Aunque se trata de una Media
Maratón relativamente joven, con solo siete ediciones a sus espaldas, la
carrera de Salamanca se ha convertido en una de las más populares entre los
corredores. Los 2600 dorsales que ofrece la Organización parecen pocos, teniendo
en cuenta que se agotan en pocos días y dejan a muchos corredores sin la
posibilidad de correr por las calles salmantinas. Pero ciertos tramos del
recorrido estrechos y revirados y el mantener el paso por las zonas más
céntricas de la ciudad hacen que no sea recomendable aumentar el número de
participantes para poder mantener la calidad de la carrera. Por lo que, el que
quiera un dorsal deberá estar atento, en mi caso el año pasado me quede sin
poder correrla pero en esta edición me hice con mi dorsal el mismo día que
abrieron las inscripciones.
El recorrido de la carrera está
compuesto por una sola vuelta a un circuito muy variado con tramos
completamente distintos que se adaptan a los distintos gustos de todos los
corredores.
Los tres primeros kilómetros son
de calentamiento por avenidas muy anchas en los nuevos barrios de la ciudad. Es
un tramo perfecto para que cada uno se situé en la posición dentro del pelotón de
acuerdo con su ritmo de carrera. Alguna aglomeración en la salida pero a los
pocos metros ya se corre sin problemas. Tras este primer tramo es el
momento de correr por el casco antiguo de Salamanca y disfrutar de sus
monumentos, son cinco kilómetros por calles estrechas y adoquinadas donde es
más complicado correr pero en donde el entorno es espectacular y donde la
animación es mayor. Para los que ya solo corremos para disfrutar y nos
olvidamos de las marcas es el tramo preferido de la carrera.
El tercer tramo son siete
kilómetros que transcurren por una de las zonas verdes del exterior de la
ciudad en donde se corre por una larga y recta avenida, para acabar en una dura
subida que luego hay que bajar para volver de nuevo a la ciudad por el carril
bici. No es el tramo más animado de la carrera, pero es una zona muy rápida y
el entorno natural anima a correr. A continuación toca correr tres
kilómetros por la ribera del rio Tormes, primero disfrutamos de cruzar el río por
el Puente Romano con la espectacular vista de la ciudad, para coger el Paseo
Fluvial que transcurre pegado al río. Se corre solo por el carril bici dejando
libre la zona peatonal. Es un tramo con buen firme pero estrecho, además no
está cerrado para la carrera por lo que está bastante concurrido por
caminantes, paseantes y ciclistas, todo un reto para los corredores.
Abandonado el río nos esperan dos
kilómetros de continua subida, que hacen de este quinto tramo el más exigente
de la carrera, además se llega con muchos kilómetros en las piernas y se nota.
Las calles anchas y el buen firme facilita algo el esfuerzo pero hemos tenido
que reservar fuerzas sin no queremos sufrir bastante, es el momento de apretar
los dientes. Pero el último tramo de carrera
es un kilómetro de bajada para disfrutar, lanzarnos sin reservar porque ya
sabemos que vamos a llegar a la meta y vamos a finalizar la media maratón de
Salamanca.
La Organización impecable, a
destacar que la recogida de dorsales, el ropero y las duchas tras la carrera
estén todas juntas en el polideportivo punto de salida y llegada de la carrera.
La bolsa del corredor y los avituallamientos buenos, incluida medalla y bolsa
de lentejas en la llegada. Pero lo mejor sin duda de la
carrera el buen ambiente, por parte de los corredores, de los voluntarios y de
la propia ciudad que se vuelca con la prueba permitiendo que la tomemos al
asalto durante varias horas y sin necesidad de madrugar comenzando a las 10:30 en
un horario muy turístico pero en general vetado para los corredores.
Amanezco el domingo y después de prepararme y despedirme de la familia voy caminando desde el hotel hasta el Parque de la Alamedilla, donde es la salida de la carrera. Son 15 minutos andando y me sirve para despejarme un poco después de la mala noche que he pasado, las sensaciones no son las mejores para ponerme a correr una media maratón, pero no es algo que yo haya elegido y tendré que intentar sobreponerme.
