercano a Becerril. El recorrido es sencillo tres subidas al monte con sus tres bajadas, saliendo y volviendo al polideportivo del pueblo. Cada trazado por una ladera distinta de la montaña para dibujar un trébol del que le viene su nombre. La subida tiene un desnivel menor de 500 m lo cual no es demasiado llamativo si nos fijamos en los picos cercanos, pero el acumulado total suma los 1000 m y es algo más significativo.

Cada subida nos depara una visión muy distinta de la sierra madrileña, la primera ascensión nos permite ver los grandes montes centrales con la Maliciosa en primer termino y el embalse de Navacerrada, la segunda nos muestra el valle del río Guadarrama y de fondo los montes del extremo sur con el Abantos como gran referencia y en la tercera y última la vertiente más norte de la sierra con la Pedriza a las faldas de la montaña, todo un espectáculo. Disfrutar de esta vista panorámica de toda la sierra madrileña es uno de los grandes alicientes de la carrera.


En esta ocasión ha sido mi compi de trabajo el que me ha liado para correr esta carrera de montaña, aunque es cierto que no he opuesto mucha resistencia, por eso paso a buscarle por su casa para ir juntos hasta Becerril. El quería acabar la temporada estrenándose en el monte, aunque creo que se ha excedido al elegir la carrera, tiene pinta de que va a ser francamente dura.

Cuando le recojo en Pozuelo el termómetro marca 8ºC y es que el tiempo ha cambiado y hemos vuelto al duro invierno. La previsión del tiempo daba para el fin de semana lluvias y hasta nieve en la sierra. Al final no ha sido para tanto aunque la Organización nos ha mandado un mensaje comunicando que es obligatorio el uso de corta vientos. Parece que la carrera puede ser “épica”.

Mientras nos acercamos a la sierra la temperatura en el termómetro va bajando, cuando llegamos a Becerril marca 2ºC. Si a esta temperatura le sumamos el viento, tenemos una sensación térmica bajo cero. Veo que la gente ha vuelto a vestirse con las mallas largas, gorros y guantes, yo vengo equipado con pantalones corto pero al menos he sido previsor y traigo la térmica.

Recogemos el dorsal y ya empezamos a ver que en esta carrera hay mucho nivel. No reconozco a ninguno de los típicos domingueros de otras carreras, me sospecho que los novatos vamos a ser nosotros. Decido cambiar mi objetivo, la idea inicial era bajar de las 2 horas, pero parece complicado, me conformare con no llegar el último.
 


Localizo a uno de mis primos que también está apuntado a la carrera. Es un corredor experimentado y muy aficionado a la montaña, por lo que me va a servir de referencia. Después de mucho tiempo voy a tener una rueda a la que seguir, a ver que tal se me da.

Mi primo viene acompañado de un amigo suyo también corredor. Van a aprovechar el recorrido para preparar otras carreras, mi primo el maratón de montaña de Los Soplados en Cantabria y su amigo el Trail de Peñalara, eso si me aclara que el recorrido corto sólo “60 KM”. No parecen ruedas fáciles de seguir, aunque me prometen que van a ir “tranqui”. Creo que su tranqui no va a ser mi tranqui, pero decido juntarme con ellos. Mi compi desde el principio ha desistido de intentarlo y correrá a su ritmo como hace siempre.

Ya estamos preparados y pasamos el control en el cajón de salida. El viento vuelve a apretar  y tumba el arco de salida, a pesar de ello la Organización ha quitado la obligación de vestir corta vientos. Yo me lo he dejado puesto, creo que lo voy a necesitar además es el último capricho que me he comprado y todavía no he podido estrenarlo en condiciones.
 


Arrancamos de los últimos, no tenemos prisa por atacar la primera subida al Monte del Telégrafo, que aunque comparado con los picos de la cercana sierra parece una tachuelita, creo que se me va a hacer larga. Primeros metros por asfalto saliendo del pueblo, me despido de mi compi que se va quedando atrás, está claro que se lo va a tomar con tranquilidad. Todavía las fuerzas están intactas y vamos conversando mientras abandonamos el asfalto para pisar tierra y empezar una subida suave.

Primer ascenso

Mientras nos vamos metiendo en el pinar de la ladera, el camino se hace más estrecho y abrupto y sobretodo la pendiente aumenta. Se acabo la conversación y pongo toda mi atención en seguir corriendo. En algunos metros tengo que caminar, pero la mayoría de la subida la hago corriendo sin dificultad. Llegamos al final de la subida y nos encontramos con la primera “sorpresa” del recorrido, el camino queda cortada por un verja metálica y sólo se puede saltar, escalando una gran roca. En fila y ayudándonos de las manos vamos cruzando de uno en uno.

