miércoles, 27 de marzo de 2019

VIII Media Maratón Ciudad de Salamanca - Universitaria y monumental

Domingo 3 de Marzo del 2019

Aunque se trata de una Media Maratón relativamente joven, con solo siete ediciones a sus espaldas, la carrera de Salamanca se ha convertido en una de las más populares entre los corredores. Los 2600 dorsales que ofrece la Organización parecen pocos, teniendo en cuenta que se agotan en pocos días y dejan a muchos corredores sin la posibilidad de correr por las calles salmantinas. Pero ciertos tramos del recorrido estrechos y revirados y el mantener el paso por las zonas más céntricas de la ciudad hacen que no sea recomendable aumentar el número de participantes para poder mantener la calidad de la carrera. Por lo que, el que quiera un dorsal deberá estar atento, en mi caso el año pasado me quede sin poder correrla pero en esta edición me hice con mi dorsal el mismo día que abrieron las inscripciones.
 
El recorrido de la carrera está compuesto por una sola vuelta a un circuito muy variado con tramos completamente distintos que se adaptan a los distintos gustos de todos los corredores.

Los tres primeros kilómetros son de calentamiento por avenidas muy anchas en los nuevos barrios de la ciudad. Es un tramo perfecto para que cada uno se situé en la posición dentro del pelotón de acuerdo con su ritmo de carrera. Alguna aglomeración en la salida pero a los pocos metros ya se corre sin problemas. Tras este primer tramo es el momento de correr por el casco antiguo de Salamanca y disfrutar de sus monumentos, son cinco kilómetros por calles estrechas y adoquinadas donde es más complicado correr pero en donde el entorno es espectacular y donde la animación es mayor. Para los que ya solo corremos para disfrutar y nos olvidamos de las marcas es el tramo preferido de la carrera.

El tercer tramo son siete kilómetros que transcurren por una de las zonas verdes del exterior de la ciudad en donde se corre por una larga y recta avenida, para acabar en una dura subida que luego hay que bajar para volver de nuevo a la ciudad por el carril bici. No es el tramo más animado de la carrera, pero es una zona muy rápida y el entorno natural anima a correr. A continuación toca correr tres kilómetros por la ribera del rio Tormes, primero disfrutamos de cruzar el río por el Puente Romano con la espectacular vista de la ciudad, para coger el Paseo Fluvial que transcurre pegado al río. Se corre solo por el carril bici dejando libre la zona peatonal. Es un tramo con buen firme pero estrecho, además no está cerrado para la carrera por lo que está bastante concurrido por caminantes, paseantes y ciclistas, todo un reto para los corredores.
   
Abandonado el río nos esperan dos kilómetros de continua subida, que hacen de este quinto tramo el más exigente de la carrera, además se llega con muchos kilómetros en las piernas y se nota. Las calles anchas y el buen firme facilita algo el esfuerzo pero hemos tenido que reservar fuerzas sin no queremos sufrir bastante, es el momento de apretar los dientes. Pero el último tramo de carrera es un kilómetro de bajada para disfrutar, lanzarnos sin reservar porque ya sabemos que vamos a llegar a la meta y vamos a finalizar la media maratón de Salamanca.

La Organización impecable, a destacar que la recogida de dorsales, el ropero y las duchas tras la carrera estén todas juntas en el polideportivo punto de salida y llegada de la carrera. La bolsa del corredor y los avituallamientos buenos, incluida medalla y bolsa de lentejas en la llegada. Pero lo mejor sin duda de la carrera el buen ambiente, por parte de los corredores, de los voluntarios y de la propia ciudad que se vuelca con la prueba permitiendo que la tomemos al asalto durante varias horas y sin necesidad de madrugar comenzando a las 10:30 en un horario muy turístico pero en general vetado para los corredores.