En esta ocasión no me pierdo y
llego sin problemas al parque. Dentro del polideportivo recojo mi dorsal en las
mesas habilitadas, hay poca cola y lo hago rápido. Aunque he desayunado en la
habitación me acerco a una cafetería cercana que acaban de abrir para tomarme
un café y al final también me animo a comer algo. He puesto a la camarera en un compromiso,
pues ni ella ni la cocinera que está preparando los almuerzos saben el precio
del croissant que me han servido y tiene que llamar por teléfono, supongo que
al dueño, para poderme cobrar. Resuelto el problema vuelvo al polideportivo
para cambiarme y dejar la mochila en el guardarropa. Ya preparado toca una vez más
la foto para la posteridad, en este caso me coloco delante de las banderas de
la carrera para demostrar que estoy en Salamanca.
Me voy a calentar un poco por los
alrededores del parque mientras que entrevistan al alcalde que es el encargado
de dar la salida y es que al parecer la carrera es todo un acontecimiento en la
ciudad. No tengo muchas ganas de calentar y en cuanto por la megafonía avisan
de que los corredores nos vayamos poniendo detrás del arco de salida me dirijo
directo a mi puesto.
Me coloco en la parte trasera del
pelotón, no me encuentro ni con ánimos ni con cuerpo para correr rápido en esta
ocasión, el objetivo es acabar sin sufrir demasiado. Después del carreron en
Coruña parece difícil que mejore la marca de 1:40, me conformo con volver a
bajar una vez más de la 1:50 en la distancia este año.
Dan la salida y salgo despacio,
además la salida es cuesta arriba y el grupo avanza lento y perezoso, está
claro que como yo hay muchos corredores que piensan tomarse con calma los 21 kilómetros
de la carrera. Los primeros metros nos alejan del centro de la ciudad, pero
superado el km 2 giramos y nos dirigimos de vuelta para cruzar todo el caso
antiguo de la ciudad de Salamanca, un verdadero lujo para cualquier corredor.
Entramos en la ciudad por la
Puerta de Zamora, actualmente es el nombre de la plaza pero antiguamente era
una de las 13 puertas que tenía la muralla de Salamanca que encerraba la Ciudad
Nueva a partir del siglo XII. Dejamos a nuestra derecha la Parroquia de San
Marcos y su peculiar planta circular para tomar la calle de Zamora que nos
llevara hasta la Plaza Mayor de Salamanca. En esta parte del recorrido ya hay
mucha gente, la mayoría turistas a los que la carrera ha pillado por sorpresa
pero también muchas personas que han venido expresamente a animarnos.
Llegamos a uno de los momentos
mágicos de la carrera, el paso por la Plaza Mayor. Sin dudarlo puedo afirmar
que es la plaza mayor más emblemática de toda España y eso que siendo yo gato
debería defender la madrileña. Pero no por la belleza y grandiosidad de los
soportales y la fachada del ayuntamiento, ni siquiera porque este situada en el
centro del casco turístico, sino principalmente porque es una plaza con una
vida increíble. A la hora que vayas siempre encontraras gente disfrutando de
ella, ya sea tomando el aperitivo al mediodía o las copas nocturnas. Ya sean
mayores, niños o estudiantes siempre esta animada, sobretodo cuando los tunos
la toman al asalto.
Esta mañana de domingo la plaza
es para los corredores y la atravesamos entrando por el ayuntamiento y saliendo
por el lado opuesto hacia la Rua Mayor. Un pasillo humano nos flanquea y anima
a nuestro paso, yo busco a mi familia con la que he quedado en este punto, pero
abandono la plaza sin haberlos localizados. Al final de la carrera me dirán que
ello si me vieron pasar, lo cual es un consuelo, pero que estaban al lado
contrario de lo previsto porque también había una quedada motera en la plaza y
no les dejaron quedarse en el lado acordado.