Comienza la bajada, la pendiente nos obliga a bajar rápido. Aunque no hay camino marcado, la bajada no es demasiado técnica y puedo correr cómodo. Voy adelantando a mucha gente tanto subiendo como bajando y aunque con esfuerzo no pierdo la estela de mis acompañantes. La bajada es divertidísima, mezcla tramos de saltos y trialeras con zonas más abiertas entre pinos que permiten recuperar. Acaba el descenso y está el primer avituallamiento en una especie de alberca, nos reagrupamos y bebo algo de agua.

A partir de ese momento la carrera transcurre por la parte baja de la ladera del monte sin ganar altura. Es una senda bien marcada entre pinos próxima a la carretera, es estrecha y no nos permite correr en paralelo, por lo que vamos todos en fila india a un ritmo rápido y constante. Me voy recuperando del primer esfuerzo y tomando el pulso a la carrera. El corredor que va delante de mi me avisa que si quiero pasar se echa a un lado, voy cómodo pero no sobrado y prefiero aprovecharme de él y seguir el ritmo que me marca.
 

Segundo ascenso

Abandonamos el sendero y comenzamos la segunda subida. Hay montado un control donde van apuntando los dorsales, yo lo llevo cubierto por el cortavientos y cuando paso oigo cantar “Sin dorsal”. Tengo que retroceder para darle mi dorsal aunque creo que no lo apunta, espero que después de venir hasta aquí no aparezca como descalificado.

El primer tramo de esta segunda subida es en ligera pendiente por un prado, pero en seguida nos metemos de nuevo en el pinar y desaparece el sendero. Esto si que empieza a parecerse a lo que yo me esperaba de esta carrera. Subida en hilera, por supuesto andando, el camino ha pasado de ser una senda a convertirse en un largo tramo de escalera.

Ya no corro sólo con las piernas y empiezo a utilizar los brazos como ayuda. Para agarrarme a los pinos en los tramos más escarpados o para apretar sobre los muslos para darme algo de empuje adicional. Aun así se me hace muy dura la subida, de forma incontrolada voy resoplando para intentar coger algo más de aire. Cuando es al contrario y otro corredor me va resoplando yo me pongo muy nervioso, por eso estoy por pedir disculpas a la chica que va delante mio y que va aguantando mis bufidos, pero no tengo resuello para hablar.

Llevo a mi primo unos metros por delante y en la subida me va sacando algo de distancia, por detrás viene su amigo, me consuela pensar que a pesar de que no me noto fino aguanto a su ritmo. Por fin acaba la subida por la escalera cuando empezaba a plantearme que hago aquí sufriendo.

Volvemos a correr ya con menos pendiente rodeando la cima hasta alcanzar el edificio abandonado de la estación de telégrafo que da nombre al monte. Desde esta ladera tenemos unas vistas espectaculares del Escorial, el Valle de los Caídos y al fondo Madrid. Intento disfrutar de la panorámica pero no puedo despistarme del terreno sino quiero tropezar.

Llegamos al segundo avituallamiento mucho más completo que el primero, paro y aprovecho para tomar fruta algún fruto seco y agua. El trío nos volvemos a reagrupar y arrancamos la segunda bajada. Esta transcurre por una ladera despoblada de árboles, y con el suelo muy verde. Hay que tener cuidado porque hay zonas muy resbaladizas.

De repente los de delante se paran, nos hemos perdido, yo ya tengo bastante con seguir el ritmo del que va delante y no me he fijado en las marcas. Decidimos tirar en horizontal por la ladera buscando las balizas. Pocos metros a la derecha las localizamos y arrancamos otra vez la bajada trepidante, es un tramo muy rápido.

Consigo finalizar el descenso sin más percances, las zapas han respondido muy bien dándome el agarre que necesitaba en los tramos más mojados y complicados. Tomamos un sendero en horizontal por la ladera donde volvemos a correr de forma normal. Es espectacular la vista de La Pedriza desde está altura, por esto merece la pena la subida.

Sigo a mis compis que van a buen ritmo, tenemos que adelantar a varios grupos que van más lentos pero no quiero perder su rueda. Tener una buena referencia, me está obligando a exigirme, no se si me pasara factura al final.

Tercer ascenso

Comienza la última subida, que transcurre por un cortafuego. No hay forma de correr por el pedregal y subimos desde el principio andando, no sé si los superclase serán capaces de subirlo corriendo. Mientras subimos, unos ciclistas bajan en sentido contrario, no  parece buena idea porque tienen que frenar para evitar la fila de corredores.