Amanezco el domingo y después de prepararme y despedirme de la familia voy caminando desde el hotel hasta el Parque de la Alamedilla, donde es la salida de la carrera. Son 15 minutos andando y me sirve para despejarme un poco después de la mala noche que he pasado, las sensaciones no son las mejores para ponerme a correr una media maratón, pero no es algo que yo haya elegido y tendré que intentar sobreponerme.

En esta ocasión no me pierdo y llego sin problemas al parque. Dentro del polideportivo recojo mi dorsal en las mesas habilitadas, hay poca cola y lo hago rápido. Aunque he desayunado en la habitación me acerco a una cafetería cercana que acaban de abrir para tomarme un café y al final también me animo a comer algo.  He puesto a la camarera en un compromiso, pues ni ella ni la cocinera que está preparando los almuerzos saben el precio del croissant que me han servido y tiene que llamar por teléfono, supongo que al dueño, para poderme cobrar. Resuelto el problema vuelvo al polideportivo para cambiarme y dejar la mochila en el guardarropa. Ya preparado toca una vez más la foto para la posteridad, en este caso me coloco delante de las banderas de la carrera para demostrar que estoy en Salamanca.


Me voy a calentar un poco por los alrededores del parque mientras que entrevistan al alcalde que es el encargado de dar la salida y es que al parecer la carrera es todo un acontecimiento en la ciudad. No tengo muchas ganas de calentar y en cuanto por la megafonía avisan de que los corredores nos vayamos poniendo detrás del arco de salida me dirijo directo a mi puesto.

Me coloco en la parte trasera del pelotón, no me encuentro ni con ánimos ni con cuerpo para correr rápido en esta ocasión, el objetivo es acabar sin sufrir demasiado. Después del carreron en Coruña parece difícil que mejore la marca de 1:40, me conformo con volver a bajar una vez más de la 1:50 en la distancia este año.

Dan la salida y salgo despacio, además la salida es cuesta arriba y el grupo avanza lento y perezoso, está claro que como yo hay muchos corredores que piensan tomarse con calma los 21 kilómetros de la carrera. Los primeros metros nos alejan del centro de la ciudad, pero superado el km 2 giramos y nos dirigimos de vuelta para cruzar todo el caso antiguo de la ciudad de Salamanca, un verdadero lujo para cualquier corredor.

Entramos en la ciudad por la Puerta de Zamora, actualmente es el nombre de la plaza pero antiguamente era una de las 13 puertas que tenía la muralla de Salamanca que encerraba la Ciudad Nueva a partir del siglo XII. Dejamos a nuestra derecha la Parroquia de San Marcos y su peculiar planta circular para tomar la calle de Zamora que nos llevara hasta la Plaza Mayor de Salamanca. En esta parte del recorrido ya hay mucha gente, la mayoría turistas a los que la carrera ha pillado por sorpresa pero también muchas personas que han venido expresamente a animarnos.

Llegamos a uno de los momentos mágicos de la carrera, el paso por la Plaza Mayor. Sin dudarlo puedo afirmar que es la plaza mayor más emblemática de toda España y eso que siendo yo gato debería defender la madrileña. Pero no por la belleza y grandiosidad de los soportales y la fachada del ayuntamiento, ni siquiera porque este situada en el centro del casco turístico, sino principalmente porque es una plaza con una vida increíble. A la hora que vayas siempre encontraras gente disfrutando de ella, ya sea tomando el aperitivo al mediodía o las copas nocturnas. Ya sean mayores, niños o estudiantes siempre esta animada, sobretodo cuando los tunos la toman al asalto.


Esta mañana de domingo la plaza es para los corredores y la atravesamos entrando por el ayuntamiento y saliendo por el lado opuesto hacia la Rua Mayor. Un pasillo humano nos flanquea y anima a nuestro paso, yo busco a mi familia con la que he quedado en este punto, pero abandono la plaza sin haberlos localizados. Al final de la carrera me dirán que ello si me vieron pasar, lo cual es un consuelo, pero que estaban al lado contrario de lo previsto porque también había una quedada motera en la plaza y no les dejaron quedarse en el lado acordado.