Tomamos la Rua Mayor que
atraviesa el casco antiguo hasta la Plaza de Anaya, siempre con la vista de las
monumentales torres de la Catedral como referencia al fondo. Pero la carrera se
desvía sin llegar a la catedral para dejarnos con la ilusión de correr a su
sombra. El recorrido nos lleva ahora a la Calle Libreros para pasar por delante
de la Fachada de la Universidad, a la velocidad que corremos no nos da tiempo a
descubrir la famosa rana escondida en el espectacular frente plateresco que
decora la entrada a la universidad.
El recorrido es en bajada y las
piernas van solas mientras disfrutamos del paseo por las calles salmantinas. El
único inconveniente es el pavimento adoquinado de las calles, que resulta muy
bonito pero muy incómodo para el corredor. La mayoría de los corredores
buscamos las aceras o las zonas más lisas, aunque algunos se pasan y realizan
unos recortes espectaculares al recorrido, yo procuro mantenerme en el trazado
pero debo reconocer que al final de la carrera mi reloj marca algo menos de los
21 kilómetros de la carrera, y eso es raro porque normalmente suele ser al
contrario y en las carreras hago más metros de los necesarios.
Ahora volvemos sobre nuestros
pasos para no abandonar la ciudad sin correr por la Calle Serrano y la Rua
Antigua para disfrutar de las fachadas de la Casa de las Conchas y de la
Clerecia. Debo confesar mi debilidad por la fachada engalanada de conchas, me
parece de lo más original y sin tener que recurrir al exceso de otros edificios
consigue que todos recordemos e identifiquemos este palacio frente a cualquier
otro.
Mi carrera continua por la Calle
de la Compañía, según muchos la calle más bonita de Salamanca, hasta llegar a la
altura del Palacio de Monterry y desviarnos hacia el Campo de San Francisco, que
junto al Parque de Calixto y Melibea es una de las pocas zonas ajardinadas
dentro del casco antiguo y que tiene mucho encanto. Sin salirnos todavía del casco
antiguo recorremos un par de kilómetros más, casi todo en bajada lo que anima a
correr en esta mañana espectacular en Salamanca. Se acabaron los monumentos y
solo pasamos cerca del moderno y gigantesco Palacio de Congresos y Exposiciones
de Castilla y León.
Llegamos por la calle Parma hasta
la Plaza de los Milagros, en donde se supone estaría la Puerta de San Vicente
de los Milagros que cerraba la muralla, para salir de la ciudad y cruzar el río
Tormes. Se acabó la parte más bonita de la carrera y se me han pasado rápidos
estos 8 primeros kilómetros de la media disfrutando mucho del recorrido.
Abandonamos la ciudad en
dirección a Vistahermosa, se supone que por esta zona estaba la antigua calzada
romana que da origen a la Vía de la Plata, camino que cruza Salamanca en su trayecto
de Sevilla a Santiago de Compostela. Ahora empiezan 6 kilómetros que trascurren
por fuera de la ciudad en la zona verde a la orilla del Arroyo del Zurguén que
descarga sus aguas en el Tormes. Nos alejamos corriendo por una ancha avenida, muy
recta de la que desde el primer metro ya veo el final y la fila de corredores
que me preceden, desanima un poco ver la distancia que nos queda por recorrer y
mis fuerzas se vienen un poco abajo. Además ahora ya hemos perdido la
protección de la ciudad y el viento arrecia y nos pega de costado lo que
complica aún más avanzar.
Intento que las malas sensaciones
no me afecten y me concentro en mantener mi ritmo y avanzar metro a metro. Solo
un grupo que nos anima ruidosamente y aplaudir a los corredores de la cabeza que
ya vuelven hacia Salamanca, me saca de mis pensamientos negativos.