La Organización por fin nos saca del corta fuegos para hacer el último tramo por el pinar, pero  el ascenso sigue siendo lento y trabajoso. Mis piernas empiezan a quejarse y voy perdiendo a mis compis, pero aguanto a mi ritmo sin que nadie me adelante. Acaba el tramo duro y veo como uno de los corredores que sube varios puesto por delante empiezan a correr, tiene un efecto domino y van arrancando uno a uno sucesivamente los corredores que me preceden. Llega mi turno y mi orgullo no me deja ser menos y arranco, aunque al principio las piernas se quejan, la verdad es que me siento más cómodo y subo a ritmo lento pero continuo. Algunos que van delante tienen que parar para volver a andar pero yo consigo llegar al último avituallamiento sin detenerme donde me esperan mis liebres.

Ahora si que me tomo mi tiempo para reponer fuerzas, plátano, chocolate y bebida, mientras comentamos lo larga que se ha hecho la última subida. Con los ánimos repuestos que no las piernas, arrancamos la bajada. Está es la más técnica de las tres, vamos en línea por un estrecho sendero con mucho desnivel y saltos sucesivos. Vamos esquivando pinos y tengo  claro que cualquier resbalón o duda me llevara a chocarme con alguno. Las fuerzas me van faltando y aunque bajo a muy buen ritmo, voy con muchas más precauciones que en las otras bajadas. En algunos tramos me veo obligado a frenar para no caerme y es cuando las piernas protestan de verdad.
 


Durante la bajada cruzamos un par de veces una carretera que sube la ladera haciendo eses. Nosotros como locos bajamos en línea recta directos a nuestro destino, nada de atajos. Delante mío algún corredor tiene dificultades para mantenerse en pie, y de hecho veo como bajan a un lesionado apoyado en un voluntario y otro corredor, no puede ni apoyar el pie. Cuando llego a la meta compruebo que no es el único damnificado y que la enfermería está completa, tengo suerte de haber llegado entero con mi poca experiencia en estas carreras.

Abandonamos el monte para tomar los caminos asfaltado que atraviesan las urbanizaciones y nos lleva al polideportivo del que salimos. El primer tramo es una larga rampa de subida y se hace dura, algunos corredores tienen que volver a andar, pero aunque se me hace muy larga no estoy dispuesto a pararme.

Este final de asfalto se me hace apestoso, estoy deseando llegar. Cruzamos la carretera principal, donde la policía detiene el tráfico para que pasemos y por fin la última recta. Al fondo veo un grupo de corredores y me marco el objetivo de adelantarlos antes de la meta. Mientras mantengo el ritmo, me pasa un corredor, lo que demuestra que siempre hay alguien más rápido que tú. Consigo adelantar en los últimos metros a mis predecesores, entre ellos a una chica, el speaker y el público fija toda su atención en ella pasando del resto de nosotros. De hecho en las fotos publicadas de la llegada ella tiene dos fotos y yo ninguna.

Termino en dos horas largas, a un par de minutos de mis compis que me han dejado atrás en la bajada. Para terminar un avituallamiento final de lujo, fruta variada, jamón y queso, bebida isotónica, agua, coca cola y hasta cervecitas. Todo lo necesario para reponer fuerzas, un diez para la Organización.

Mis liebres de la carrera se despiden mientras yo me quedo a esperar a que llegue mi compi de curre. Me citan para hacer un entrenamiento de montaña para después del puente, les digo que me avisen aunque creo que seré un lastre. Mi compi aparece por fin, machacado pero orgulloso de no ser el último, aunque ya no quedan muchos por llegar. Le recibo como si hubiera ganado aunque solo sea por compañerismo.

Terminada la carrera creo que he sufrido más de lo que he disfrutado, aunque tengo que reconocer que algunos tramos han sido espectaculares y muy divertidos, debo aceptar que tendré que entrenarme más en montaña para adaptarme a otra forma de correr si quiero ir más cómodo.

La única gran ventaja es que te olvidas del crono, no hay forma de mantener un ritmo de carrera continuo. Cuando subes el tiempo pasa lento y cansino y al lanzarnos en las bajadas la velocidad se dispara y todo es rápido, por lo tanto poco importa los minutos por kilómetro, los tiempos de paso o cualquier referencia del cronómetro.

Como nos ocurre a muchos corredores de asfalto, me queda la duda de si a esto se le puede llamar correr, las pendientes tan pronunciadas nos obligan a subir andando y bajar saltando. Cuando ascendemos vamos resoplando y en algunos tramos casi a cuatro patas, tirando de piernas, brazos, pulmones y cualquier cosa de la que podamos.  Pero cuando bajamos los pulmones no sufren pero vamos rezando para no caernos y rogando que se aparten los obstáculo de nuestro camino porque será difícil que podamos frenar.

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