Tomamos la Rua Mayor que atraviesa el casco antiguo hasta la Plaza de Anaya, siempre con la vista de las monumentales torres de la Catedral como referencia al fondo. Pero la carrera se desvía sin llegar a la catedral para dejarnos con la ilusión de correr a su sombra. El recorrido nos lleva ahora a la Calle Libreros para pasar por delante de la Fachada de la Universidad, a la velocidad que corremos no nos da tiempo a descubrir la famosa rana escondida en el espectacular frente plateresco que decora la entrada a la universidad.

El recorrido es en bajada y las piernas van solas mientras disfrutamos del paseo por las calles salmantinas. El único inconveniente es el pavimento adoquinado de las calles, que resulta muy bonito pero muy incómodo para el corredor. La mayoría de los corredores buscamos las aceras o las zonas más lisas, aunque algunos se pasan y realizan unos recortes espectaculares al recorrido, yo procuro mantenerme en el trazado pero debo reconocer que al final de la carrera mi reloj marca algo menos de los 21 kilómetros de la carrera, y eso es raro porque normalmente suele ser al contrario y en las carreras hago más metros de los necesarios.


Ahora volvemos sobre nuestros pasos para no abandonar la ciudad sin correr por la Calle Serrano y la Rua Antigua para disfrutar de las fachadas de la Casa de las Conchas y de la Clerecia. Debo confesar mi debilidad por la fachada engalanada de conchas, me parece de lo más original y sin tener que recurrir al exceso de otros edificios consigue que todos recordemos e identifiquemos este palacio frente a cualquier otro.

Mi carrera continua por la Calle de la Compañía, según muchos la calle más bonita de Salamanca, hasta llegar a la altura del Palacio de Monterry y desviarnos hacia el Campo de San Francisco, que junto al Parque de Calixto y Melibea es una de las pocas zonas ajardinadas dentro del casco antiguo y que tiene mucho encanto. Sin salirnos todavía del casco antiguo recorremos un par de kilómetros más, casi todo en bajada lo que anima a correr en esta mañana espectacular en Salamanca. Se acabaron los monumentos y solo pasamos cerca del moderno y gigantesco Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León.

Llegamos por la calle Parma hasta la Plaza de los Milagros, en donde se supone estaría la Puerta de San Vicente de los Milagros que cerraba la muralla, para salir de la ciudad y cruzar el río Tormes. Se acabó la parte más bonita de la carrera y se me han pasado rápidos estos 8 primeros kilómetros de la media disfrutando mucho del recorrido.

Abandonamos la ciudad en dirección a Vistahermosa, se supone que por esta zona estaba la antigua calzada romana que da origen a la Vía de la Plata, camino que cruza Salamanca en su trayecto de Sevilla a Santiago de Compostela. Ahora empiezan 6 kilómetros que trascurren por fuera de la ciudad en la zona verde a la orilla del Arroyo del Zurguén que descarga sus aguas en el Tormes. Nos alejamos corriendo por una ancha avenida, muy recta de la que desde el primer metro ya veo el final y la fila de corredores que me preceden, desanima un poco ver la distancia que nos queda por recorrer y mis fuerzas se vienen un poco abajo. Además ahora ya hemos perdido la protección de la ciudad y el viento arrecia y nos pega de costado lo que complica aún más avanzar.


Intento que las malas sensaciones no me afecten y me concentro en mantener mi ritmo y avanzar metro a metro. Solo un grupo que nos anima ruidosamente y aplaudir a los corredores de la cabeza que ya vuelven hacia Salamanca, me saca de mis pensamientos negativos.

Cuando ya estoy llegando al final de la avenida, veo como la carrera gira a la izquierda para dirigirse a una zona de pisos de poca altura y chalets que está situada en una pequeña loma que se eleva sobre la ribera del arroyo. Y lo que es peor veo la rampa que tendremos que superar para alcanzar el alto de la loma. Pero después de tantas carreras y de haber pasado por sensaciones parecidas en otras ocasiones, se que es solo cuestión de apretar los dientes e intentar verlo todo en positivo. Me concentro solo en lo bueno que me espera, primero cuando gire a la izquierda el viento me dará de espalda y me empujara para subir, segundo hay un avituallamiento para recuperar fuerzas justo antes de empezar la cuesta y tercero y principal todo lo que sube luego tiene que bajar y dejarse caer por esa rampa va a ser un gustazo.