Cuando ya estoy llegando al final
de la avenida, veo como la carrera gira a la izquierda para dirigirse a una
zona de pisos de poca altura y chalets que está situada en una pequeña loma que
se eleva sobre la ribera del arroyo. Y lo que es peor veo la rampa que
tendremos que superar para alcanzar el alto de la loma. Pero después de tantas
carreras y de haber pasado por sensaciones parecidas en otras ocasiones, se que
es solo cuestión de apretar los dientes e intentar verlo todo en positivo. Me concentro
solo en lo bueno que me espera, primero cuando gire a la izquierda el viento me
dará de espalda y me empujara para subir, segundo hay un avituallamiento para
recuperar fuerzas justo antes de empezar la cuesta y tercero y principal todo lo
que sube luego tiene que bajar y dejarse caer por esa rampa va a ser un
gustazo.
Con esta nueva mentalidad ataco
la rampa con los ánimos renovados y voy adelantando a corredores a los que la
cuesta se les atraganta y sin darme cuenta ya estoy arriba. Todavía nos quedan
unos metros por las calles que atraviesan los edificios y rodear un campo de
futbol situado en lo más alto de la loma. Diviso unos metros delante de mí el
globo de la hora y 50 minutos, lo que me da más ánimos para no bajar el ritmo e
intentar alcanzarlo. Me pongo a su altura a pocos metros de empezar la bajada
de la cuesta y decido que no me voy a parar, me lanzo en la cuesta y antes de
que termine la bajada ya he adelanto al grupo que se forma alrededor de la
liebre.
Ahora volvemos corriendo por el
carril bici que transcurre paralelo a la avenida por la que hemos venido, es
más estrecho y hay que ir más atento a los demás corredores pero yo ya estoy
lanzado y mantengo un ritmo alegre. Todavía me cruzo con algunos corredores que
aun vienen de frente y a los que les quedan varios kilómetros para volver. El carril
bici se aleja de la avenida para cruzar por un túnel bajo la vía del tren y
transitar por el centro de la zona verde más cerca del arroyo, es una zona
bastante bonita en donde nos cruzamos con algún ciclista y andarín pero con
poca animación.
Ya tomamos las calles asfaltadas
para dirigirnos hacia el Puente Romano y volver a cruzar el Tormes para
regresar a la ciudad. Justo cuando voy a tomar la entrada al puente me
encuentro con mi cuñado, no estaba previsto y me hace especial ilusión. Le pido
que me haga una foto con la catedral al fondo para inmortalizar el momento de
cruzar el rio, para ello recorro unos metros marcha atrás con cierto peligro pero
merece la pena. Me despido de él y cruzo por el puente con la ciudad al fondo y
las aguas del Tormes bajo mis pies, es otro de los momentos mágicos de esta
carrera y que recordare por muchos años.
Nada más cruzar el puente está el
avituallamiento. Después de haber desconectado durante unos minutos tengo que
volver a la carrera y es el momento de tomar el gel con el que cargo desde la
salida y que espero me de las fuerzas necesarias para llegar a meta. Aunque los
ánimos vuelven a estar altos sé que mis piernas hoy no están tan finas y debo
seguir las rutinas de otras carreras para evitar al tío del mazo.
Yo pensaba que una vez cruzado el
rio volveríamos a la ciudad pero la carrera continua por el carril bici del
Paseo Fluvial que va pegado a la ribera del rio. Podemos disfrutar del rio
mientras corremos, pero es una zona bastante concurrida de gente que pasea y
además el camino es bastante estrecho lo que obliga a ir atento y no
despistarse mirando el paisaje. Tengo que adelantar a un par de equipos de
corredores que corren en grupo formando un pequeño tapón, pero la verdad es que
en cuanto se dan cuenta de que mi ritmo es más rápido procuran cederme el paso
y hasta me animan cuando les paso. Son casi 2 kilómetros pegados al rio bastante
planos y rápidos, aunque mis fuerzas están justas y procuro no animarme en
exceso porque sé que queda la última gran subida.
Al abandonar el paseo hay una rampa
corta pero muy pronunciada que a estas alturas me bloquea un poco las piernas. Me
cuesta unos metros cambiar el ritmo pero en seguida recupero la cadencia y es
que a estas alturas de carrera cualquier pequeño esfuerzo se sufre. A partir de
este momento el trazado se empina en la cuesta de la Aldehuela, Fernando III el
Santo y la Reina Berenguela. Al principio suavemente casi inapreciable pero al
llegar a la rotonda a la altura del kilómetro 18 y medio el desnivel empieza a ser mayor y las
piernas lo notan.
Llego a la rotonda que marca el
final de la subida, ya solo queda un kilómetro a la meta y además claramente
favorable, es el momento de lanzarse hasta el final y no reservar. Durante la
subida he superado a una chica que iba a muy buen ritmo y que se ha pegado a mi
rueda para superar la cuesta, por eso me vuelvo hacia ella para animarla a que
me siga hasta la meta. Es quizás el primer momento en toda la mañana en que
dejo de pensar que no estoy fino y disfruto de correr deprisa, mi acompañante
me sigue a duras penas y en varias ocasiones tengo que bajar un poco el ritmo
para que no se queda atrás, va haciendo lo que se llama vulgarmente la goma.
La bajada termina en el Parque de
la Alamedilla donde habíamos comenzado y ya solo queda dar la vuelta al parque
y cruzar la meta. Ya no me vuelvo para ver si me sigue y me lanzo para acabar
en el mejor tiempo posible. La gente y los corredores que ya han llegado se
agolpan a ambos lados del recorrido y animan a nuestro paso. Cruzo el arco de
meta en un tiempo de 1:45:42 por mi reloj, una magnifica marca para las malas
sensaciones que me han acompañado durante toda la mañana desde que me he
levantado.
Después de recuperar las fuerzas
en el avituallamiento es el momento de volver al polideportivo para darme una
ducha. Recojo mi mochila y me dirijo a los vestuarios, somos muchos corredores
y pocas duchas, pero con un poco de paciencia y mucho buen humor vamos acicalándonos
todos los corredores después del esfuerzo.
Localizo a mi familia que está
visitando el Convento de San Esteban y allí me dirijo andando, llego justo
cuando ellos están saliendo de la visita y es el momento perfecto para hacer
una pausa y tomarnos unas cervezas sentados en una terraza al solecito. De allí
al Mesón de Gonzalo donde hemos reservado para celebrar que hoy es el
cumpleaños de mi mujer y donde nos damos el homenaje del fin de semana. Me lo recomendó
una compañera de trabajo que es salmantina y es un local moderno y cómodo, con unos
entrantes de cocina elaborada y unas carnes espectaculares que lo hacen
totalmente recomendable aunque haya que rascarse el bolsillo.
Que contar de Salamanca, una
ciudad preciosa y animadísima que nunca defrauda cuando la visitas. En esta
ocasión descubrí nuevos rincones que en anteriores ocasiones no había visitado,
como el Cielo de Salamanca en las Escuelas Menores, la visita a las Torres de
la Catedral con sus espectaculares vistas del interior de la Catedral Antigua y
de la ciudad de Salamanca desde las alturas, el Campo de San Francisco o la
fachada de la Casa de las Muertes. Y volví a reencontrarme con la Casa de las
Concha, sus dos catedrales pareadas la Nueva y la Vieja y como siempre me quedo
con la Vieja o el maravilloso encanto de su Plaza Mayor. Pero una vez más me
quedaron muchos rincones y monumentos que visitar por lo que tendré que volver
de nuevo.
Además mi mujer ha podido celebrar
su cumpleaños con sus hermanas de forma especial que era el objetivo real de
este viaje, el que yo corriera la Media Maratón solo fue un extra que me di por
ser el organizador. El único pero fue que mi hijo mayor se levantó con fiebre el
sábado y no pudo venir con nosotros y la verdad es que le echamos mucho de
menos.
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