Con esta nueva mentalidad ataco la rampa con los ánimos renovados y voy adelantando a corredores a los que la cuesta se les atraganta y sin darme cuenta ya estoy arriba. Todavía nos quedan unos metros por las calles que atraviesan los edificios y rodear un campo de futbol situado en lo más alto de la loma. Diviso unos metros delante de mí el globo de la hora y 50 minutos, lo que me da más ánimos para no bajar el ritmo e intentar alcanzarlo. Me pongo a su altura a pocos metros de empezar la bajada de la cuesta y decido que no me voy a parar, me lanzo en la cuesta y antes de que termine la bajada ya he adelanto al grupo que se forma alrededor de la liebre.

Ahora volvemos corriendo por el carril bici que transcurre paralelo a la avenida por la que hemos venido, es más estrecho y hay que ir más atento a los demás corredores pero yo ya estoy lanzado y mantengo un ritmo alegre. Todavía me cruzo con algunos corredores que aun vienen de frente y a los que les quedan varios kilómetros para volver. El carril bici se aleja de la avenida para cruzar por un túnel bajo la vía del tren y transitar por el centro de la zona verde más cerca del arroyo, es una zona bastante bonita en donde nos cruzamos con algún ciclista y andarín pero con poca animación.

Ya tomamos las calles asfaltadas para dirigirnos hacia el Puente Romano y volver a cruzar el Tormes para regresar a la ciudad. Justo cuando voy a tomar la entrada al puente me encuentro con mi cuñado, no estaba previsto y me hace especial ilusión. Le pido que me haga una foto con la catedral al fondo para inmortalizar el momento de cruzar el rio, para ello recorro unos metros marcha atrás con cierto peligro pero merece la pena. Me despido de él y cruzo por el puente con la ciudad al fondo y las aguas del Tormes bajo mis pies, es otro de los momentos mágicos de esta carrera y  que recordare por muchos años.


Nada más cruzar el puente está el avituallamiento. Después de haber desconectado durante unos minutos tengo que volver a la carrera y es el momento de tomar el gel con el que cargo desde la salida y que espero me de las fuerzas necesarias para llegar a meta. Aunque los ánimos vuelven a estar altos sé que mis piernas hoy no están tan finas y debo seguir las rutinas de otras carreras para evitar al tío del mazo.

Yo pensaba que una vez cruzado el rio volveríamos a la ciudad pero la carrera continua por el carril bici del Paseo Fluvial que va pegado a la ribera del rio. Podemos disfrutar del rio mientras corremos, pero es una zona bastante concurrida de gente que pasea y además el camino es bastante estrecho lo que obliga a ir atento y no despistarse mirando el paisaje. Tengo que adelantar a un par de equipos de corredores que corren en grupo formando un pequeño tapón, pero la verdad es que en cuanto se dan cuenta de que mi ritmo es más rápido procuran cederme el paso y hasta me animan cuando les paso. Son casi 2 kilómetros pegados al rio bastante planos y rápidos, aunque mis fuerzas están justas y procuro no animarme en exceso porque sé que queda la última gran subida.

Al abandonar el paseo hay una rampa corta pero muy pronunciada que a estas alturas me bloquea un poco las piernas. Me cuesta unos metros cambiar el ritmo pero en seguida recupero la cadencia y es que a estas alturas de carrera cualquier pequeño esfuerzo se sufre. A partir de este momento el trazado se empina en la cuesta de la Aldehuela, Fernando III el Santo y la Reina Berenguela. Al principio suavemente casi inapreciable pero al llegar a la rotonda a la altura del kilómetro 18  y medio el desnivel empieza a ser mayor y las piernas lo notan.

Aunque hasta ahora la carrera la he llevado muy bien, sé que no estoy tan fino como en las últimas medias maratones y llevo toda la carrera esperando que las fuerzas me fallen. Me da miedo que este sea el momento en que me choque con el muro, que en la media también existe. Por eso bajo mi ritmo y me dispongo a sufrir, pero según voy superando los metros de subida mi ritmo no solo se mantiene sino que es más alegre. Está claro que hoy mi cuerpo me está respondiendo mejor que mi cabeza y eso hay que aprovecharlo. Ya sin miedo supero el kilómetro y medio de fuerte subida sin bajar demasiado mi ritmo.


Llego a la rotonda que marca el final de la subida, ya solo queda un kilómetro a la meta y además claramente favorable, es el momento de lanzarse hasta el final y no reservar. Durante la subida he superado a una chica que iba a muy buen ritmo y que se ha pegado a mi rueda para superar la cuesta, por eso me vuelvo hacia ella para animarla a que me siga hasta la meta. Es quizás el primer momento en toda la mañana en que dejo de pensar que no estoy fino y disfruto de correr deprisa, mi acompañante me sigue a duras penas y en varias ocasiones tengo que bajar un poco el ritmo para que no se queda atrás, va haciendo lo que se llama vulgarmente la goma.

La bajada termina en el Parque de la Alamedilla donde habíamos comenzado y ya solo queda dar la vuelta al parque y cruzar la meta. Ya no me vuelvo para ver si me sigue y me lanzo para acabar en el mejor tiempo posible. La gente y los corredores que ya han llegado se agolpan a ambos lados del recorrido y animan a nuestro paso. Cruzo el arco de meta en un tiempo de 1:45:42 por mi reloj, una magnifica marca para las malas sensaciones que me han acompañado durante toda la mañana desde que me he levantado.

Después de recuperar las fuerzas en el avituallamiento es el momento de volver al polideportivo para darme una ducha. Recojo mi mochila y me dirijo a los vestuarios, somos muchos corredores y pocas duchas, pero con un poco de paciencia y mucho buen humor vamos acicalándonos todos los corredores después del esfuerzo.


Localizo a mi familia que está visitando el Convento de San Esteban y allí me dirijo andando, llego justo cuando ellos están saliendo de la visita y es el momento perfecto para hacer una pausa y tomarnos unas cervezas sentados en una terraza al solecito. De allí al Mesón de Gonzalo donde hemos reservado para celebrar que hoy es el cumpleaños de mi mujer y donde nos damos el homenaje del fin de semana. Me lo recomendó una compañera de trabajo que es salmantina y es un local moderno y cómodo, con unos entrantes de cocina elaborada y unas carnes espectaculares que lo hacen totalmente recomendable aunque haya que rascarse el bolsillo.

Que contar de Salamanca, una ciudad preciosa y animadísima que nunca defrauda cuando la visitas. En esta ocasión descubrí nuevos rincones que en anteriores ocasiones no había visitado, como el Cielo de Salamanca en las Escuelas Menores, la visita a las Torres de la Catedral con sus espectaculares vistas del interior de la Catedral Antigua y de la ciudad de Salamanca desde las alturas, el Campo de San Francisco o la fachada de la Casa de las Muertes. Y volví a reencontrarme con la Casa de las Concha, sus dos catedrales pareadas la Nueva y la Vieja y como siempre me quedo con la Vieja o el maravilloso encanto de su Plaza Mayor. Pero una vez más me quedaron muchos rincones y monumentos que visitar por lo que tendré que volver de nuevo.


Además mi mujer ha podido celebrar su cumpleaños con sus hermanas de forma especial que era el objetivo real de este viaje, el que yo corriera la Media Maratón solo fue un extra que me di por ser el organizador. El único pero fue que mi hijo mayor se levantó con fiebre el sábado y no pudo venir con nosotros y la verdad es que le echamos mucho de menos.

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